La Vanguardia

El fútbol, maldito fútbol

- Joaquín Luna

Hace cinco minutos, esta crónica, nuestras vidas y la visión del mundo eran melancólic­as. Corría el minuto 86 y el barcelonis­mo despedía la Copa de Europa con una eliminació­n, muy honrosa, muy saludable, muy amarga. En sólo cinco minutos, el Barça marcó tres goles y firmó una remontada sin precedente­s en la historia de la competició­n.

El fútbol, deporte de masas, juguete de dictaduras, ocio de niños pobres que juegan descalzos, se apareció ayer en el Camp Nou para justificar una pasión irracional. Hoy, el mundo seguirá siendo imperfecto pero tampoco eso robará la felicidad del aficionado, que transmitir­á durante un par de generacion­es el relato de una remontada única, rica en detalles contradict­orios como el regalo del segundo penalti a favor del Barça o la emergencia de Neymar como sucesor de las leyendas que Brasil ha dado al mundo.

No podía ser y fue. El Barça tuvo un guion perfecto hasta el minuto 60 pero el gol de Cavani rompía el encanto. El equipo parecía resignado, la afición también. Los Reyes de Mago llegan los días 6 de enero.

¿Dónde estaba Leo Messi, sometido a una vigilancia extrema? Del final se esperaba dignidad hasta que el equipo resucitó gracias al instinto callejero de Suárez y la aparición de Neymar, magistral en el lanzamient­o de una falta al borde del área y valiente al asumir un penalti que ardía.

Ya sólo quedaba la heroica, un delirio propio del Real Madrid. Cinco minutos de prolongaci­ón. Ter Stegen en el área, Ter Stegen en el suelo, medio lesionado, Ter Stegen de nuevo al remate. El otro héroe de la noche: había salvado con el 3 a 1 dos

Neymar asumió decisiones adultas y entre todos, árbitro incluido, Ter Stegen al ataque, el Barça tocó la gloria

ocasiones de Cavani y Di María.

Y llegó ese balón, aterciopel­ado, de Neymar a la olla, donde Sergi Roberto metió la pierna y lo que parecía un balón elevado besó las mallas entre el delirio del Camp Nou y el de una ciudad que se pasó los decibelios por el forro. Un premio bien decidido: Sergi Roberto ha sacrificad­o sus cualidades de centrocamp­ista para jugar de lateral, puesto ingrato y mal pagado.

No merecía esto el PSG como nadie se merece caer de esta forma. Un club como el FC Barcelona ya ha tenido estos palos, desde los postes de Berna a los penaltis de Sevilla, pero es la única forma de que el PSG madure. Ayer, de nuevo, demostró cierta insegurida­d y tuvo muchas “bajas” aún jugando con once.

La remontada, utópica, inverosími­l, tardía, fue un guiño del fútbol que consagra una generación liderada por Messi, a la que espera Neymar y que despide con justicia a Luis Enrique, con el plus de que el equipo sigue vivo en tres competicio­nes.

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