Las mujeres que saben decir no
Kleber Mendonça estrena ‘Doña Clara’, que fue bandera de unas protestas “insuficientes en un Brasil ahora sedado”
Una mujer de 65 años, otrora reconocida crítica musical del Estado brasileño de Pernambuco, se planta frente a la poderosa empresa inmobiliaria que la presiona con sucias artimañas para que venda su casa del paseo marítimo de Recife y así la compañía pueda culminar el desalojo del edificio e iniciar su gran proyecto urbanístico en ese lugar privilegiado de la ciudad.
La resistente es Doña Clara, personaje encarnado por Sonia Braga en la película que con ese mismo nombre se estrenó el viernes en España. Cuando se presentó en Cannes hace nueve meses, el filme se convirtió en una bandera política al coincidir su mensaje de resistencia con el de las protestas frente al proceso de remoción –o golpe de Estado, según se mire– contra Dilma Rousseff. Ahora, sin embargo, el director del largometraje, Kleber Mendonça Filho, confiesa a La Vanguardia su decepción con una sociedad brasileña aletargada que no reacciona contra los desmanes del nuevo presidente, Michel Temer. Con todo, lo que prevalece para él es en definitiva el significado original de la obra: un reconocimiento a la rebeldía de las mujeres de cierta generación que se atreven a plantar cara al más fuerte.
Doña Clara dice que no de principio a fin, contra el viento y la marea de una presión que lidera el capital pero que secundan sus vecinos e incluso su propia hija Ana Paula: la menos lista y más necesitada de ayuda económica de la familia.
Dice que no Doña Clara al principio de la película, cuando tres hombres de la inmobiliaria liderados por el heredero del emporio se presentan en su casa y ella no les deja ni cruzar la puerta. Sigue en sus trece la valiente viuda jubilada cuando la empresa le hace mil perrerías para que dé el brazo a torcer. Y al final, en un golpe de efecto definitivo que sería un crimen adelantar a quien no haya visto la película, la mujer estalla ante el empresario con una respuesta espectacular que Mendonça traduce así: “Tú no me harás eso a mí y además yo te haré esto a ti: ¡Pah!”, y redondea su revancha.
La actitud y las formas de responder a un atropello son –indica el director– las propias de una mujer, precisamente de esa generación y justamente de una zona, Pernambuco, donde existe una burguesía progresista que no prolifera en el resto de Brasil. “El protagonista de la historia no podía ser un hombre”, insiste Mendonça, pues la suya es una resistencia que no sólo desafía al poder privado en un país con altas tasas de corrupción sino también al machismo que caracteriza a ese poder. “Ellas afrontan más obstáculos”, añade el cineasta a la vez que confiesa que el personaje le recuerda a su madre, que también luchó lo suyo antes de morir a los 54 años. En todo caso, la idea esencial que transmite Doña Clara es que “hay que reaccionar frente a lo injusto y no quedarse con la rabia dentro”, explica.
El realizador se declara satisfecho de la “energía política” que Sonia Braga consigue transmitir, sobre todo en el golpe final. ¿Falta esa energía en un mundo occidental que ve avanzar de nuevo los populismos y las viejas fuerzas de la derecha más rancia?, preguntamos a Mendonça. “Desde luego que en Brasil falta esa energía. Es como si toda la sociedad brasileña estuviera sedada”, lamenta. Y, lejos de extender ese juicio al resto de países afectados por cambios de gobierno, precisa: “Yo creo que hay una reacción mucho mayor en Estados Unidos contra Trump que en Brasil contra el Gobierno de Temer”.
Las protestas de hasta hace unos meses a favor de Rousseff y contra la corrupción “no fueron suficientes”. Y ahora que la situación es “incluso peor”, la gente está “más dormida”. Lo cual, en un país de 200 millones de habitantes, sólo se explicar porque los medios de comunicación están en manos “de seis familias”. Y eso crea un imaginario que “distorsiona la realidad”.
Cuando la cinta de Mendonça fue rechazada como candidata brasileña al Oscar, no pocos medios ajenos a dicha oligarquía atribuyeron el descarte a presiones del Ejecutivo de Temer. Pero, seguramente por la dificultad de probar la injerencia y quizá por el adormecimiento del que habla el director, la imputación no pasó a mayores. Eso sí, el filme se convirtió en todo un fenómeno y un símbolo en las capas aún mínimamente despiertas del país sudamericano. Y en toda una alegoría cinematográfica, más universal, sobre las mujeres que saben decir no.
SONIA BRAGA La actriz transmite con eficacia la energía de una generación valiente de mujeres
UNA HISTORIA UNIVERSAL El filme relata el pulso de una vecina contra la inmobiliaria que quiere echarla con malas artes