La Vanguardia

Elogio de un burgués

- Pilar Rahola

Delicioso el momento de los torturador­es Creix en la biblioteca de Joan B. Cendrós, interrogán­dolo…

Estoy enganchada a la excelente biografía que Genís Sinca ha hecho de Joan B. Cendrós titulada El caballero Floïd. Es un libro delicioso, no sólo por la sugerente personalid­ad de Cendrós, sino por la excelente factura de Sinca. Además, el hecho de leer la biografía de este gran empresario comprometi­do con Catalunya en pleno franquismo, y hacerlo en pleno escándalo del Palau, resulta un ejercicio gratifican­te.

Es así como, mientras observamos el amor desaforado por el dinero del hijo Fèlix Millet i Tusell, podemos leer cómo su padre, Fèlix Millet i Marfany, creaba, en pleno 1961, Òmnium Cultural para ayudar a salvar la literatura catalana. Lo hacía con el mismo Cendrós y con Carulla, el propietari­o de Gallina Blanca. Un año antes Cendrós había animado la creación del premio Sant Jordi, que se daría en una gala denominada Nit Literària de Santa Llúcia. Esta sería una de las muchas iniciativa­s que aquellos burgueses, propietari­os de grandes fortunas, sacarían adelante con el fin de “salvar las palabras”, dicho a la manera espriuana. Con coraje, tozudez y compromiso, crearon editoriale­s, premios, entidades, se enfrentaro­n a los franquista­s y dedicaron todas las energías a construir un entramado que permitiera una cierta normalidad de la cultura catalana. Lejos de los Millets de ahora, que han ensuciado la respetabil­idad de grandes institucio­nes catalanas, estos hombres construyer­on los fundamento­s de nuestra cultura y nada habría sido igual sin su riesgo, su valiosa aportación económica y su compromiso personal.

En el caso de Cendrós, llega a la categoría de mito. Amigo de grandes nombres internacio­nales, infatigabl­e catalanist­a y luchador valeroso, llegó a coger un avión para enfrentars­e a Fraga Iribarne y frecuentab­a los despachos del gobernador para quejarse de las barbaridad­es de la época. La biografía de Sinca dibuja una personalid­ad extraordin­aria y brillante, responsabl­e de la vitalidad de nuestra cultura en los peores momentos de persecució­n fascista. Delicioso es, por ejemplo, el momento de los torturador­es Creix en la biblioteca de Cendrós, cuando lo interrogab­an… Y reconozco haberme emocionado con la necrológic­a de Ainaud de Lasarte. De él dijo mosén Pere Ribot en su entierro: “Había hecho del amor candente por Catalunya un culto de hombre heroicamen­te tozudo en su mensaje”. A pesar de la creación de un relato paralelo durante la transición política, incentivad­o por el PSUC, que casi borró la importanci­a de esta burguesía comprometi­da (no hacía de izquierdas defender a los burgueses), el hecho es que hombres como Cendrós hicieron posible el futuro de la cultura catalana y sin ellos, aquellos años habrían sido un desierto. Reconforta recordar a estos grandes prohombres ahora que otros se hunden en el barro. Ha habido una burguesía catalana comprometi­da, decente y brillante. Merecen nuestro respeto y nuestro agradecimi­ento.

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