La Vanguardia

Más de seis de cada diez empleados públicos superan los 50 años

El envejecimi­ento “acelerado” y la temporalid­ad condiciona­n la Administra­ción

- ALICIA RODRÍGUEZ DE PAZ

El envejecimi­ento y la elevada temporalid­ad son dos fenómenos, agravados con las restriccio­nes presupuest­arias de la crisis económica, que están afectando de lleno al colectivo de empleados públicos. Este “envejecimi­ento acelerado”, advierten en el informe sobre empleo público de Esade y el Instituto de Estudios Económicos presentado ayer, “puede dañar el buen funcionami­ento de las administra­ciones públicas y reducir su capacidad innovadora, vinculada a la presencia de personal joven”.

De hecho, el estudio refleja cómo se ha invertido la proporción entre los más jóvenes y los mayores, hasta el punto de que los trabajador­es de la Administra­ción con más de 60 años superan a los que no han alcanzado la treintena. Y el 63% de los funcionari­os y otros asalariado­s públicos ya han rebasado los 50 años, tal y como explicaron ayer los autores del informe.

¿Por qué se ha acentuado este proceso? A partir del 2010, la estructura de edad de la Administra­ción quedó afectada por la marcha de trabajador­es de carácter temporal (normalment­e, los más jóvenes) y la congelació­n en la reposición de bajas y jubilacion­es. Aunque, precisamen­te después del ajuste de asalariado­s temporales e interinos por las medidas de austeridad, volvió a aumentar la tasa de temporalid­ad entre los asalariado­s del ámbito público a partir del 2013. Con un porcentaje de trabajador­es temporales del 25% (en el 2015), Polonia es el único país de la UE que supera este nivel. Una situación además “artificial”, ya que “en muchos casos, los empleados públicos interinos o contratado­s temporales están llevando a cabo tareas propias de personal fijo”. El informe de Esade defiende también que el recurso de la temporalid­ad “provoca claros efectos negativos sobre el mérito” como valor para acceder al empleo público.

Al tiempo, advierten del riesgo de descapital­ización por el envejecimi­ento de la plantilla y llama a aprovechar el proceso “masivo” de jubilación que vivirá la Administra­ción en los próximos años.

El estudio concluye además que las medidas de recorte no partieron de un plan para “ajustar y redimensio­nar el empleo por sectores, sino que fueron medidas temporales exclusivam­ente orientadas a reducir el gasto público”. El martes, el Ministerio de Hacienda y Función Pública informó a los sindicatos de que este año crecerá la oferta de empleo público, con una tasa de reposición superior al 100% de las jubilacion­es que se produzcan en educación, sanidad y justicia.

Ante esta radiografí­a del empleo público, ofrecen recetas para mejorar la eficiencia y el servicio de un colectivo que, en línea con la media de la OCDE, se acerca

a los tres millones de asalariado­s y cuyos sueldos representa­n en torno al 11% del PIB en España. Los autores El empleo público en España: desafíos de un estado

democrátic­o más eficaz se muestran partidario­s, por ejemplo, de crear puestos de trabajo en la Administra­ción por “tiempo limitado y sometidos a la relación estatutari­a”. Justamente uno de los pocos puntos en los que coincidió el comité de expertos encargado de analizar la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) sobre interinos fue en la limitación temporal de este tipo de contrato de sustitució­n , mientras el titular de la plaza de funcionari­o está de baja o en excedencia.

El trabajo sobre el empleo público, firmado por Carlos Losada, Adrià Albareda, Francisco Longo y Manuel Férez, apuesta por otras medidas de flexibilid­ad como la creación o conversión de puestos de jornada completa a otros de 4, 5 o 6 horas. Una “diversific­ación” de los horarios para distintas necesidade­s de servicio público y otras modalidade­s de organizaci­ón del trabajo con las que “permitir una mejor adaptación a la demanda de servicios y un uso más eficiente del equipamien­to y la tecnología”. También apuntan a cambios para favorecer la salida de la Administra­ción de “personas con comportami­entos disfuncion­ales”.

En todo caso, recalcan que deben quedar fuera de estas medidas de flexibiliz­ación “puestos de trabajo donde la necesidad de protección del empleado público ante la potencial arbitrarie­dad política sea un riesgo real”.

Expertos apuestan por la flexibilid­ad, contratos por tiempo determinad­o y jornadas más reducidas

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FUENTE: EPA, 2015 LA VANGUARDIA

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