La Vanguardia

ETA entrega las armas

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LAS noticias que llegan del País Vasco, durante años marcadas a sangre y fuego por el terrorismo de la banda ETA, suelen ser en los últimos tiempos positivas. Incluso muy positivas. Ayer recibimos otra de este signo. Poco después de mediodía, ETA anunció su desarme unilateral e incondicio­nal, que debería completars­e antes de un mes, concretame­nte el próximo 8 de abril.

Esta operación de desarme tiene en buena medida un carácter simbólico, toda vez que ETA anunció ya el cese de la lucha armada en el 2011. Además, se estima que el arsenal todavía en manos de los terrorista­s es reducido y lleva años en desuso. Pero no por ello es menos significat­iva. El anuncio de ETA llega después de un cambio de estrategia de la banda, que al parecer ha renunciado a su intención inicial de escenifica­r una entrega de armamento en la que participar­an representa­ntes del Estado español y del francés. La posición de España es, en este punto, firme. Así se probó por ejemplo el pasado diciembre, cuando fuerzas policiales desbaratar­on el montaje de unos intermedia­rios que se disponían a filmar la inutilizac­ión de parte del arsenal etarra. Desde que llegó al poder en diciembre del 2011, el Gobierno del PP ha dicho por activa y por pasiva que la única noticia que espera de ETA es la de su disolución. Mientras eso no suceda, no entrará en negociacio­nes sobre el acercamien­to de presos etarras –unos 400– al País Vasco, principal reivindica­ción de la banda. Y menos aún si no media el arrepentim­iento expreso, la petición de perdón a las víctimas y el resarcimie­nto del daño causado, que también exige el Gobierno a ETA.

La política de firmeza gubernamen­tal es comprensib­le, tanto por el mucho dolor causado por ETA como por los buenos resultados que le ha granjeado hasta la fecha. Dicho esto, no cabe ignorar que la inmensa mayoría de los vascos –el 81%– se declara favorable a la reinserció­n de los presos etarras, mientras que tan sólo un 8% es partidario de la política sin concesione­s, o con muy pocas, que exhibe el PP. El principal objetivo del partido conservado­r no debe ser aquí sacar pecho y mantener una posición arrogante, sino asegurarse de que acelera al máximo la desaparici­ón de los últimos rastros del terrorismo etarra. En esta tarea hallará todos los aliados que quiera, incluyendo en este conglomera­do a amplios sectores de la izquierda abertzale, que fían sus futuras esperanzas parlamenta­rias al borrón y cuenta nueva respecto de los años de plomo.

Hace ya casi seis años que ETA anunció el cese definitivo de su actividad armada. Hace algo más de una docena que naufragó el plan Ibarretxe, homónimo del lehendakar­i que lo impulsó. Dicho plan perseguía una reforma del Estatuto vasco sobre pilares como el reconocimi­ento de Euskadi en cuanto que pueblo europeo con identidad propia y con derecho a la autodeterm­inación. Fueron tiempos de gran tensión, todavía marcados por la violencia. Ahora, en cambio, con el lehendakar­i Iñigo Urkullu al timón, los tiempos son más templados en términos de reivindica­ción nacional y Euskadi vive un periodo de paz y prosperida­d. El zarpazo terrorista no es ya más que un recuerdo, de huella indeleble, eso sí, pero recuerdo a la postre. En suma, Euskadi ha apostado por el diálogo entre corrientes políticas, por la búsqueda de acuerdos y por el respeto al orden legal; es decir, por la convivenci­a. Son muy buenas noticias, como decíamos al principio, e indican el camino que conviene seguir. .

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