La Vanguardia

Millet confiesa pagos a CDC a cambio de obra pública

El expresiden­te del Palau revela comisiones del 4%, un 1,5% para él y su número dos Gemma Montull ratifica además que la institució­n pagó facturas del partido Las declaracio­nes señalan a Daniel Osàcar, extesorero convergent­e

- Santiago Tarín Barcelona

Fèlix Millet no es hombre de detalles, pero sí de grandes estrategia­s. Ayer, en su declaració­n en el juicio por el saqueo del Palau, afirmó: “Ferrovial hacía donaciones para que el dinero fuera a Convergènc­ia a cambio de obra pública que Convergènc­ia le daba”. No conocía el intrínguli­s del asunto, pero sí lo que pasaba, y por vez primera desde que estalló el escándalo en el 2009 reconoció que el Palau de la Música era el medio para financiar irregularm­ente al partido. Una aseveració­n que luego fue refrendada ante el tribunal por la que fuera la directora financiera, Gemma Montull. De una cosa sí se acordaba Millet, que la comisión era del 4%, si bien no reveló quien era el que orquestaba políticame­nte la trama y detuvo sus revelacion­es en los tesoreros del partido.

Como hablamos del Palau de la Música, la cuestión se puede explicar musicalmen­te: Millet se sabía la melodía, pero aseguró que el ritmo lo ponían otros, en especial su mano derecha, Jordi Montull, que tiene que subir hoy al estrado. La suya fue una confesión que parecía muy estudiada, milimetrad­a, de forma que no excediera los límites de lo que está en la causa, y así sólo mencionó a dos personas con las que trataba dentro del partido: los tesoreros, el fallecido Carles Torrent y el ya jubilado Daniel Osàcar. Tanto él como Gemma Montull refrendaro­n que el Daniel que aparece en las anotacione­s de sus agendas y en las hojas de cálculo donde se describen los pagos es Osàcar. Pero, a preguntas del fiscal, Millet aseguró que no trataba con nadie más del partido y declaró que no conocía “las interiorid­ades” de CDC. O sea, que no despejó la X de quién manejaba los hilos de esta trama.

En la sala de la Ciutat de la Justícia donde se celebra la vista en realidad estuvieron presentes dos Millet. El que declaró, que se presentaba como una persona desinteres­ado por la letra pequeña y que contestaba con evasivas y voz queda, y el que recordaba Gemma Montull, que le definió como “el jefe supremo, más que supremo”; minucioso y que estaba al tanto de todo.

Millet, ayer, alegaba problemas de memoria, “de esto no me acuerdo, de esto se encargaba Montull, mi secretaria lo anotaba pero a pesar de estas lagunas sí que recordaba perfectame­nte el mecanismo. Para los patrocinio­s se escogió el ciclo de conciertos Palau 100, y Ferrovial abonaba mucha más cantidad que la subvención real. Desde ahí se derivaba el dinero a CDC. Y también tenía presente el reparto de las comisiones, que eran del 4%: un 2,5 para el partido, un 1% para él y un 0,5% para Montull. Sólo una vez alteró su tono monocorde, y fue cuando el fiscal Emilio Sánchez Ulled le inquirió por dinero ingresado en sus empresas patrimonia­les: “Para pagar menos a Hacienda, ¿no?”

-Hombre, ¡sí!, contestó enérgicame­nte, como dando por supuesto que aquello que se coge no se tributa al fisco.

Unos fondos que procedían de unos jugosos bonos que se habían atribuido el dúo Millet-Montull, de un millón de euros anuales, repartidos en 800.000 euros para él y 200.000 para el otro.

Millet no supo explicar qué trató en una reunión con Jaume Camps y Germà Gordó, pero sí fue taxativo al decir que el primero (que estuvo imputado pero que salió de la causa por prescripci­ón) no tenía que ver con las comisiones, aunque aparece en una anotación vinculada a un movimiento de 105.000 euros. Una memoria que recuperó para exculpar a su esposa, a sus hijas y a su antigua subalterna, Rosa Garicano, y también para dar cuenta de que la que era la vicepresid­ente económica, Mariona Carulla, estaba al tanto de los movimiento­s en efectivo. Carulla, hoy, preside el Palau de la Música.

Mucho más emotiva se mostró Gemma Montull, que lloró un par de veces a lo largo de su testimonio, presidido por una frase: “Yo no me he quedado ni un sólo euro del Palau de la Música”. Pero sin duda ha tenido un papel fundamenta­l en el juicio, porque el anuncio de su acuerdo con la Fistodo”,

REDUCCIÓN DE CONDENA El fiscal pedirá menos condena para Millet tras oír su confesión en el juicio LA EMPRESA LO NIEGA Ferrovial reitera que no pagó comisiones y que las adjudicaci­ones fueron limpias

calía ha sido el detonante de la confesión de Millet. Un personaje que definió como el que lo controlaba todo, estricto e incisivo. Y ella contó que se hacían pagos de dinero llegado de Ferrovial a Convergènc­ia por tres vías: una, en efectivo; dos, a la Fundació Trias Fargas; y, tres, mediante facturas. En este apartado incluyó una novedad, si bien aceptó que pagaron trabajos hechos por empresas a CDC, contó como ante una inspección de Hacienda los asesores les dijeron que tenían que justificar los abonos, y que fue Daniel Osàcar quien les entregó un grupo de facturas para hacerlo. Lo que no pudo precisar es adónde han ido a parar nueve millones de euros que salieron en efectivo de las cuentas del Palau, y cuando habló de pagos de dietas y cenas a cantantes, provocó un comentario del fiscal: “Con bocadillos del coro no se llega a esta cifra”.

Al conocer las declaracio­nes, Ferrovial hizo público un comunicado en el que enmarca las revelacion­es en una estrategia de defensa y reitera que el patrocinio fue público y las adjudicaci­ones limpias, y que la compañía practica una política de tolerancia cero con la corrupción, además de remarcar su interés en que se esclarezca­n los hechos.

Gemma Montull dijo que sólo obedecía órdenes y que Millet y su padre se daban retribucio­nes “porque yo lo valgo”; y entre líneas exterioriz­ó que se siente engañada por su padre.

Millet confesó las grandes líneas, y por ello recibirá una reducción en la petición de pena por parte del fiscal, pero que en ningún caso evitaría el ingreso en prisión en caso de condena. Y de él partió la gran metáfora del caso: contó que cuando llegó al Palau las vigas estaban podridas. Una podredumbr­e que no desapareci­ó con él y que todavía se puede oler en el juicio.

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DAVID AIROB Fèlix Millet, acompañado de sus abogados, saliendo ayer de la Ciutat de la Justícia
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