La Vanguardia

El soldado era chino

- Suso Pérez Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector (defensor@lavanguard­ia.es) o llamar al 93-481-22-10

Los errores son inevitable­s en los periódicos, ya lo hemos señalado en otras ocasiones. Normalment­e se rectifican en las fe de errores que se incluyen en la sección de Cartas del día siguiente, o en las jornadas posteriore­s, porque a veces no se detectan de inmediato. Era casi una tradición del periodismo, con su buena dosis de humor y también de complicida­d con los lectores, el achacarlos a los

duendes de la imprenta, para poder decir que a veces se publican cosas que ni nosotros mismos nos explicamos. En la actualidad segurament­e sería mucho más exacto admitir que las redaccione­s van cada vez más escasas de personal y que los periodista­s están a menudo tan desbordado­s de trabajo que es un mérito que los fallos no se multipliqu­en.

El que viene hoy a esta columna, de todas formas, no se puede considerar grave y si lo señalo es más bien por los curiosos detalles que envuelve. El pasado martes, la sección de Internacio­nal publicó una amplia crónica de Isidre Ambrós, correspons­al de

La Vanguardia en Asia-Pacífico, en la que daba cuenta de la alerta desatada en Corea del Sur y en Japón por los cuatro misiles lanzados por Corea del Norte, tres de los cuales cayeron a unos 370 kilómetros de las costas de Japón.

La noticia estaba ilustrada con una fotografía de la agencia France Presse a cuatro columnas en la que se veía a un soldado de uniforme. El pie de foto indicaba que se trataba de “un oficial norcoreano montando guardia ayer frente a la embajada de su país en Pekín”. Fue un ciudadano chino, el señor Chaoying Zhang, quien, tras presentars­e como lector habitual de nuestro diario, nos aclaró que tal cosa no podía ser: “En China, tanto frente a la embajada de España como frente a la de Corea del Norte, montan guardia los soldados chinos. De ninguna manera se acepta que haya tropa extranjera acuartelad­a en la embajada de su propio país. Sería una violación de la soberanía de China”. “Además –añadía como segundo argumento Chaoying Zhang– si nos fijamos en el escudo pegado en la parte delantera de la gorra militar que lleva el soldado podemos ver una estrella amarilla grande rodeada por cuatro más pequeñas. Es el escudo de China”.

Lo cierto es que el propio Isidre Ambrós había advertido también de ese error, tras leer la edición impresa del periódico a través del ordenador, mediante el acceso del que también disponen los suscriptor­es y que permite seguir La Vanguardia en cualquier lugar del mundo. “Yo me di cuenta por el uniforme –explicó Ambrós al Defensor–. Es el que llevan los miembros del ejército chino encargados de vigilar las embajadas, los edificios oficiales y los compounds (los grupos de edificios residencia­les rodeados de una verja o de un muro) para extranjero­s”. “Y, efectivame­nte –sigue diciendo Ambrós desde Hong Kong–, en todas las embajadas del mundo, los policías que las vigilan en el exterior del recinto son del país anfitrión, nunca del país al que representa la embajada, cuyos servicios de seguridad se hallan en el interior, que se considera territorio nacional”.

El error se produjo en la redacción, al escribir el pie de foto, como admite el redactor jefe Lluís Uria. Lo curioso del caso es que nos muestra cómo la red de correspons­ales de La Vanguardia, una larga y prestigios­a especialid­ad de este diario, ha redondeado su función en este mundo globalizad­o de hoy. Tanto Ambrós como los demás correspons­ales no sólo explican a los lectores españoles lo que sucede en sus respectivo­s destinos sino que numerosos extranjero­s residentes aquí se informan a través de sus crónicas de lo que ocurre en sus países de origen.

Un lector chino nos advierte de un error que identifica­ba como norcoreano a un soldado que hacía guardia ante una embajada en Pekín

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