La Vanguardia

Gracias Barça, gracias fútbol

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La madre de todas las remontadas. El partido más grande vivido en el Camp Nou. La animalada más irracional experiment­ada por este cronista que lleva la pila de años en el oficio y odia utilizar la primera persona pero que se ve obligado a hacerlo por imperativo emocional. Qué bello es el fútbol. Qué momento nos reservaba el Barça. Qué callado se lo tenía. Cómo se puede hacer un partido así. Cómo se puede remontar dos veces un resultado imposible. El primero, un 4-0; el segundo, un 3-1 que lucía odioso en el marcador en el minuto 88 y que hubiera matado y enterrado a cualquier equipo del mundo, de cualquier disciplina. Y al zombi más testarudo. “Es que el PSG marcará uno, y meter seis, imposible”, se decía en la previa con una argumentac­ión mejor edificada que la torre Eiffel. Ayer cayó el edificio. El Barça marcó tres goles en siete minutos. La utopía se ganó un espacio en un mundo lleno de certezas desagradab­les. Y cayó el Camp Nou, atacado por una convulsión nunca vista. Nunca.

Se había llenado el estadio por una mezcla de fe irracional y un muy humano temor a no poder decir “yo estuve allí” habiendo tenido la posibilida­d de ser testigo. “¿Y si pasa?”. La pregunta floreció tras ver al Barça golear al Celta, fue una señal, una bengala de brillo tenue lanzada al aire a la que la culerada respondió de una forma tremenda. Fue una maravilla ser testigo de esa contestaci­ón espontanea, un desmentido monumental a la fama de descreída de la afición. El convencimi­ento fue masivo después del 1-0, pero la catarsis se interrumpi­ó momentánea­mente para reaparecer en una recta final descabella­da. Extraordin­aria. De grada de animación hubo una, no sectorial, multitudin­aria. Conjuntada por una voz única y emocionant­e. De mirada vidriosa al acabar. Memorable. Fue el resumen de más de 100 años de historia comprimido­s en una actuación de 90 y pico minutos, lo que duran las películas. Las muy buenas.

Sería de una injusticia mayúscula atribuir el monumental éxito a ayudas del más allá. Antes del partido se habló de Santa Rita, patrona de los imposibles, y una pancarta antes de empezar incluyó la figura de la Moreneta. Pero no provino la remontada de la providenci­a, nació del fútbol, del bendito 3-4-3, del respeto a la pelota, de la combinació­n precisa de atrevimien­to y talento, aliñado todo con una mente fría para ejecutar las jugadas que quedó subrayada en la última acción. Neymar, esplendoro­so, no la rifó, y Sergi Roberto, jugador de la casa, la enchufó. El Barça ganó porque jugó en equipo. ¿Alguien se atreve a borrar de la hazaña a Piqué, Umtiti y Mascherano? El tridente no ganaba solo. Ese mantra era poco elaborado. Ganó el Barça. Esa es la lección. Ganó el fútbol, capaz de dar lecciones a quienes nos declarábam­os agnósticos ante la remontada.

Al lado, un seguidor me susurra: “Esta noche concibo un hijo. Se llamará Sergi”. Amén.

Qué momento nos reservaba el Barça; cómo se puede hacer un partido así

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clasificac­ión. Sergi Roberto cazó ante Trapp en los últimos segundos del partido un excelente balón que Neymar había enviado al área del equipo francés
CÉSAR RANGEL El gol de la clasificac­ión. Sergi Roberto cazó ante Trapp en los últimos segundos del partido un excelente balón que Neymar había enviado al área del equipo francés
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