El hámster
La noticia del día, oficialmente comunicada por el señor Puigdemont, es esta: “El hámster ha salido de la rueda”. Llevaba casi cuarenta años allí metido, comiendo, haciendo sus necesidades, dando vueltas a la rueda y al fin salió. El Molt Honorable president no especificó si escapó burlando las leyes que lo tenían prisionero, si lo puso él mismo en libertad o si una tercera fuerza invisible le abrió la puerta de la jaula. El caso es que salió de la rueda, los niños de la casa lloran su ausencia, los gatos constitucionales huyeron despavoridos porque es un hámster legendario, los Mossos esperan instrucciones y en la fachada de la jaula apareció un cartel que dice: “La hora de la verdad”.
Ante la trascendencia del acontecimiento, busqué documentación para orientar mi crónica, porque no es frecuente que todo un presidente acuda a un Parlamento a comunicar la salida de un hámster. He podido saber que es incierto que llevase allí casi cuarenta años, porque esos ratones tienen vida corta, de poco más de cuatro años. Consultado el equipo forense hamsteriano, lo confirma: ese hámster tiene que haber nacido, como pronto, en torno al 2012; pongamos que el 11 de septiembre del 2012, cuando Duran Lleida se manifestó con escayola.
Su estancia en la rueda ha sido de una soledad penosa para sus necesidades sentimentales, porque dicen los libros que se pone en celo cada cuatro días, periodo lleno de simbolismo, que viene a coincidir con la cadencia de los sobresaltos del independentismo al Estado y de las visitas de Soraya Sáenz de Santamaría a las proximidades de la jaula: una cada cuatro días.
Y ahora, con el bicho en libertad, se abren grandes incógnitas: ¿anda suelto por ahí con una estelada al hombro? ¿Tiene hoja de ruta que le guíe? ¿Se habrá metido en el despacho del president o el olfato le habrá llevado al de Junqueras? Lo que más preocupa a los amantes de los animales es lo que acabo de leer en la Wikipedia: que los hámsters –no matiza si también los catalanes—no son especialmente buenos para aprender trucos y quizá por eso Artur Mas abandonó su cuidado; que no pueden ver a distancias largas, que será el factor propagandístico preferido por Rajoy, y que su vida peligra si roen papel de periódicos, porque la tinta los envenena. Especialmente, supongo, si los periódicos son de Madrid.
Lo que parece claro es que el hámster inspiró la reforma del reglamento y de la aprobación exprés de la ley para la desconexión: el bicho desarrolla su gestación en sólo 16 días. Sus hijitos nacen en la misma cantidad con que la derecha estatal fabrica independentistas, 6 u 8 por embarazo, y “a las tres semanas, informa la Wikipedia, son independientes”. “Este es el modelo”, le habrá dicho Puigdemont a la CUP. Ahora, quienes vivís en Catalunya andad con mucho cuidado: como piséis al hámster en un descuido, se va a liar. Alguien dirá que ha sido el Tribunal Constitucional.
Sus hijitos nacen en la misma cantidad con que la derecha estatal fabrica independentistas