La Vanguardia

“¿Quieres un apretón de manos...?”.

El encuentro entre Merkel y Trump no fue bien. Ella intentó un saludo en el despacho oval, pero el presidente se hizo el despistado. Al acabar la rueda de prensa fue él quien le ofreció su mano.

- JORDI BARBETA Washington. Correspons­al

La canciller admite diferencia­s, pero arranca un “compromiso personal” sobre Ucrania

La relación entre Donald Trump y Angela Merkel no pudo empezar peor, pero ambos líderes son consciente­s de que están condenados a entenderse, así que en su primera reunión en la Casa Blanca hicieron de tripas corazón e intentaron escenifica­r el principio de una larga amistad, anteponien­do los intereses comunes bilaterale­s y del bloque occidental, a sus diferencia­s, de fondo y de forma, que de haberlas haylas, como reconocier­on ambos en la conferenci­a de prensa conjunta. “Si no tuviéramos problemas, no serían necesarios los políticos para resolverlo­s”, dijo Merkel.

“Se trata de construir una relación personal y tener una interacció­n positiva”, señaló un alto cargo de la Casa Blanca en el briefing previo a la visita de la mandataria alemana. Sin embargo, las primeras imágenes de la llegada de la canciller reflejaron frialdad y rigidez por parte de ambos. Difícilmen­te podrían sentirse cómodos después de lo que se habían venido diciendo. Y por eso Merkel dijo que “es mejor que hablemos el uno con el otro que no el uno del otro”. Pero de entrada ni siquiera estrecharo­n las manos ante los fotógrafos que les retrataban en el despacho oval. Fue Trump quien rehusó o simplement­e se despistó, porque Merkel le preguntó: “¿Quieres un apretón de manos?”, y el presidente estadounid­ense no respondió. Luego, al final de la conferenci­a de prensa fue Donald Trump quien le ofreció la mano a Merkel y esta sí le correspond­ió, pero el clima seguía siendo muy frío. Ninguno de los dos fue capaz de sonreír.

Pesaban los antecedent­es. Trump había acusado a Merkel de llevar a su país “a la catástrofe” con su política de acogida de refugiados y de “arruinar Alemania”. Por su parte Merkel criticó el primer decreto firmado por Trump, luego suspendido por la Justicia, que prohibía la entrada en Estados Unidos de refugiados y viajeros de siete países de mayoría musulmana. Luego, en la primera conversaci­ón telefónica, la canciller tuvo el coraje de recordarle a Trump que la Convención de Ginebra obliga a sus signatario­s, por lo tanto también a Estados Unidos, a acoger por razones humanitari­as a los refugiados que huyen de la guerra.

Para mejorar el clima, Trump empezó elogiando el sistema de formación profesiona­l alemán, (haciendo un guiño a la figura del “aprendiz” recordando el show televisivo que le hizo famoso) y apostando por “el enorme potencial de las mujeres en la economía”. Luego reiteró el apoyo de Estados Unidos a la OTAN, pero insistiend­o en que los aliados europeos “deben pagar lo que deben”. Expresó un apoyo de manual al “liderazgo de Alemania junto a Francia en la búsqueda de una solución pacífica para Ucrania” y no mostró ningún interés por el Tratado de Libre Comercio (TTIP) con la Unión Europea. “No soy aislacioni­sta –dijo–, eso es un invento de la prensa, pero creo en las políticas comerciale­s justas y recíprocas”. En lo que no cedió un milímetro Trump fue en el asunto que más le ha enfrentado a Merkel: “La inmigració­n no es un derecho –dijo– sino un privilegio y la prioridad es la seguridad de nuestros ciudadanos”.

La conclusión de Trump fue que “nuestra amistad se basa en valores compartido­s y es un símbolo de fortaleza y coopera-

ción para el resto del mundo”.

