Familias: orgullo y vergüenza
El éxito de La voz kids (Telecinco) o de Tu cara no me suena todavía (Antena 3) radica en que los contenidos son intergeneracionales y atraen a toda la familia. En momentos en los que toda la teórica y parte de la práctica televisiva han decretado que vivimos tiempo de fragmentación, dispersión y personalización de las parrillas, que los viernes se junten más de siete millones de personas, para mirar dos programas de puro entretenimiento parece una respuesta contestataria a los anacronismos de la realidad. Que, además, la música sea el ingrediente básico de la receta cuando llevamos décadas proclamando que la música repele cualquier planteamiento televisivo de masas invita a la alegría. ¿El secreto? Son programas extraordinariamente bien hechos y cien por cien televisivos (y no radio encubierta, como pasa a menudo en la tele actual). Ambos formatos parten de la idea de un concurso en el que el jurado es tan crucial como los concursantes. Aparte de la jerarquía musical y de la habilidad de los intérpretes, que es un foco de interés importante, se ofrecen otras posibilidades de identificación inmediata. El espectador puede elegir a favor de cuál de los concursantes está pero también qué miembro del jurado le cae más simpático o fatal. Y puestos a practicar la preferencia o el rechazo, también puede decidir qué familia le parece más interesante, apasionada, extravagante, respetuosa, borde o psicopática. En Tu cara no me
suena todavía, el papel de los familiares es secundario pero relevante: están en la grada y antes o después de la actuación, subrayan eficazmente todas las Ambos formatos parten de la idea de un concurso en el que el jurado es tan crucial como los concursantes emociones. En el caso de La voz
kids, los familiares son fundamentales. Mientras la criatura canta, los padres, hermanos, abuelos y tíos sufren, lloran, gritan, se abrazan y comparten un momento de orgullo de fácil contagio. Si el niño es aceptado, la euforia explota tanto como las lágrimas y el espectador puede imaginar qué vida ha tenido el niño. En función de la reacción, podemos imaginar a unos padres sobreprotectores, severos o frívolos. En algún momento, sobre todo cuando los niños son muy pequeños, no puedes dejar de preguntarte si no se está rozando la explotación infantil, pero lo cierto es que, en general, el programa encuentra un tono bastante digno, que no te obliga a telefonear anónimamente a la dirección general de Atención a la Infancia o la Adolescencia.
FAMILIAS UNIDAS EN EL MAL.
Esta es la cara amable de la familia y por eso se integra tan bien en una propuesta televisiva igualmente amable. En Gran
Hermano, en cambio (VIP o normal, hace tiempo que las diferencias no existen), el papel de la familia es distinto. Los padres, amigos, saludados y conocidos que van al plató de Telecinco para participar en las diferentes galas y debates exhiben la misma mala leche, indolencia, ignorancia, astucia, narcisismo y habilidad psicodramática que los concursantes. Un ejemplo: sólo hay que ver a la madre de Aída Nízar para entender por qué difícilmente veremos a Aída Nízar en Tu cara
no me suena todavía o en La voz. En los informativos, en cambio, las relaciones familiares son más dolorosas, como lo demuestran las incesantes noticias sobre los hijos de Jordi Pujol.