PASAR LA TARDE SECUESTRADO
El juego de las escape rooms da un paso más y ofrece la posibilidad de vivir (o sufrir) un secuestro.
Un parking, una furgoneta, dos enmascarados y un grupo de personas (mínimo tres, máximo cinco) dispuestas a vivir una experiencia única. Arranca el escape
room. Un juego, sí Pero con una desmesurada y cuidada dosis de realidad. Tanta que los jugadores acabarán metidos, sin saber muy bien cómo, en el papel de rehén hasta el punto de tomarse muy en serio su objetivo, que no es otro que escapar. Los secuestrados son obligados a subirse a la furgoneta que los llevará a la guarida de sus captores. Encerrados en una habitación tendrán una hora para huir. Sesenta minutos en los que esos jugadores trabajarán en equipo (premisa crucial en estas experiencias) para descifrar infinidad de enigmas y superar alguna que otra situación tensa, con motosierra incluida. Cada pista resuelta es un paso hacia la libertad. Y hasta ahí se puede contar. Los espoilers, en este mundo, son poco menos que un crimen.
Los juegos de escape room viven en medio mundo su época más dorada. En Barcelona se calcula que hay alrededor de sesenta salas pensadas para vivir esas situaciones de encierro (un centenar en el área metropolitana) cuando hace dos años no pasaban de la docena. Habitaciones cuidadosamente decoradas para recrear variopintos escenarios (un psiquiátrico, una prisión, un zulo de terroristas, una nave del futuro, una casa de un psicópata, una calle ambientada en el lejado oeste...) con historias y misterios que hay que resolver, muy creíbles y adaptadas a la temática de esos escenarios.
La cosa, a priori, no puede presentarse con más simplicidad. Se encierra en una sala a un grupo de personas y tienen una hora para encontrar la llave o la pista que volverá a abrir la puerta de esa habitación. Aunque, una vez dentro de ese habitáculo, el asunto adquiere otro cariz. El trabajo en equipo (muchas empresas descubren habilidades ocultas en sus empleados con ese juego) resulta primordial. La lógica y el ingenio se disparan cuando empieza el encierro. Hay que investigar entre esas cuatro paredes, resolver enigmas, buscar objetos, descifrar combinaciones, encontrar pistas en mensajes, objetos, comida o bebida a los que en principio no se presta ninguna atención. Y todo tiene relación con una historia (un mafioso que quiere matarlos, un asesino que actuará si no abren la puerta a tiempo, secuestradores que no dudarán en usar la violencia, un bomba que estallará en caso de no encontrar la salida...) pensada para dotar a la experiencia de la máxima realidad posible.
Pero si la cosa va de descargar adrenalina, la iniciativa de Bruno y Alex (el macarra y el moldavo) inventores de un secuestro real en el arranque del escape room , se lleva en Barcelona la palma. Son los creadores de la empresa Kidnapped in Bcn, que han dado una vuelta de tuerca al juego al iniciar su historia en un parking.
“Es como una obra de teatro”, afirma Bruno. Cuando los jugadores llegan al punto de la cita aparecen de repente el macarra y el moldavo y los secuestran. En esos primeros minutos pasan muchas cosas, que tampoco se pueden contar. Bruno sólo desvela que una situación en principio dramática “pasa a convertirse en segundos en algo muy divertido, con momentos que sorprenderán a esos rehenes, incluso a aquellos que sepan ya de antemano que van a ser secuestrados”. ¿Cómo se consigue eso? Hay que vivirlo para saberlo.