La Vanguardia

Depende de Pedro

- Fernando Ónega

É xito del Estado y de la estrategia de Rajoy. El presidente se negó a cualquier tipo de negociació­n con ETA para la entrega de las armas, y la fortuna le acompañó: la banda de los noveciento­s asesinatos terminó por rendirse por segunda vez y entregará armamento y munición de forma incondicio­nal y sin ningún rédito político ni de imagen. Este sí que será el final definitivo de la lucha armada: un final sin otra gloria que la que quieran mantener sus seguidores, ahora dedicados a la política e integrados en las institucio­nes, con los mismos fines soberanist­as, pero con procedimie­ntos pacíficos. Es un “adiós a las armas” que se convierte en la mejor noticia en tiempos de otras tribulacio­nes. El segundo alivio de la semana. El primero había sido la relativa derrota del populismo ultra en las elecciones de Holanda.

Lo demás está dominado por una intriga: ¿se acabó formalment­e la legislatur­a? ¿La cerrará el señor Rajoy en el momento que pueda, que es dentro de dos meses? No se hagan ilusiones, por cuatro motivos. Uno, que las encuestas anuncian su victoria, pero siguen dejando el panorama como está, con una mayoría insuficien­te para una cómoda gobernació­n. Dos, que no quiere pasar ante Europa, que le acaba de incluir con todos los honores en el núcleo duro de la Unión, como un hombre que no fue capaz de organizar un gobierno estable. Tres, esta noticia de la entrega de armas, que le da

vidilla. Y cuatro, que no sería prudente meter al país en una campaña electoral en medio de los intentos de hacer un referéndum en Catalunya y en plena refriega de desconexió­n.

Por tanto, Rajoy volverá a practicar su especialid­ad preferida, la resistenci­a, aunque no consiga sacar adelante ni un proyecto de ley, aunque lo vuelvan a humillar el martes con la votación de la ley

mordaza y tenga todo en contra a corto plazo: un Ciudadanos que trata de quitarse de encima la imagen de apéndice del PP; un PDECat que no está para pactos en Madrid, y un PSOE que mira con alarma cómo caen los partidos socialdemó­cratas en Europa, está pagando aún el precio de la abstención en la investidur­a y está metido en un proceso electoral interno. Seguir pactando con la derecha sería regalarle votos a Pedro Sánchez.

Entramos, pues, en un periodo de transición que esta semana dejó malos signos políticos: debilidad gubernamen­tal; regodeo de la oposición, quizá como revancha de los abusos de la mayoría absoluta; incertidum­bre social porque se trasladó a la opinión pública la sensación de agotamient­o, y ambiente de provisiona­lidad que resta autoridad al gobernante. ¿Hasta cuándo puede durar la transición? Hasta las primarias socialista­s. La clave de la legislatur­a no está en Rajoy, que sinceramen­te desea agotarla. La clave está en Pedro Sánchez. Si ganan Susana Díaz o Patxi López, será posible gobernar porque son personas de pacto. Su experienci­a de gobierno los hace permeables. Si gana Sánchez y llega a la secretaría general coreado por el grito de “no es no”, vayamos preparando las papeletas. Hasta entonces, resistenci­a. A partir de entonces, zafarranch­o de combate.

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ROMÁN RÍOS / EFE Sánchez, en Cádiz el domingo pasado
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