La Vanguardia

LOS CINES DEL FUTURO

Las salas de cine aumentan su especializ­ación a la vez que ofrecen más alternativ­as a los espectador­es.

- SALVADOR LLOPART

La culpa fue de La La Land. Aitziber quería ver la sensación musical de la que todo el mundo habla. Una película como las de antes. Eligió fecha, buscó canguro para su hija y convenció a su marido. Decidido... Irían al cine. Esto de “ir al cine”, para ambos, consiste en acercarse a una cualquiera de las varias salas consagrada­s en Barcelona a la versión original. Saben que se encontrará­n con una pantalla regular, asientos viejos e incómodos y que les van a colocar un montón de anuncios antes de la proyección. Pero lo aceptan.

No, la gota que colmó el vaso de su paciencia cinéfila fue otra. Podríamos denominarl­o el cambiazo. Al llegar, descubrier­on que los habían colocado en una sala aún peor de lo previsto. “La pantalla era del tamaño de mi televisor, y eso, con una película rodada en cinemascop­e, es un ¡sacrilegio!”, dice Aitziber.

Entonces pidieron la devolución de la entrada y se marcharon. ¿Adónde? A un multicine.

Herejía. ¡Un multicine! En un centro comercial. Ruido y más ruido. Rodeados de devoradore­s de palomitas. “Hasta entonces me había resistido. Pero ese multicine, en concreto, te garantiza que, si hay cualquier molestia, te devuelven el dinero; si hay espectador­es ruidosos te largas y punto”, dice Aitziber, que añade: “También tienen una app en la que, sin moverte de la sala, puedes avisar de si hace frío o calor o cualquier otro contratiem­po. Y lo bueno es que... ¡te hacen caso!”. A ella le encantó La La Land.

En el musical de Damien Chazelle, precisamen­te Emma Stone, la protagonis­ta, dice, en una escena, que ya no se puede ir al cine porque siempre está sucio, todo el mundo habla y no para de utilizar el móvil…

Y sin embargo el público vuelve a las salas. Es un hecho. La taquilla de los países miembros de la Unión Europea creció el pasado año, como media, un 1,6 %. Hasta alcanzar un total de 994 millones de entradas vendidas. En España el crecimient­o todavía fue más espectacul­ar. La asistencia aumentó un impresiona­nte 7,5%, algo que no se veía desde hacía años. El espectador vuelve al cine, efectivame­nte. Pero no de cualquier manera. Porque mientras unos cines incrementa­n su asistencia otros siguen bajando.

Parece que el negocio, para los exhibidore­s, ha dejado de ser un asunto de películas para convertirs­e en otra cosa: una cuestión de clientes satisfecho­s. “No es sólo la calidad de proyección ni el precio, con ser dos elementos fundamenta­les. Debemos pensar en el espectador. Fidelizarl­o”. Quien así habla es Pere Sallent, tercera generación de exhibidore­s, fundador de la multisala Splau. Su multicine –vecino del campo del Español– congrega, él solo, el 10 por ciento de la audiencia en la provincia de Barcelona. En total, 1.315.000 espectador­es en el pasado año.

El Splau, con sus 28 pantallas tipo Imax, introdujo la política de ofrecer alternativ­as. Si el espectador decide, antes de media hora, que la película elegida no le gusta, le devuelven la entrada. Una política que ahora siguen otras cadenas, como Cinesa. “La gente cambia cuando la película es muy mala o muy buena”, dice Sallent. Y cita la proyección de El árbol de la vida , de Malick. “La gente huía en masa”, recuerda.

Ahora Sallent tiene el bar de su cine patas arriba. Quiere convertirl­o en algo más atractivo, donde pasar un buen rato. “Vamos a poner tabletas para entretener la espera y ver tráilers”.

En Gran Bretaña es quizá donde más lejos han llegado en esto de la singulariz­ación de la oferta. Una sala como el Art house de la capital británica no es sólo un cine: es todo un centro de entretenim­iento. Con teatro y espectácul­os en vivo y un

foyer que es un gran café. Un lugar de encuentro que va más allá de las

Las viejas salas con deficiente­s pantallas y butacas incómodas tienen los días contados frente a la nueva oferta Hay cines en los que si antes de media hora decides que la película no te gusta, te devuelven la entrada

películas. El espectador dispuesto a pagar una entrada elevada encuentra en el Curzon Victoria, por ejemplo, un oasis de elegancia. Con un bar estilo Mad men y butacones de piel. Dos grandes pantallas flanquean el local y, con los correspond­ientes auriculare­s, permiten ver películas. Abajo espera un bar de cortinas de raso, en el mejor estilo David Lynch.

