Decisiones equivocadas
SORPRENDE de algunas personas que después de toda una vida disfrutando del reconocimiento social, un día pierdan toda consideración por una decisión equivocada. Es el caso de Fèlix Millet, que pasó de patricio barcelonés que consiguió dinamizar el Palau de la Música y renovar el recinto a saquearlo. Pero también, salvando las distancias y las motivaciones, de Arthur Conan Doyle, que consiguió fama y dinero escribiendo sus novelas de Sherlock Holmes para después matar el personaje y entregarse al espiritismo en un apostolado desquiciado. El ser humano es tentado a veces por la fe en el dinero o por la confianza en las malas compañías, y en ese tránsito pierde amigos, conocidos y saludados.
Millet sale poco de su casa en l’Ametlla del Vallès para no ser insultado por quienes le reconocen en el bar o en la calle. No hizo lo mismo Conan Doyle, que recorrió 50.000 millas en cinco años para difundir su doctrina descabellada. Ayer, en el juicio del caso Palau, Millet decidió explicar la estafa que cometió en compañía de su lugarteniente Jordi Montull, pero también contó el desvío de fondos a CDC de donaciones realizadas por Ferrovial a la institución, coincidiendo con adjudicaciones de obra pública del Govern. Si Conan Doyle resucitó a Sherlock Holmes después de haberlo despeñado por la insistencia de su madre, Millet recuperó la memoria tras ocho años de silencios por la persistencia del fiscal Emilio Sánchez Ulled. El novelista del 221 B de Baker St, al final de su vida, se despidió del mundo rodeado de su familia, pero no quiso decir nada para poner un epílogo a su existencia. Como relató Javier Marías en Vidas escritas: “Mucho tiempo antes había dicho que el secreto de su éxito era que nunca había forzado una historia; parece que aquel día tampoco forzó una frase”. No es el caso de Millet, que se despachó a gusto ante el tribunal en un mal día para la antigua cúpula de CDC.