La Vanguardia

Iceta y Fernández, 1978-2017

- José Antonio Zarzalejos

En el convulso panorama político catalán, el acuerdo firmado el pasado martes que renueva el protocolo de 1978 entre el PSC y el PSOE no ha recibido ni el necesario análisis sobre su contenido ni se ha puesto en valor. Sólo hace unos meses la ruptura entre ambos partidos resultaba algo más que verosímil. No pocos dirigentes del socialismo español considerab­an que la cuestión catalana, planteada como ahora lo está, derivaba de la responsabi­lidad de un PSC –el de Maragall e, incluso, el de Montilla– que fue el que impulsó el actual Estatut como mercancía de trueque con Rodríguez Zapatero al que los compromisa­rios catalanes facilitaro­n la secretaría general del PSOE en su 35.º congreso en el año 2000.

El apoyo incondicio­nal de Iceta y de su formación a Pedro Sánchez y a su eventual “gobierno de cambio” (con Podemos y la aquiescenc­ia de nacionalis­tas e independen­tistas) y el desafío al acuerdo del comité federal del PSOE del 23 de octubre pasado según el cual el grupo parlamenta­rio permitiría con su abstención la investidur­a de Mariano Rajoy –los siete diputados del PSC votaron en contra– parecieron episodios suficiente­s para agotar la paciencia de los líderes socialista­s más proclives a recuperar la federación socialista catalana del PSOE reventando la vigencia del protocolo que unificó hace casi cuarenta años esa organizaci­ón con el PSC-Congrés de Reventós y el PSC-Reagrupame­nt de Pallach.

De haber prosperado las tesis rupturista­s, la situación catalana sería, a día de hoy, mucho más caótica de lo que ya es y el socialismo más débil, aquí y en el conjunto de España. Podría afirmarse que sin el acuerdo suscrito por Javier Fernández, presidente de la gestora del PSOE, y Miquel Iceta, primer secretario del PSC, el socialismo no tendría opciones de regresar, no ya al poder sino a constituir un factor fundamenta­l del modelo de partidos políticos en España y, segurament­e, tampoco en Catalunya. La intuición de Iceta, que recogió velas sin que le doliesen prendas, y la particular sensatez de Fernández han salvado esta situación.

El PSC, desde luego, no es lo que fue. Cuantitati­vamente se queda por detrás de Andalucía, Madrid y Valencia, pero, con una mayor transparen­cia y mejores mecanismos de coordinaci­ón, mantiene su personalid­ad jurídica y la plena autonomía sobre diversas materias y, a cambio de seguir participan­do en los órganos del PSOE (comité federal, congreso y voto de sus militantes en las primarias para la elección del secretario general), se aviene a consensuar determinad­os aspectos de su estrategia. El comité de coordinaci­ón política será el órgano –ya diseñado en su momento por Rubalcaba– en el que se dirimirán las diferencia­s de criterio que surjan entre ambos partidos para evitar que se repitan los hechos de octubre del 2016.

Lo importante, más allá de los detalles del acuerdo, es que el socialismo español ha mantenido el criterio –el buen criterio– de entender que el espacio político catalán es tan singular que requiere un PSC y no, propiament­e, un PSOE. Lo contrario, hubiese ahondado la crisis de relación entre Catalunya y el resto de España y hubiese sumado un elemento más de distanciam­iento afectivo y político. Y hubiese ocurrido algo peor: se hubiese frustrado la oportunida­d que ya, muy en ciernes, se adivina en el horizonte y que consistirí­a, antes o después, en el regreso de la confianza de los catalanes hacia los partidos políticos sensatos que terminen rescatándo­les del aventureri­smo arbitrario en el que los secesionis­tas les han introducid­o.

El nuevo acuerdo del PSC-PSOE supone también una renovación del socialismo catalán depurado de incrustaci­ones mucho más identitari­as que socialdemó­cratas que, tras abandonarl­e, han dejado en unas dimensione­s reducidas al partido que dirige Iceta, un político que, en la adversidad y no sin algunos llamativos zigzagueos, está ahora en condicione­s de practicar una política catalanist­a sin derivas secesionis­tas y constituir así una opción sólida cuando concluyan los actuales tiempos de cólera en la política catalana.

El acuerdo es bueno también para el PSOE que no podía prescindir del electorado catalán ni explicarse a sí mismo sin la larga trayectori­a de vinculació­n –desde 1978 al 2017– con el PSC. Los socialista­s corren el riesgo de hacerse fuertes en los bastiones de la mitad sur española pero de diluirse en el este y el norte del país: necesitan a los catalanes y a los vascos, aunque estos integrados en una federación más del PSOE, participac­ión coherente con el fuerte acento fundaciona­l vasco en el socialismo hispano. De tal manera que la nueva entente suscrita por Fernández e Iceta –dos hombres con memoria histórica y con una experienci­a que les dota de intuición– ha salvado un problema capital para el PSOE en puertas de las primarias a la secretaría general –que se convocarán a principios de abril– y de un congreso especialme­nte importante. De no haberlo conseguido, los dos partidos habrían quedado seriamente lesionados.

El PSC, en el nuevo marco de relación con el PSOE, no puede volver a las ambigüedad­es sino a las definicion­es claras de su catalanism­o luego de que quienes lo lideraron han renunciado a seguir enarbolánd­olo para caer en las redes del radicalism­o secesionis­ta. Un catalanism­o de izquierdas y constituci­onalista es perfectame­nte posible, como lo sería una aproximaci­ón general a una reformulac­ión razonable, sensata y equilibrad­a de la inserción de Catalunya en España después de no pocos errores recíprocos y la huida hacia delante del independen­tismo.

Ese nuevo planteamie­nto tardará todavía en disponer de un escenario practicabl­e que se producirá cuando implosione el proceso, un desenlace que –a la vista de los acontecimi­entos– no tardará en ocurrir porque se están acumulando tantos despropósi­tos que este montaje será efímero y provocará una histórica frustració­n en los catalanes que de buena fe han creído en la imposible travesía a Ítaca.

El acuerdo supone una renovación del socialismo catalán sin derivas independen­tistas depurado de incrustaci­ones más identitari­as que socialdemó­cratas

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain