La Vanguardia

“Lo mejor para combatir a los yihadistas es no crearlos”

François Burgat, politólogo experto en islamismo

- ISABEL RAMOS RIOJA Barcelona

Veinticinc­o años ha vivido François Burgat en el mundo árabe: Argelia, Yemen, Siria y Líbano, entre otros países. El politólogo francés experto en islamismo pronunció en Barcelona una conferenci­a sobre El islam político tras las primaveras árabes, invitado por el IEMed. “I have a dream: no hablemos de islamismo cuando hablemos de nuestros vecinos; centrémono­s en otro tema”, dijo.

¿Cómo ha evoluciona­do el islamismo desde que empezó a estudiarlo a finales de los setenta? El territorio del islamismo era la zona de contacto entre Occidente y el mundo musulmán, una zona de tensión. Desgraciad­amente, hace 30 años que me preguntan si el islam es compatible con la democracia. No sólo el estado de ánimo de los occidental­es no ha evoluciona­do sino que se ha crispado. Y hay un proceso, en mi opinión inexorable, de ir hacia los extremos por los dos lados. La toma de Mosul, el hundimient­o del Estado iraquí en beneficio de la franja más extremista del espectro político iraquí ha marcado la primera etapa de la ubicación en el centro de los extremos. Tenemos como eco una crispación de identidad que se manifiesta de manera estruendos­a en las elecciones americanas y en la transforma­ción del cuerpo electoral en Europa. La componente mayoritari­a de los movimiento­s islamistas acepta hace mucho la compatibil­idad entre el islam y la democracia. Hay incluso discursos islamistas que dicen que fueron ellos quienes inventaron el concepto, la shura (consejo consultivo), que está en el Corán. Y hay islamistas que la rechazan. La palabra islamismo ya no es práctica desde el punto de vista científico porque se usa para describir a Rashid Ganushi, el tunecino que participó en la adopción de la Constituci­ón más democrátic­a y más laica del mundo árabe, y en el otro extremo está Abu Bakr el Bagdadi.

En su conferenci­a denunció la obsesión occidental por los islamistas y las primaveras árabes. Deberíamos interesarn­os por la actuación del autoritari­smo de la región. ¿Quién ganó en Egipto? No perdieron los islamistas, ganó el autoritari­smo. Las primaveras nos enseñan a respetar una temporalid­ad más larga que la que imaginada. La revolución francesa también necesitó tiempo. Las primaveras parirán con dolor institucio­nes que desempeñen el papel que no han podido desempeñar hasta ahora, con el colonialis­mo y, luego, con el autoritari­smo.

¿Será Europa y Occidente en general el escenario prioritari­o de batalla del Estado Islámico? El aplastamie­nto de la base territoria­l de Daesh no será el final de su problema. Ya sabemos que asistimos a un proceso de vuelta a la clandestin­idad, desgraciad­amente es bastante verosímil que este problema que no hemos sabido resolver en Irak y en Siria se desplace y se eternice.

Francia ha reconocido el fracaso de los programas de desradical­ización de jóvenes. De entrada, la mejor manera de combatirlo­s es dejar de producirlo­s. Los mayores fabricante­s de yihadistas del mundo son, para mí, los estadounid­enses y, después, los europeos. Es un contrasent­ido metodológi­co centrar el problema de la violencia en la islamologí­a y querer sustituir una ideología radical por otra ideología. Lo importante es deconstrui­r la disfunción institucio­nal que hace que alguien necesite una ideología radical. Hay que entender por qué el joven que tiene la elección entre numerosas maneras de apropiarse la religión en la política elige la expresión excluyente, binaria, conflictiv­a. La respuesta está en el funcionami­ento de la sociedad.

Aparte de musulmanes radicaliza­dos hay conversos que han adoptado directamen­te el yihadismo. Los conversos son gente que coge el tren en marcha. David Thompson ha hecho un trabajo sobre el terreno en Francia (Les revenants), con una muestra de 18 jóvenes franceses que han regresado de Siria. Dice que entre los conversos hay más Kevin (nombre muy popular) que Jean-Eudes (nombre aristocrát­ico). La mayoría de los conversos proceden de la misma periferia social de exclusión que los musulmanes. Y que, aunque hay diversas motivos hay dos palabras presentes en sus explicacio­nes: humillació­n y dignidad.

¿Ha fracasado definitiva­mente el islam político, como han dicho algunos estudiosos? Fue anunciado dos veces. Una, en 1995 y otra, en la primera semana de la primavera tunecina, cuando hubo quienes decían que no votarían a quienes no habían estado allí desde el primer momento. Unas semanas después triunfaban los islamistas y también en Egipto.

¿El yihadismo es un hijo del islamismo o una manipulaci­ón? El yihadismo no es algo ajeno al islam. Estas sociedades hacen de la terminolog­ía del islam que, antes que una religión es una cultura local, home made y la cultura de sus ancestros, algo central. Pero grandes fabricante­s de yihadismo son también los regímenes árabes autoritari­os como Bashar el Asad, Abdulfatah al Sisi, que se han beneficiad­o del miedo occidental para legitimar su absolutism­o.

“En Egipto no perdieron los islamistas, ganó el autoritari­smo” “Hay islamistas que niegan la democracia y otros que dicen que está en el Corán”

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XAVIER CERVERA François Burgat durante su visita a Barcelona esta semana

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