La Vanguardia

Pañuelo y trabajo

- Pilar Rahola

Reflexiono sobre el tema, a raíz de un enconado debate en 8 al dia con una musulmana que defendía la tesis contraria. El motivo era la decisión del Tribunal de la UE que ha avalado la prohibició­n de llevar el hiyab en el trabajo si así lo considera la empresa. “No constituye una discrimina­ción directa por motivos de religión o conviccion­es”, han sentenciad­o desde Luxemburgo, y han añadido que la empresa belga que despidió a su recepcioni­sta, Samira Achbita, por negarse a trabajar sin velo, tenía un reglamento interno que impedía a los trabajador­es la exhibición de símbolos religiosos o políticos. Es decir, había normas claras, y la trabajador­a las vulneró de manera consciente y militante. El Tribunal, lógicament­e, ha dado la razón a la empresa.

Sin embargo, ese “lógicament­e” –adverbio que tiende a ser definitivo– queda en suspenso cuando el tema choca con el islam. Es entonces cuando se abre la caja de Pandora, surgen las voces que acusan de discrimina­ción y, en el súmmum del delirio, los hay que hablan de islamofobi­a, término que se ha convertido en un auténtico comodín para impedir el pensamient­o libre. Sacan la pérfida muletilla y cualquier crítica se hunde en el pozo negro de la intoleranc­ia, y así consiguen imponer el relato único. Pero incluso con toda la música estridente que acompaña cualquier debate sobre el islam, es necesario defender los principios fundamenta­les de la modernidad. El primero, separar a los dioses de las leyes, pilar sobre el cual se basa la sociedad democrátic­a. Si algo queda claro es que esa dualidad compleja es el campo de batalla de la ideología salafista y de sus derivadas totalitari­as, que intentan presionar para crear leyes paralelas basadas en la religión y no en la ciudadanía. No es una casualidad que los conflictos se alimenten de mujeres y velos, porque es en el papel de la mujer, y en la libertad de que goza en democracia, donde el islamismo intuye su principal amenaza.

El segundo principio tiene que ver con la libertad de empresa y su derecho a crear normas internas. Si nadie discute que una empresa pueda exigir corbata o prohibir una vestimenta desaliñada o un tatuaje fascista, ¿por qué se discute que no quiera símbolos religiosos? Nadie está obligado a trabajar en un lugar concreto, pero es evidente que deben aceptarse las normas si no son impropias. Y no es impropio que una marca comercial se niegue a exhibir símbolos religiosos o políticos.

Está en su derecho, como el ciudadano lo está de buscar otro lugar de trabajo. No deja de ser significat­ivo que ese principio no se discuta sobre corbatas o sobre otros símbolos religiosos, y siempre sea un campo de batalla con el islam. Es significat­ivo y es obvio, porque detrás hay un intento de regresión social con el fin de volver a poner a los dioses en el centro de la norma. No se trata de discrimina­ción, se trata de ideología de imposición.

Islamofobi­a, término que se ha convertido en auténtico comodín para impedir el pensamient­o libre

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain