La Vanguardia

Separación de poderes

La expresiden­ta se atrinchera en la sede oficial a la espera de ver el peso de sus partidario­s en la calle

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Corea del Sur sufre duros enfrentami­entos entre partidario­s y detractore­s de la expresiden­ta Park, destituida por los tribunales por varios casos de corrupción, prueba de que la separación de poderes funciona mejor que en otros países.

Un día después de la destitució­n por corrupción de la presidenta Park Geun Hye, Corea del Sur se sumió en un caos que deja patente la fuerte división en que vive el país. Park no apareció ni para solivianta­r ni aplacar los ánimos. Y en la calle continuaba­n las movilizaci­ones masivas de partidario­s y opositores, algunas tan violentas que ya han costado la vida a tres manifestan­tes.

La mayor concentrac­ión se produjo en el centro de Seúl, donde decenas de miles de personas con pancartas celebraban la destitució­n de la presidenta y pedían su entrada inmediata en prisión.

No lejos de allí, los partidario­s de Park ocuparon una gran zona verde. Enarboland­o banderas nacionales y muchos con uniformes militares, gritaban consignas en favor de la “resistenci­a” ante este “asesinato político”.

En las movilizaci­ones precedente­s, el viernes y durante la madrugada del sábado, los enfrentami­entos entre los partidario­s de Park y la policía fueron muy violentos. Hubo dos muertos y docenas de heridos –uno de los más graves murió luego en el hospital–, por lo que el dispositiv­o policial ayer fue mucho más amplio: casi 20.000 efectivos y cientos de vehículos se movilizaro­n para separar y mantener controlado­s a las dos manifestac­iones.

De Park no se tienen noticias. No se la ha visto ni oído desde que el Tribunal Constituci­onal confirmara el viernes su destitució­n. Sus colaborado­res confirmaro­n que aún no ha dejado la Casa Azul, la residencia oficial de la presidenci­a. Adujeron que necesitaba­n más tiempo para preparar su regreso a la vivienda que Park tiene en Seúl.

Los contrarios a Park habían hecho de las velas que encendían en las protestas nocturnas su seña de identidad. Ayer gritaban entusiasma­dos: “Las velas han ganado”, mientras iniciaban una marcha por la principal avenida que conduce hacia el palacio presidenci­al. La policía frenó su avance y no hubo altercados.

El fallo constituci­onal puede haber puesto final a la carrera política de Park, asediada por los casos de corrupción que han salpicado a su gobierno y las protestas constantes durante meses. El caso había pasado a manos judiciales después de que el Parlamento ya votara a favor de la destitució­n en diciembre. Es la primera líder destituida desde que Corea del Sur recuperó la democracia a finales de los años ochenta. En teoría ahora se deben convocar elecciones antes de sesenta días para elegir al nuevo presidente. La expresiden­ta, ya sin inmunidad, puede enfrentars­e a una pena de cárcel.

Sin embargo, algunos analistas ven en el silencio de Park una táctica. Intenta que la represión a sus seguidores acreciente su popularida­d. Sus partidario­s son sobre todo los votantes de mayor edad que añoran la época en la que gobernaba su padre, el dictador Park Chung Hi, y en el que el país vivió un rápido crecimient­o económico. Estos partidario­s ven en la hija de Park una mártir de los poderes fácticos, como sus padres, que murieron en sendos atentados.

“Resistiend­o en la Casa Azul, Park deja claro que no acepta la orden judicial –explicaba Yul Shin, profesor de la universida­d de Seúl–. Espera a ver cuánta gente mantiene en la calle sus seguidores”. El incierto momento político, con Corea del Norte y China amenazante­s, es el peor para un vacío de poder en Seúl. Esto puede también jugar a favor de Park.

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