Por su parte, Merkel le tomó la palabra a Trump agradecién­dole “su compromiso personal en apoyar el proceso de Minsk”, como la vía más “segura” para resolver el conflicto de Ucrania, y coincidió con el presidente de EE.UU. en que sería bueno mejorar las relaciones con Rusia, pero dejando claro que no será posible sin que Putin deje de hostigar a Ucrania. En el aspecto comercial, la canciller propuso reiniciar las negociacio­nes del TTIP, pero admitiendo que hasta en Alemania se ha hecho muy impopular.

En realidad el encuentro tuvo el peor balance posible, no tanto por las diferencia­s entre ambos, sino porque el propio Trump relegó la trascenden­cia del acontecimi­ento de una manera bastante frívola. A una pregunta de un periodista alemán, insistió de manera tácita en el espionaje del que asegura que fue objeto durante la campaña y del que acusa al presidente Obama. Y lo hizo con cierta maldad. “Al menos tenemos algo en común (con Merkel)”, dijo Trump, relacionan­do su acusación con el espionaje a la canciller que denunció el exanalista de la CIA Edward Snowden. Después de eso, los medios estadounid­enses se olvidaron de Merkel y de todo lo demás.

Que la diplomacia no es el fuerte de Donald Trump lo ha puesto de manifiesto con sus continuos incidentes que ha provocado sobre todo con líderes países aliados: Alemania Francia, Australia, México, Japón, pero también China... y ahora el Reino Unido. La Casa Blanca tuvo que disculpars­e después de que el portavoz Sean Spicer diera credibilid­ad a la teoría según la cual el espionaje que Trump denunció y atribuyó al presidente Obama pudo ser llevado a cabo por los servicios de inteligenc­ia británicos a petición del presidente anterior.

Londres hizo llegar inmediatam­ente su queja a la Casa Blanca e hizo pública su indignació­n: “Hemos dejado claro al Gobierno de Estados Unidos que estas afirmacion­es son ridículas y deben ser ignoradas, y hemos recibido garantías de que estas alegacione­s no se repetirán”, declaró un portavoz de la primera ministra, Theresa May. También la agencia británica de inteligenc­ia citada, el Cuartel General de Comunicaci­ones Gubernamen­tales (GCHQ), respondió que la acusación “no tiene ningún sentido ni merece comentario­s”.

Fue el consejero de Seguridad Nacional recién nombrado por Trump, Herbert McMaster, quien se dirigió a su homólogo británico para disculpars­e y para restar importanci­a al incidente. La disculpa se basaba en que el portavoz Spicer simplement­e se limitó a mencionar una informació­n aparecida en la cadena Fox para mantener abiertas las incógnitas sobre el supuesto espionaje de Obama a Trump que el Comité de Inteligenc­ia del Senado, integrado por republican­os y demócratas, acababa de desmentir. Después de que varios congresist­as republican­os y el propio fiscal general, Jeff Sessions, se desmarcara­n de la acusación de Trump a Obama, ayer Tom Cole, miembro republican­o de la Cámara de Representa­ntes, conminó al presidente Trump a “aportar alguna prueba convincent­e o de lo contrario presentar una disculpa con el presidente Obama”, consideran­do la acusación sin pruebas de Trump “una imprudenci­a”.

Y a pesar de todo, Trump, al final de la conferenci­a de prensa con Merkel, desautoriz­ó las disculpas de sus subordinad­os. “Nosotros no hemos dicho nada. Todo lo que hicimos fue citar a una persona con mucho talento que dijo lo que dijo en un programa de televisión . No emitimos ninguna opinión al respecto, así que no deberían hablar conmigo, deberían hablar con la Fox”. Así terminó todo y segurament­e Merkel se preguntó por qué demonios había venido.

Londres se quejó porque el portavoz Spicer relacionó la inteligenc­ia británica y el “espionaje” de Obama

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PAT BENIC / EFE
 ?? CLEMENS BILAN / EFE ?? La canciller alemana, Angela Merkel, escuchando al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, durante la rueda de prensa de ayer
CLEMENS BILAN / EFE La canciller alemana, Angela Merkel, escuchando al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, durante la rueda de prensa de ayer

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