ESCAPE ROOM
Escapar o morir. No hay una tercera vía. Los jugadores tienen una hora para salir de la habitación en la que han sido encerrados
Bruno y sus socios han ido, sin embargo, más lejos en la oferta de su producto. Han incluido en su particular escape room un bono regalo pensado para llevar a esa cita a personas que no saben lo que va a ocurrir. Así que llegan al encuentro convencidas de que van a otro sitio y de repente son secuestrados junto con el resto de compañeros, que sí son conocedores de lo que ocurre. “En estos casos, los primeros segundos para la persona o personas que no saben nada del juego son de tensión absoluta”, revela Bruno. Pero como esto es una diversión, jamás se traspasa la línea que separa la sorpresa y la tensión del miedo o terror.
Del impacto inicial sufrido por los sorprendidos engañados, se pasa en décimas de segundo a las risas y el juego retoma su ritmo tradicional. Bruno recalca que siempre se adaptan al perfil de los clientes (también tienen familias con niños) y el juego sube o baja en intensidad en función de las características del grupo y sus particulares peticiones. Su idea, la del secuestro, está teniendo un gran éxito entre los aficionados al
escape room que, conforme suben de nivel, buscan nuevas experiencias en ese mundo donde no parece haber límites, sin perder nunca de vista que se trata de una actividad de ocio.
Los comentarios de jugadores publicados en páginas donde se opina de la oferta y profesionalidad de las diferentes empresas deja muy clara una cosa: el escape
room engancha. Y una vez que se empieza, para muchos es difícil parar, confiesan. Eso les lleva a peregrinar por diferentes salas (repetir experiencia en el mismo sitio no tiene sentido) para revivir sensaciones con nuevas historias, retos y enigmas.
Walter es uno de los responsables de Chicken Banana, una de las empresas pioneras en esta modalidad de juego en Barcelona. Abrió el año 2015. Tienen tres salas con niveles diferentes. “Es importante –afirma Walter– iniciarse en las habitaciones de nivel más bajo e ir subiendo poco a poco el grado de dificultad”. La experiencia de los jugadores más veteranos obliga, por otra parte, a las empresas a rediseñar sus enigmas para hacerlos más complicados. Y el éxito, añade Walter, llega “cuando acabado el juego compruebas que la adrenalina de esos clientes ha subido, que ha habido tensión (no terror como algunos piensan de forma errónea) a la hora de resolver las pistas mientras el reloj corre”.
Todo está, asimismo, muy controlado. Los pasos de los jugadores son seguidos desde el exterior por varias cámaras. Si el grup++o se atasca en alguna de las pruebas pueden recibir mensajes o ayuda adicional. “Esto es ocio, hay que divertirse y para conseguirlo es imprescindible avanzar y no quedarse bloqueado”, indica Walter.
Aunque no todos logran que la puerta de la habitación se abra en el tiempo marcado para resolver todos los retos. “Un setenta u ochenta por ciento de los grupos resuelven todos los enigmas antes de que se pare el cronómetro. El resto no lo consigue. Pero es que no es fácil”, recalca este responsable de Chicken Banana. “La clave del éxito –coincide Walter con Bruno– es el trabajo en equipo y conseguir que todos los integrantes del grupo se impliquen con la misma intensidad”.
Ivan Tapia afirma, por su parte, que el interés que está suscitando este tipo de juego tiene parte de explicación porque la oferta se ha centrado en vender “un ocio inteligente, sin peligros, pero capaz de descargar adrenalina al mismo tiempo que plantea retos difíciles y provoca emociones”.
Iván Tapia es autor del primer libro (Escape Book) basado en este fenómeno publicado en España. La propuesta, que imita en cierto modo lo que se vive en esas habitaciones no puede ser más original: “El lector deberá poner a prueba todo su ingenio para resolver acertijos, ilusiones ópticas, puzzles o anagramas que le permitirán seguir avanzando y, en última instancia, escapar del laberinto y del libro”. Tapia es, asimismo, fundador de la empresa Cocolisto, que entre otras cosas lleva el escape room a domicilio. “Es una experiencia que está funcionando especialmente bien con empresas. Es el juego ideal para que se conozcan personas de diferentes departamentos y, por supuesto, para fomentar el trabajo en equipo y descubrir habilidades particulares”, afirma. Esta oferta también tiene demanda desde el sector hotelero o domicilios particulares.
En la empresa de Tapia se crean, asimismo, historias con enigmas para salas (esa es otra vía que ahora empiezan a explorar los creadores de Kidnapped in Bcn) que prefieren buscar ese producto fuera. No hay que olvidar, indica el fundador de Cocolisto, que mucha parte del éxito del juego pasa por lo real de la historia que se plantea a los participantes y el ritmo de su evolución en lo que afecta a la resolución de enigmas”. Cuando más creíble sea la situación que deben de resolver los jugadores, más implicación habrá por parte de todo el grupo para salir triunfador de esa historia. Y una prueba de que en este mundo del ocio inteligente la imaginación no tiene límites es otra iniciativa de Cocolisto, que ha montado un escape show en el teatro Poliorama de Barcelona. Un espectáculo (programado para los sábados) en el que el se propone a los espectadores de platea resolver diversos enigmas mientras avanza la función. Escapar o morir. Iván Tapia asegura que “es la mejor experiencia (en el teatro pueden jugar a la vez quinientas personas) para aquellos que quieran iniciarse en este mundo”.
El escape room nació en el 2006 en Silicon Valley. Un grupo de informáticos crearon un enigma que tenía que resolverse en un tiempo determinado. Dos años después se creó la primera sala en Japón. La idea llegó a Europa en el 2011 y hoy se cuentan por cientos las habitaciones de escape que hay por toda España.