El milagro de Sergi Roberto
El centrocampista reconvertido materializa la madre de todas las remontadas
Alfred Hitchcock, el mago del suspense, quedó a la altura de un guionista de segunda fila. La imaginación humana es incapaz de concebir, sin caer en el ridículo, un relato con la puesta en escena, la emoción, la tensión y el apoteósico desenlace como el que se vivió en el Camp Nou. “¡Hemos hecho posible lo imposible!”, celebró la megafonía después de la fiesta en las gradas que sucedió al partido. Fue como la celebración de una final de la Liga de Campeones pero sin confeti. Con mucha más carga emotiva, con la conciencia general de haber asistido a un acontecimiento inverosímil, un milagro. En cualquier caso fue la madre de todas las remontadas, la que figurará en los libros de historia, la que consagra el orgullo de un equipo soberbio, el primero que va a disputar por décima vez consecutiva los cuartos de final de la máxima competición europea. Fue una noche de héroes, una montaña rusa de emociones que será recordada de por vida, no sólo en el Camp Nou, el santuario de la remontada, sino en el mundo del fútbol. De los 180 minutos de la eliminatoria, el Barça sólo estuvo clasificado en los últimos 25 segundos.
No se podía imaginar cuando salió Sergi Roberto con 3-1 en el marcador en el minuto 76, con el equipo al borde de la rendición, que el principal sacrificado de la alineación titular iba a materializar un milagro que sucede en el capítulo de grandes gestas al gol de Iniesta en Stamford Bridge. Luis Enrique reprochó hace unas semanas a Sergi Roberto su falta de osadía de cara al gol. Ayer el centrocampista reconvertido a lateral no dudó en perseguir un balón templado, el último de una noche frenética, introducido al área por el inmenso Neymar. El héroe de la remontada tiene una relación más que especial con la Champions, competición con la que debutó con el primer equipo en el Bernabeu en otra noche para el recuerdo, la de los porqués de José Mourinho después de caer 0-2 en el partido de ida de las semifinales en el Bernabeu en el 2011. Le falta una eliminatoria al Barcelona para volver a alcanzar esta ronda, pero con el orgullo, la actitud y la capacidad de intimidación que exhibió ayer no parece fácil que se detenga antes de la estación de la final de Cardiff.
Todo empezó con un gol en 150 segundos. Hacía días, semanas, que el barcelonismo estaba preparando y visualizando aquel testarazo de Luis Suárez producto de la fe y el oportunismo, cada vez con mayor convicción a medida que se acercaba un nuevo hito para la historia del club. Hernández Hernández, el árbitro del Benito Villamarín, quizá no habría concedido el gol, pero la tecnología europea no dejó lugar a dudas. Si después de toda la parafernalia física y emocional desplegada en los instantes previos al partido quedaba algún aficionado escéptico, acabó convencido de que la utopía estaba mucho más cerca que tres minutos antes. Nunca el Camp Nou había empleado tanta energía como ayer para impulsar al equipo, nunca había influido de manera tan entusiasta y determinante en la gestación de una hazaña.
El PSG no tardó en entrar en estado de miedo escénico y los movimientos frenéticos de su entrenador, Unai Emery, en la banda no ayudaban a sus jugadores a mantener la autoestima que se habían ganado en París. El estadio presentaba exactamente el ambiente que había exigido Luis Enrique. Hipermotivado y entusiasta, el público se concentró en la persecución de la utopía y agrupó sus sentimientos en torno a una gigantesca pancarta: “Tots amb l’equip”. En el gol norte se había desplegado otra enorme y nueva lona de 30 metros presidida por la cifra 1899, el año de fundación del club, los escudos del Barcelona y de la ciudad y una imagen de la Moreneta. Una invocación directa a la patrona del país. Una tercera gran pancarta dio la bienvenida al equipo rival: “Bienvenue à la République Catalane”.
Fueron dos remontadas en una. El Barça y el escenario consiguieron acobardar literalmente a los adversarios –el PSG se hizo esperar para salir a disputar la segunda parte–, pero el gol de Cavani extinguió el entusiasmo en seco –el paso de la exaltación a la decepción en las gradas fue un efecto conmovedor–. Volvió a salir el guionista loco y pasado de sustancias estupefacientes y escribió tres goles más, el último de Sergi Roberto. El héroe de una noche irrepetible.
ANTONI LÓPEZ TOVAR UN AMBIENTE ESPECTACULAR El estadio presentaba exactamente el ambiente que había exigido Luis Enrique FINAL APOTEÓSICO Fue como la celebración del título, sin confeti pero con mucha mayor emotividad UN SUSPIRO El conjunto blaugrana sólo estuvo clasificado en 25 segundos de los 180 minutos de la eliminatoria