“¿Quieres un apretón de manos...?”.
El encuentro entre Merkel y Trump no fue bien. Ella intentó un saludo en el despacho oval, pero el presidente se hizo el despistado. Al acabar la rueda de prensa fue él quien le ofreció su mano.
La canciller admite diferencias, pero arranca un “compromiso personal” sobre Ucrania
La relación entre Donald Trump y Angela Merkel no pudo empezar peor, pero ambos líderes son conscientes de que están condenados a entenderse, así que en su primera reunión en la Casa Blanca hicieron de tripas corazón e intentaron escenificar el principio de una larga amistad, anteponiendo los intereses comunes bilaterales y del bloque occidental, a sus diferencias, de fondo y de forma, que de haberlas haylas, como reconocieron ambos en la conferencia de prensa conjunta. “Si no tuviéramos problemas, no serían necesarios los políticos para resolverlos”, dijo Merkel.
“Se trata de construir una relación personal y tener una interacción positiva”, señaló un alto cargo de la Casa Blanca en el briefing previo a la visita de la mandataria alemana. Sin embargo, las primeras imágenes de la llegada de la canciller reflejaron frialdad y rigidez por parte de ambos. Difícilmente podrían sentirse cómodos después de lo que se habían venido diciendo. Y por eso Merkel dijo que “es mejor que hablemos el uno con el otro que no el uno del otro”. Pero de entrada ni siquiera estrecharon las manos ante los fotógrafos que les retrataban en el despacho oval. Fue Trump quien rehusó o simplemente se despistó, porque Merkel le preguntó: “¿Quieres un apretón de manos?”, y el presidente estadounidense no respondió. Luego, al final de la conferencia de prensa fue Donald Trump quien le ofreció la mano a Merkel y esta sí le correspondió, pero el clima seguía siendo muy frío. Ninguno de los dos fue capaz de sonreír.
Pesaban los antecedentes. Trump había acusado a Merkel de llevar a su país “a la catástrofe” con su política de acogida de refugiados y de “arruinar Alemania”. Por su parte Merkel criticó el primer decreto firmado por Trump, luego suspendido por la Justicia, que prohibía la entrada en Estados Unidos de refugiados y viajeros de siete países de mayoría musulmana. Luego, en la primera conversación telefónica, la canciller tuvo el coraje de recordarle a Trump que la Convención de Ginebra obliga a sus signatarios, por lo tanto también a Estados Unidos, a acoger por razones humanitarias a los refugiados que huyen de la guerra.
Para mejorar el clima, Trump empezó elogiando el sistema de formación profesional alemán, (haciendo un guiño a la figura del “aprendiz” recordando el show televisivo que le hizo famoso) y apostando por “el enorme potencial de las mujeres en la economía”. Luego reiteró el apoyo de Estados Unidos a la OTAN, pero insistiendo en que los aliados europeos “deben pagar lo que deben”. Expresó un apoyo de manual al “liderazgo de Alemania junto a Francia en la búsqueda de una solución pacífica para Ucrania” y no mostró ningún interés por el Tratado de Libre Comercio (TTIP) con la Unión Europea. “No soy aislacionista –dijo–, eso es un invento de la prensa, pero creo en las políticas comerciales justas y recíprocas”. En lo que no cedió un milímetro Trump fue en el asunto que más le ha enfrentado a Merkel: “La inmigración no es un derecho –dijo– sino un privilegio y la prioridad es la seguridad de nuestros ciudadanos”.
La conclusión de Trump fue que “nuestra amistad se basa en valores compartidos y es un símbolo de fortaleza y coopera-
ción para el resto del mundo”.
Por su parte, Merkel le tomó la palabra a Trump agradeciéndole “su compromiso personal en apoyar el proceso de Minsk”, como la vía más “segura” para resolver el conflicto de Ucrania, y coincidió con el presidente de EE.UU. en que sería bueno mejorar las relaciones con Rusia, pero dejando claro que no será posible sin que Putin deje de hostigar a Ucrania. En el aspecto comercial, la canciller propuso reiniciar las negociaciones del TTIP, pero admitiendo que hasta en Alemania se ha hecho muy impopular.
En realidad el encuentro tuvo el peor balance posible, no tanto por las diferencias entre ambos, sino porque el propio Trump relegó la trascendencia del acontecimiento de una manera bastante frívola. A una pregunta de un periodista alemán, insistió de manera tácita en el espionaje del que asegura que fue objeto durante la campaña y del que acusa al presidente Obama. Y lo hizo con cierta maldad. “Al menos tenemos algo en común (con Merkel)”, dijo Trump, relacionando su acusación con el espionaje a la canciller que denunció el exanalista de la CIA Edward Snowden. Después de eso, los medios estadounidenses se olvidaron de Merkel y de todo lo demás.
Que la diplomacia no es el fuerte de Donald Trump lo ha puesto de manifiesto con sus continuos incidentes que ha provocado sobre todo con líderes países aliados: Alemania Francia, Australia, México, Japón, pero también China... y ahora el Reino Unido. La Casa Blanca tuvo que disculparse después de que el portavoz Sean Spicer diera credibilidad a la teoría según la cual el espionaje que Trump denunció y atribuyó al presidente Obama pudo ser llevado a cabo por los servicios de inteligencia británicos a petición del presidente anterior.
Londres hizo llegar inmediatamente su queja a la Casa Blanca e hizo pública su indignación: “Hemos dejado claro al Gobierno de Estados Unidos que estas afirmaciones son ridículas y deben ser ignoradas, y hemos recibido garantías de que estas alegaciones no se repetirán”, declaró un portavoz de la primera ministra, Theresa May. También la agencia británica de inteligencia citada, el Cuartel General de Comunicaciones Gubernamentales (GCHQ), respondió que la acusación “no tiene ningún sentido ni merece comentarios”.
Fue el consejero de Seguridad Nacional recién nombrado por Trump, Herbert McMaster, quien se dirigió a su homólogo británico para disculparse y para restar importancia al incidente. La disculpa se basaba en que el portavoz Spicer simplemente se limitó a mencionar una información aparecida en la cadena Fox para mantener abiertas las incógnitas sobre el supuesto espionaje de Obama a Trump que el Comité de Inteligencia del Senado, integrado por republicanos y demócratas, acababa de desmentir. Después de que varios congresistas republicanos y el propio fiscal general, Jeff Sessions, se desmarcaran de la acusación de Trump a Obama, ayer Tom Cole, miembro republicano de la Cámara de Representantes, conminó al presidente Trump a “aportar alguna prueba convincente o de lo contrario presentar una disculpa con el presidente Obama”, considerando la acusación sin pruebas de Trump “una imprudencia”.
Y a pesar de todo, Trump, al final de la conferencia de prensa con Merkel, desautorizó las disculpas de sus subordinados. “Nosotros no hemos dicho nada. Todo lo que hicimos fue citar a una persona con mucho talento que dijo lo que dijo en un programa de televisión . No emitimos ninguna opinión al respecto, así que no deberían hablar conmigo, deberían hablar con la Fox”. Así terminó todo y seguramente Merkel se preguntó por qué demonios había venido.
Londres se quejó porque el portavoz Spicer relacionó la inteligencia británica y el “espionaje” de Obama