La dudosa candidatura de Mas
La ley electoral considera inelegible a un condenado por delitos contra la administración, aunque la sentencia no sea firme
“No sé qué obsesión hay con querer apartarme definitivamente de la política y menos en pleno proceso soberanista”. Artur Mas esgrime su patrimonio político pero en el PDECat aumentan los que buscan un cartel electoral alternativo. El expresidente de la Generalitat prefiere ser el 129 president y se aferra a su papel como referente del independentismo como antídoto contra las plagas que asaltan a la antigua CDC.
“¿Quiere más autocrítica que cerrar un partido político?”, insiste cuando la herencia de malas prácticas ha iniciado su gira indefinida por los juzgados. Mas pone la mano en el fuego por sus responsables de finanzas mientras él se dedicaba a “ganar elecciones”. Pero la sombra de la supuesta financiación ilegal de Convergència impide ver el sol a la nueva formación. Daniel Osàcar dejó de ser el tesorero en el 2011 y, con la sede amenazada de embargo, la dirección del partido se esforzó en escenificar una ruptura con el pasado. “No conocemos a Osàcar”, presumían en una reunión con tres periodistas. Cuando abandonaban la sede convergente y se abrió el ascensor, se dieron de bruces con... Osàcar. Y así hasta el PDECat.
Mas no se plantea abandonar la presidencia del partido. De hecho, habría que tener en cuenta el balance de beneficios. La salida del expresident que la CUP quiso enviar a la papelera de la historia no supondría un borrón y cuenta nueva. La experiencia es el caso Pujol. Quizás Pujol pactó con Mas asumir “toda la mierda. En el partido tiene que quedar poca”, pero la que queda…
Con el 3 o el 4% sobre la mesa, está por ver la reacción del independentismo ante una más que posible condena por el 9-N. Las banderas ya no tapan corruptelas y el valor político de Mas para el soberanismo también está en juego en la Audiencia de Barcelona. ERC prefiere no cebarse ahora con Mas. Hay demasiada gente ansiosa en ello y en su autoadjudicado papel de casco azul del proceso, opta por “no hacer leña del árbol caído”.
Tras la confirmación de que Carles Puigdemont no desea ser candidato a la presidencia, Mas no se descartó para evitar la imagen del líder abandonando un barco a la deriva. La opción de su candidatura, como cabeza de lista o reforzando un equipo, tiene tantos adeptos como detractores en el partido aunque entre éstos nadie se atreve a explicitarlo en público. Por el contrario, en el entorno del expresident no faltan interesados en que vuelva a la carrera electoral sin atender a los posibles impedimentos formales. Desde el juicio del 9-N, Mas ha multiplicado su presencia pública, sus viajes a Oxford y Harvard han sido publicitados desde la Presidència de la Generalitat, y despacha con arrogancia las acusaciones de irregularidades. Mas se enroca políticamente, pero entre los juristas hay dudas más que razonables de que pudiera llegar a ser candidato en caso de condena del TSJC.
La inhabilitación especial para ejercer cargos públicos por un delito de desobediencia o prevaricación –tal y como solicita el fiscal– le impediría formar parte de una lista. El problema no es el Código Penal, sino el régimen electoral. En 2010 el Congreso aprobó una reforma legal para cerrar el paso a las candidaturas de la antigua Batasuna, pero UPyD coló una enmienda que después muchos consideraron “una trampa”. El nuevo artículo 6.2b de la Loreg señala que los políticos condenados por delitos contra la administración pública, aunque el fallo no sea firme, no podrán integrarse en las listas electorales. Así que Mas se quedaría sin margen en espera del Supremo. Una obsesión como otra cualquiera...