Millet & Montull... ¿y Mas?
Sólo hace 115 años, el tío abuelo de Fèlix Millet ya apuntaba maneras. Un artículo en la revista Lo Teatro
Català de diciembre de 1901 sirve de prólogo de lo visto ayer en la Ciutat de la Justícia con Lluís Millet i Pagès, cofundador con Amadeu Vives del Orfeó Català, como protagonista: “Todos aquellos que se hicieron socios del Orfeó Català pensando de buena fe que se perseguía la idea de propagar canciones de nuestra tierra, (…) se equivocaron del todo. Se impone la mirada única, exclusiva, del provecho personal (...) O si no, ¿creen que el señor Millet, que como músico es bien poquita cosa, sin el trampolín del Orfeó hubiera pescado la plaza de profesor de la Escuela Municipal de Música, que, si bien es verdad que la paga no es mucha, añadidos los regalos que los alumnos hacen espontáneamente, no es despreciable?”.
A ese Millet, le faltaba “el señor Montull”. Millet & Montull se llevaron algo más que réditos económicos del prestigio popular e institucional del Palau de la Música. Desde el banco de los acusados han exhumado la peor herencia de CDC.
La alianza mágica de M&M campaba a sus anchas por la señorial institución desde 1984. Unos meses bastaron para que llegara una carta de los trabajadores del Palau al otro Palau, el de la Generalitat, alarmados por sus tejemanejes. Jordi Pujol miró hacia otro lado, el conseller Max Canher tragó saliva y su secretaria general en la Conselleria de Cultura, Montserrat de Vehí, se hartó de ver “cosas que no me gustaban”. De Vehí fue la responsable del informe de la Sindicatura de Comptes que denunció las irregularidades contables en el Consorci del Palau de la Música en el ejercicio del 2000. Alertaba de los riesgos de la acumulación de cargos de Millet y el descontrol de las finanzas. El informe pasó por el Parlament sin pena ni gloria, llegó al Tribunal de Cuentas el 2003, pero su traducción al castellano se hizo esperar ¡hasta el 2008!
Ni la Generalitat, ni el Gobierno español, ni el Ayuntamiento de Barcelona, todos presentes en el consorcio del Palau detectaron el desvío de fondos para pagar obras faraónicas en sus casas, viajes a la Polinesia, las Maldivas, Kenia o Dubai; ni el pornográfico trasiego en billetes de 500 euros desde una sucursal bancaria del centro de la ciudad. Hasta 32 millones…
Millet dice ahora que se equivocó, que cometió “un error, otro error y otro error”, y que sólo mintió al tapar a Convergència. Las sospechas sobre la supuesta financiación irregular del partido se han enmarcado en lo que Jordi Pujol denominó “dicen, dicen, dicen” mientras las investigaciones judiciales han estado en marcha, pero la condena política ha llegado con la confesión del expresidente del Palau de la Música delante del tribunal. “Ferrovial hacía donaciones a Convergència a cambio de obra pública”, “esto duró años”, años en los que Artur Mas era secretario general.
El expresident ha defendido a capa y espada al extesorero de CDC Daniel Osàcar y hoy está en juego su patrimonio político y el de su partido. Carles Puigdemont se parapeta en la honorabilidad de su Govern, y si el PDECat quiere hacer cuenta nueva, necesita hacer un borrón. Ya no hay senyera ni proceso independentista que tape tamaña acusación. ¿A qué puede optar ahora Mas? Nadie pierde de vista la papelera de la historia que preparó la CUP y ERC, con la presidencia de la Generalitat en el horizonte, se enfrenta a su propio dilema. Ayer fue Millet, hoy Montull y mañana... “Tienen un problema y se llama 3%”.
El expresident ha puesto en manos de Osàcar su patrimonio político y el de su partido