Rendición y diálogo
La decisión de ETA de entregar las armas incondicionalmente; y la reunión entre Donald Trump y Angela Merkel.
ANGELA Merkel no lo tenía fácil ayer en la Casa Blanca. No sólo porque las diferencias políticas son enormes con Donald Trump, también porque este le ha faltado varias veces al respeto. El presidente estadounidense la ha criticado por acoger a los refugiados y en más de una ocasión ha dicho que Putin es mejor que ella. La canciller alemana orilló estas provocaciones y nada más arrancar la rueda de prensa conjunta le dijo a Trump que era mucho mejor hablar cara a cara que de manera indirecta.
Las relaciones personales son básicas cuando el desencuentro político es evidente, y el objetivo de Merkel en Washington era establecer una conexión lo más franca y directa posible con Trump. Frente a un presidente que ha atacado a la UE y la OTAN, los pilares sobre los que se sustentan la paz y el progreso en Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Merkel recordó lo mucho que le debe Alemania al plan Marshall. Mencionar el esfuerzo de EE.UU. en la Europa de posguerra fue decirle a Trump lo equivocada que es su visión del eje transatlántico. Sin aquella ayuda a la reconstrucción, Alemania y Europa no se hubieran estabilizado ni se hubieran sentado las bases del progreso.
Esta semana, Trump ha enviado al Congreso unos presupuestos que recortan drásticamente el gasto en diplomacia y desarrollo, mientras que lo aumenta en defensa y seguridad. Trump no cree en el poder blando que emana de la cooperación, sino en el poder duro de la fuerza militar. Merkel y sus socios europeos están en las antípodas de esa forma de entender el mundo. De ahí la urgencia de que los dos mandatarios establezcan una buena relación profesional, una que esté a prueba de tuits intempestivos y que también sea capaz de mejorar la relación con el Kremlin.
Merkel está dispuesta y –por lo visto ayer en la Casa Blanca– Trump también. El presidente estadounidense le pidió consejo sobre cómo tratar a Putin y valoró el esfuerzo de Alemania y Francia para pacificar Ucrania. Este cumplido es significativo porque hasta ahora Washington y Bruselas no han ido del a mano en este conflicto.
Angela Merkel, fría y seria como casi siempre, fue colando todos los temas que le preocupan ante un Trump que decía a todo que sí con la media sonrisa de quien esconde algo. La canciller mencionó no sólo la fortaleza de la UE y de la OTAN, sino también la necesidad de recuperar el acuerdo comercial transatlántico, el TTIP, que Trump no quiere ni ver.
El mundo necesita mantener el puente transatlántico en perfecto estado, y para ello Washington debe conservar una relación privilegiada no sólo con Londres, sino sobre todo con Berlín, París y Bruselas.