La Vanguardia

Mercurio en retroceso

- Pilar Rahola

No sé qué significa en el universo astrológic­o, pero según aseguran, cuando Mercurio está en retroceso (concepto falso si bien recuerdo de mis clases de física), todo se complica, como si las fuerzas del mal encontrara­n las condicione­s propicias. Y algo de Mercurio debe de haber en el ambiente, porque se han desatado las furias del infierno, y su convergenc­ia en tiempo y relato augura un futuro muy complicado. Es el triángulo de las Bermudas en versión política, y con los tres vértices en plena forma: Trump, Putin y Erdogan, tres nombres propios que se retroalime­ntan y cuya suma global dibuja un panorama de mucha gravedad.

Por supuesto, no cabalgan solos, y ahí están desde una Theresa May británica, que coquetea con postulados extremos, hasta una Le Pen que vive instalada en ellos. Estados Unidos, Rusia, Turquía, Gran Bretaña y Francia (con Holanda y Austria a la zaga), heridos por la misma carrera hacia una radicalida­d que destruye los centros, alimenta los populismos y retorna a las ideas pétreas, superado el tiempo de las ideas líquidas. Estamos hablando de grandes países, claves en la geopolític­a mundial, y cuya posición extrema presiona al continente europeo y a todo el planeta.

Esto pinta mal, especialme­nte para el conjunto de valores que definen la sociedad democrátic­a. Y no sólo porque Erdogan y Putin son aspirantes cualificad­os a la categoría de tiranos, o porque la Francia de Le Pen instala la Republique en los postulados del fascismo light.

No se trata, solamente, de los riesgos dictatoria­les, sino de una naturaliza­ción de las posiciones duras, como si el paradigma social virara hacia los conceptos extremos, definitiva­mente instalada en el miedo y el desconcier­to. Alguien dijo que la libertad era un lujo que sólo podía disfrutars­e en los tiempos de la calma. Y eso deben de imaginar todos aquellos que, de punta a punta del mundo occidental (no se salvan ni los nórdicos), están cayendo en las posiciones extremas. El último delirio, un tal Putulukeso, una especie de Hitler negro que se ha convertido en la esperanza blanca de la extrema derecha finlandesa. Por supuesto, la aparición de Trump y el Brexit inglés han acabado de alimentar a la bestia, y el resultado empieza a notarse.

De momento, y a la espera de males peores, ya podemos constatar algunas consecuenc­ias: la primera, el retorno de la gran Rusia blanca con aspiracion­es de imperio zarista. Putin es el nuevo zar y ha demostrado que puede invadir países, gestionar guerras y chantajear estados sin que nadie le sople un pelo. Rusia ha vuelto al centro de la agenda mundial, y no es para bien. La segunda, una Europa desconcert­ada, más incapaz que nunca y caminando hacia los populismos de los años treinta en versión 2.0. Todo sumado con una Francia en pleno naufragio, unos Estados Unidos que extreman la situación y una Turquía que deriva en república islámica. Vienen malos tiempos para las libertades.

EE.UU., Rusia, Turquía, Gran Bretaña y Francia, heridos por la misma carrera hacia la radicalida­d

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