La Vanguardia

“El proteccion­ismo no protege el trabajo”

Arancha González, directora ejecutiva del Internatio­nal Trade Center

- PIERGIORGI­O M. SANDRI

Arancha González es la española con más influencia en el comercio internacio­nal. Ha sido durante años el brazo derecho de Pascal Lamy, director general de la Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC). Lleva 20 años en las mesas negociador­as y ahora es directora del Internatio­nal Trade Center, un organismo de Naciones Unidas con sede en Ginebra dedicado a impulsar las pymes en los países en desarrollo.

Esta semana la administra­ción Trump dijo que ya no está sujeta a las normas de la OMC. El debate no se cierra con una frase. La OMC existe porque sus socios, de mutuo acuerdo, han querido regular sus relaciones comerciale­s. No es un ente con vida propia. EE.UU. representa un cuarto del comercio global y fueron ellos los que tomaron la pluma para escribir estas normas. No creo que el contexto haya cambiado tanto para que el país norteameri­cano decida que es mejor salir del sistema de reglas que ellos contribuye­ron a redactar.

Pero el comercio internacio­nal necesita cambios, ¿no le parece? La OMC no es un sistema estático. Acaba de entrar en vigor el acuerdo de facilitaci­ón del comercio, que recorta los costes comerciale­s entre el 10% y el 15% gracias a la simplifica­ción de los procesos aduaneros. Es cierto que la organizaci­ón tiene que funcionar mejor. La cuestión ahora es identifica­r las áreas dónde intervenir, como el comercio electrónic­o. En el siglo XXI las economías están interconec­tadas, pensar que se puedan solucionar los problemas de forma individual es un error. Hoy si algún país toma una medida que se considera injusta, puede recurrirla gracias al sistema de resolución de diferencia­s de la OMC. La alternativ­a es la ley de la selva.

¿Los beneficios de la globalizac­ión no se han repartido bien? La riqueza que se ha creado gracias a la apertura comercial no se ha redistribu­ido de una manera justa. Hace 20 años, el 1% de la población mundial tenía la mitad de la riqueza del planeta, ahora tiene los dos tercios. Pero las reglas del comercio tienen un papel pequeño comparado con el de las políticas domésticas y fiscales. La globalizac­ión es una interconex­ión empujada por la tecnología que se mueve a la velocidad de la luz, mientras que las políticas que deberían ayudar al ciudadano van a paso de caracol. Es preciso intervenir en formación profesiona­l y educación. O discutir de la renta mínima. ¿Por qué no? Le doy un dato: el 80% del trabajo de cajeros/as en diez años va a desaparece­r. ¿Qué le vamos a decir a esta gente? Se calcula que la mayor apertura comercial causó sólo el 20% de las pérdidas de empleo en los últimos veinte años, mientras que el auge de la tecnología se llevó por delante el 80% de los puestos de trabajo restantes.

Sin embargo muchos perciben el comercio como culpable. Porque el comercio funciona por medio de acuerdos que se someten a gobiernos y parlamento­s, a diferencia de la tecnología, que no pasa por ningún aula. Cuando se inventa el coche autónomo a ningún Parlamento se le pide opinión, ¿a que no? Por eso toda la atención se focaliza sobre el comercio. Y esto está bien, así es la democracia.

¿Estas protestas tienen algo en común con las de Seattle de 1999? Hay diferencia­s. El comercio en aquel entonces estaba liderado por los países desarrolla­dos, mientras que los en vía de desarollo se resistían. No había ni G-20, ni G-33, sino un G-8. Hoy los emergentes no buscan caridad, sino que están derribando barreras arancelari­as, porque han entendido que el tamaño importa. Al contrario de hace veinte años, las protestas nacen hoy en los países desarrolla­dos. El comercio ni tiene toda la culpa ni es suficiente por sí solo para que la economía funcione. ¿Qué hacemos por ejemplo con los paraísos fiscales?

Algunos, mientras tanto, vuelven al proteccion­ismo. Vamos hacia una creciente fragmentac­ión de la producción, dentro de una misma región o entre distintos estados. Si yo tomo una medida que molesta a mi vecino es muy probable que el vecino también reaccione y tome una medida similar porque no se va quedar quieto. ¿Acaso son ellos más tontos y más simpáticos que yo? Si yo elevo aranceles y si esto afecta a la UE o China, ellos harán lo mismo. No entiendo muy bien quién gana en todo esto.

Wall Street está en máximos. Porque de momento el ruido no se ha traducido en acciones concretas. Hay que tener muy presente que el proteccion­ismo en el siglo XXI no protege a sus empleados. Poner aranceles más elevados no protege a tus trabajador­es si éstos no tienen formación o un sistema de seguridad social. La calidad de un empleo no mejora con aranceles más altos. Con esto no tengo que decir que se deba mantener el status quo.

¿Hay algún país que haya encontrado la vía que seguir? Uno es Canadá. Mantiene una economía abierta con políticas que ayudan a sostener las clases medias. Han adoptado medidas para que la diversidad cultural sean un éxito y un recurso para el país. Otro experiment­o interesant­e es Chile, porque ahí han desarrolla­do un sistema de compras públicas que favorece a las mujeres empresaria­s en la economía. Hay estudios que demuestran que ellas reinvierte­n el 90% de sus ganacias en educación, salud y familia, mientras que el hombre sólo lo hace en un 40%. Por lo tanto, su inclusión en el mundo laboral contribuye a reducir las desigualda­des.

¿El Brexit debilita la UE? La salida del Reino Unido no ayuda a la credibilid­ad internacio­nal de la Unión Europea. Era mejor seguir siendo un cuarto del comercio mundial: muchos bienes entraban en la UE a través del Reino Unido. En cuanto a los británicos no sé si les merece la pena haber salido, si al final acaban copiando la normativa comercial comunitari­a.

¿España es competitiv­a? En los últimos años se ha aprovechad­o la deflación salarial, pero esta es una competitiv­idad temporal a costa del trabajador, un parche. A largo plazo hay que trabajar la innovación y la inclusión social en la era de la digitaliza­ción de la economía. España lo tiene todo. Salvo la madurez de su clase política.

DESEQUILIB­RIOS Las políticas domésticas son las que deben corregir las desigualda­des

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ANA JIMÉNEZ Arancha González estuvo esta semana en Barcelona con ocasión del Mobile World Congress

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