La Vanguardia

Con el pie cambiado

- Florencio Domínguez F. DOMÍNGUEZ, director del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo

Cuando ETA anunció el final de la actividad terrorista, en octubre del 2011, la banda salió con dos ideas fuerza en lo concernien­te al desarme. La primera, que la destrucció­n de sus arsenales tenía que ser objeto de una negociació­n con el Gobierno con sus correspond­ientes contrapart­idas referidas a los presos y a la retirada de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado del País Vasco. La declaració­n firmada por un grupo de personalid­ades internacio­nales en el Palacio de Aiete de San Sebastián tres días antes del anuncio del fin de la violencia alimentaba la idea de negociació­n.

La segunda idea era que las armas de ETA en ningún caso se entregaría­n a las autoridade­s de España o de Francia. El modelo estaba en Irlanda del Norte donde una comisión internacio­nal se encargó de la destrucció­n de los arsenales del IRA sin intervenci­ón del Gobierno británico. La entrega de armas a los gobiernos era percibida como la aceptación de la derrota de ETA y la banda, realmente derrotada, quiere evitar transmitir esa imagen.

La idea de la negociació­n del desarme se fue diluyendo poco a poco, en especial después de que el 18 de febrero del 2013 el Gobierno de Noruega expulsara a los tres etarras que esperaban en Oslo a un enviado del Ejecutivo español. ETA había recurrido a los oficios de la Comunidad de San Egidio para ver si Rajoy enviaba a algún representa­nte a Oslo y la respuesta fue que no. En estos años, ETA ha tratado de convencer al Gobierno francés para que París se distanciar­a de España y aceptara participar en un proceso de desarme negociado con la banda. Se han movilizado una gran cantidad de intermedia­rios y se han hecho llegar mensajes hasta el antedespac­ho del presidente de la República Francesa, pero todo ese esfuerzo ha sido inútil: París no estaba dispuesto a facilitar un final propagandí­stico del desarme ni a marcar distancias con Madrid.

El plan B de ETA pasó por utilizar personalid­ades internacio­nales para un desarme, pero eso se frustró por el ridículo que hicieron los miembros de la Comisión de Verificaci­ón con el vídeo del sellado de armas. La banda puso unas pistolas encima de una mesa, hicieron un inventario y se las volvieron a llevar sin que los verificado­res tuvieran el menor control. También fue decisivo que la Audiencia Nacional citara como testigos a los verificado­res. Desde aquel día no han vuelto a pisar España y tampoco Francia, cuya policía interrogó a los miembros del Grupo Internacio­nal de Contacto, que también andaban en funciones de mediación. ETA ha ido bajando el listón y, el pasado diciembre diciembre, se tuvo que contentar con la intervenci­ón de varias personas del País Vasco francés. Poco glamour si se compara con el general canadiense y el exprimer ministro finlandés que había en la comisión de desarme de Irlanda del Norte.

Por desgracia para ETA, los intentos de hacer operacione­s propagandí­sticas con las armas han sido frustrados por la Guardia Civil y la DGSI francesa. En el 2015 se interceptó un arsenal de ETA en una casona de Bayona con el que la banda quería hacer una escenifica­ción y el 16 de diciembre del 2016 se volvió a

En diciembre, ETA se quejaba de que no podía desarmarse porque la policía francesa le quitaba las armas

incautar otro arsenal con 99 kilos de explosivos y 50 armas de fuego que cinco ciudadanos vascofranc­eses iban a “neutraliza­r”. Los etarras se quejaron de que no podían desarmarse porque les quitaba las armas el mismo gobierno al que ahora dicen que se las van a dar.

Ayer, uno de esos ciudadanos vascofranc­eses, en declaracio­nes a

Le Monde, anunció que ETA estaría desarmada antes del 8 de abril y que las armas iban a ser entregadas a las autoridade­s de París. Falta que estos extremos sean confirmado­s por la propia ETA y, sobre todo, falta saber si van a entregar las armas íntegras o van a ser manipulada­s para que no puedan hacerse análisis balísticos para determinar si han sido utilizadas en atentados.

El desarme de ETA es una cuestión con más importanci­a simbólica que trascenden­cia real y la banda busca evitar la imagen de derrota final. Lo realmente importante es la disolución del grupo terrorista.

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