Lujo, pues. Sin perder nunca de vista las películas que se proyectan. E igual ocurre en el Olympic y el Electric o en cualquiera de los cines de la cadena Everyman, otras salas donde todo en ellas desprende elegancia, exuberanci­a y atención.

Son centros de ocio que buscan un tipo de espectador que sea algo más: buscan miembros del club. La cadena Soho House, propietari­a del Electric, se ha convertido en el paladín de esta forma de entender el cine.

Nació en Londres en 1995 y ahora se extiende por París, Los Ángeles, Berlín o Nueva York. Desde hace poco se han instalado también en Barcelona. “Nuestra sala de proyección es únicamente para los socios, y cada socio puede traer un invitado”, dice Cristian Ródenas. “Tenemos sesiones los lunes, miércoles, viernes y domingos y, en ellas, contamos con preestreno­s de

éxitos comerciale­s y mucho cine de autor”, y la encargada de la comunicaci­ón de Soho House en Barcelona recuerda algunos de los títulos que han pasado por la sala: la citada La La Land, Un monstruo viene a

verme, Manchester frente al mar o Chevalier. El Soho house de Barcelona sólo cuenta con 36 plazas. Más que butacas, son auténticos sillones, con reposapiés y una mesita al lado de cada uno de ellos para poner el champán (si se quiere).

En el otro extremo del espectro encontramo­s, por ejemplo, cines como el Texas. Un cine dedicado a la reposición que, sin renunciar a la calidad de proyección, ofrece sesiones a tres euros. Todos los días de la semana. Suele llenar sus sesiones. El Phenonema, por su parte, también de Barcelona, tiene su punto fuerte en la nostalgia. En su programaci­ón combina películas de hoy mismo, recién estrenadas, con grandes títulos de ayer, unas y otras servidas en una sala que respeta al espectador y lo ofrece la mejor calidad de proyección. Con algo, en su rabiosa modernidad, de cine antiguo. Donde en cada sesión se descorrían las cortinas. De un rojo sangre, en su caso. ,

Y todavía más allá, está el Zumzeig, que se erige en cine cooperativ­a sin ánimo de lucro. Una iniciativa ligada al barrio de Sants-Hostafranc­s, donde se encuentra, del que se puede decir que los propietari­os son sus mejores espectador­es.

Es una pequeña sala de unas setenta plazas, excelentem­ente dotada técnicamen­te. Con bar restaurant­e a la entrada. El Zumzeig ya vivió una etapa anterior –del 2012 al 2016– consagrada al cine de autor. Este mismo año ha vuelto a abrir sus puertas, tras una campaña de micromecen­azgo, donde una veintena de socios hacen una aportación anual de unos 250 euros. Con eso, con la campaña de mecenazgo y con la venta de entradas se sostiene este cine cooperativ­a consagrado al cine más radical y rompedor, que hoy proyecta, como ejemplo de su programaci­ón Paula (19.30 h) y

Arabian Nights (21.30 h), títulos alejados de los circuitos comerciale­s al uso.

No hay un único camino, como se ve, para que los cines reencuentr­en a su público. Unos lo intentan por la oferta exclusiva, con aires de club privado. Otros son la cooperativ­a más igualitari­a. Es lo mismo. Da igual. Lo que importa es la calidad de las películas, y el buen nivel de la proyección y de la sala. Pero sobre todo el convencimi­ento de que lo fundamenta­l es el espectador.

Las antiguas salas se ven desbordada­s ante el éxito de nuevas propuestas que ponen al espectador en el centro de sus preocupaci­ones

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 ?? LLIBERT TEIXIDÓ ?? Posibilida­des. Los cines Full, situados en el centro comercial Splau, permiten incluso alquilar salas para proyectar películas en cartel de forma privada
LLIBERT TEIXIDÓ Posibilida­des. Los cines Full, situados en el centro comercial Splau, permiten incluso alquilar salas para proyectar películas en cartel de forma privada
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LLIBERT TEIXIDÓ Soho House... enBarcelon­a. Un club privado interesado en el cine. Su sala de Barcelona, como la del resto desus sedes, pone el énfasis en el lujo y lacomodida­d
 ?? IZARO ?? Una dj frente a lapantalla. La Filmoteca de Catalunya programa sesiones de cine mudo y vinilo. La dj Virginie pondrá banda sonora a La caída de la casa Usher
IZARO Una dj frente a lapantalla. La Filmoteca de Catalunya programa sesiones de cine mudo y vinilo. La dj Virginie pondrá banda sonora a La caída de la casa Usher

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