Tercer grado a la SGAE
El único exdirectivo de la Sociedad de Autores encarcelado por los abusos de la entidad se confiesa y da claves en su libro ‘Cazado’
Pedro Farré, hasta ahora único exdirectivo de la SGAE encarcelado por los abusos de la entidad, se declara culpable y víctima a la vez. Culpable de los cargos de apropiación indebida y falsedad documental que, por gastar casi 40.000 euros de la visa corporativa en juergas con prostitutas, le llevaron a una celda de Alcalá Meco a primeros del 2016. Y víctima, como pieza propiciatoria de una cacería a su juicio desproporcionada en la que los partidos, Interior, el CNI y unos jueces en extremo rigurosos le hicieron pagar con creces tanto esos excesos suyos como los de una Sociedad General de Autores un tanto crecida y agresiva. Farré acaba de publicar un libro, Cazado (Península), donde entona el mea culpa y da su versión de los hechos. El exdirectivo explica a La Vanguardia el sentido de la publicación y lo sustancial de su contenido.
Doctor en Derecho y máster en Alta Dirección de Empresas, Farré fue hombre clave en la SGAE del 2002 al 2009 –con Teddy Bautista al frente–, primero como responsable de defensa de la propiedad intelectual y martillo de la piratería, y luego como jefe de relaciones corporativas y miembro de la cúpula de la institución.
Su confesión respecto a lo que en el 2011 provocó su detención y cinco años después su encierro es rotunda, pero añade un desquite. “Obré mal. Usé la tarjeta corporativa en sitios inadecuados (prostíbulos), aunque también la utilice en cenas de un lujo pornográfico, con botellas de vino de 400 euros, y eso no se me reprochó”, subraya. “Soy culpable, pero no maté a nadie, y el castigo –dos años y medio de prisión– fue severísimo”.
Cree Farré que si de pronto la SGAE se convirtió en una de las instituciones más atacadas e impopulares del país fue por una confluencia de móviles políticos y mediáticos más allá de la aplicación de la ley.“Si no hubiera habido un interés distinto a la justicia, la operación no se habría lanzado. Del mismo modo que si no hubiera un proceso soberanista no habría un caso Pujol”, compara.
La SGAE “no era la cueva de Alí Babá”, sino que cometió “tres graves errores de gestión”, según el autor de Cazado: primero, luchar contra la piratería del top manta y las descargas “exacerbando el componente penal y policial”; segundo, defender un canon por copia privada (canon digital) que proporcionó pingües ingresos a la SGAE, pero al precio de echarse encima “al gigante de la industria tecnológica, los internautas, los partidos, la hostelería, las teles, las radios...”; y tercero, un plan Arteria, de creación de una red de teatros, que llevó a gastar el canon en ladrillo “justo cuando estallaba la burbuja inmobiliaria”.
Farré define su libro como “un exorcismo y una catarsis”; una autocrítica sobre él mismo y “una época en la que a todos se nos fue la olla”. Él fue “un soldado de esa casta” y vio interesante “contar desde la trinchera los errores que cometimos”. ¿Y cree que también los dirigentes, los empresarios y la sociedad deberían hacer esa catarsis? “Sí, pero para hacerse ese harakiri hay que quitarse el miedo al qué dirán. Y en este país se vive con mucho, mucho miedo”.
Pese a la sugerencia que hace en el texto en el sentido de que sirvió de cabeza de turco, Farré asegura que el libro no va contra nadie, pero sí explica “la atmósfera del banco de favores, el capitalismo de amiguetes, las relaciones inconfesables entre política y empresas, las conspiraciones, los infiltrados, los dossieres, los espías, la utilización de la justicia para fines políticos”... Una alcantarilla que sin embargo no ve “privativa de España”. Pues de trata de la putrefacción “propia de un sistema, la democracia capitalista, con grandes ventajas, pero también los defectos propios de los seres humanos que lo gobiernan”.
“En este país se vive con mucho miedo, y eso impide la catarsis sobre los años en que se nos fue la olla”