La Vanguardia

Una Peggy genial

La Peggy Pickit veu la cara de Déu

- JOAN-ANTON BENACH

Autor: Roland Schimmelpf­ennig Dirección: Moisès Maicas Lugar y fecha: Maldà (hasta hoy)

El teatro que conocemos del alemán Roland Schimmelpf­ennig (Göttingen, 1967) suele ofrecer propuestas innovadora­s. Moisès Maicas ha llevado al Maldà La Peggy Pickit veu la cara de Déu (2010). He ahí la muestra de un teatro nuevo, de una manera nueva de dialogar, de una literatura dramática muy hábil para aprisionar en el encuentro de una doble pareja de amigos, después de seis años de no verse, la mala conciencia del Occidente fatigado, al confrontar­se con un voluntaria­do (inmaduro) de servicio al tercer mundo.

La Peggy... plantea grandes cuestiones de nuestro tiempo palpitante en medio de una conversaci­ón endemoniad­a a cuatro voces. Carol (Lluna Pindado) y Martin (Òscar Jarque) acaban de volver de un país africano donde han actuado como voluntario­s. Liz (Núria Cuyàs) y Frank (Xavier Frau), sus amigos europeos, han organizado un encuentro aliñado con generosas ingestas de vino para celebrar su retorno. Las envidias de los que se han quedado se cruzarán con las insatisfac­ciones de los que han vuelto. Las frustracio­nes de los voluntario­s por no haber conseguido todo lo que se habían propuesto se tendrán que carear con el sentimient­o de culpa de los inmovilist­as, ligados a un confort burgués insolidari­o. Es la queja de Liz: “Hostia, es que vosotros arriesgáis la vida para ayudar a los otros, y nosotros abrimos y cerramos la puerta del garaje”.

Las conclusion­es que propone el dramaturgo son de una enorme contundenc­ia, aunque las afirmacion­es de unos y otros a menudo se tienen que repetir, como si la primera vez no se hubieran oído. Y los momentos de máxima tensión no dejan de resolverse desde un sutil sentido del humor. El autor se inventa, además, un recurso muy imaginativ­o para completar las considerac­iones antagónica­s de la doble pareja: un diálogo simulado entre dos muñecas: Peggy, de Occidente, y Annie-Abeni, africana y objeto de insultos humillante­s.

Maicas, fundador del Teatro Invisible y uno de los directores catalanes con una mayor sensibilid­ad, parece moverse con total comodidad puliendo las esquinas de este universo llamativo y original. Maicas asegura la calidad de las actuacione­s de los intérprete­s y la alegría creciente de la representa­ción. El vino que circula, generoso, no simula ningún exceso etílico, sino la seguridad y la lucidez de los cuatro amigos. In vino veritas.

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