El ingeniero que predice tsunamis
SEIS AÑOS DESPUÉS DEL MAREMOTO DE JAPÓN QUE DEJÓ TRAS DE SÍ 15.000 MUERTES, ESTE EXPERTO INSISTE EN QUE LA MEDIDA MÁS EFICAZ CONTRA ESTE FENÓMENO ES LA ALERTA RÁPIDA Y LA EVACUACIÓN ORDENADA
El tsunami del 2011 dejó claro que el país más preparado para los terremotos tenía carencias importantes
Desde que se da la alarma, la población tiene 30 minutos para dirigirse a un terreno elevado, de 20 metros
Shigeo Takahashi es un japonés de libro. Discreto, tímido, habla casi pidiendo permiso y camina arrastrando ligeramente los pies, sin hacer ruido, sin molestar. La discreción y la educación personificadas. Y sin embargo, pese a esa apariencia frágil y hasta ligeramente sumisa, “estamos ante una de las mentes más asombrosas de la ingeniería de costas”, señala un colega español durante el acto de entrega, de la mano del Rey Felipe VI, del Premio de Ingeniería Civil de la Fundación José Entrecanales en reconocimiento a su amplia trayectoria profesional y, especialmente, por su contribución a la previsión de desastres costeros.
Como señaló el jurado de este galardón, Takahashi es un “referente internacional” en este campo tras casi 50 años de experiencia en el estudio y prevención de tsunamis, un fenómeno natural del que saben mucho los nativos del país del sol naciente. El pasado 11 de marzo se cumplió seis años del maremoto que asoló la costa japonesa y en el que murieron más de 15.000 personas.
Shigeo Takahashi recoge el premio con la modestia del que cree que no se merece este reconocimiento mundial en el ámbito de la ingeniería. Aunque debería estar acostumbrado. En su haber tiene varios galardones de la Japan Society of Civil Engineers por sus trabajos, así como el International Coastal Engineering Award 2012 y el Techno Ocean Award 2010.
Pese a todo, acoge con satisfacción el galardón, explica, porque “animará a los jóvenes ingenieros civiles a seguir trabajando con tesón para solventar los efectos devastadores de los maremotos”. A eso ha dedicado su vida, a prevenir desastres. En definitiva, a reducir muertes seguras, a “hacer del mundo un lugar mejor”, señala Javier Manterola, secretario del jurado.
Takahashi (1951) es doctor en Ingeniería por la universidad de Tokio. Hasta hace unos años ocupaba la presidencia del Port and Airport Research Institute (PARI), institución independiente cuyo objetivo es optimizar el desarrollo de tecnologías relacionadas con la mejora de la eficiencia de los puertos y aeropuertos. Ahora preside el Coastal Development Institute of Technology.
Shigeo Takahashi entró en el PARI en el año 1973, organismo en el que ha ocupado variadas responsabilidades en los laboratorios especializados en olas, estructuras marítimas y prevención de desastres costeros. Desde allí –compaginando siempre esta labor con la docencia en universidades niponas que tanta satisfacción le produce, dice– ha realizado numerosas investigaciones en materia de tsunamis para predecir y prevenir sus efectos, aumentando la resiliencia de las comunidades costeras a estos fenómenos. Como presidente del PARI, Takahashi ha colaborado en la evaluación temprana de los efectos de tsunamis como el de India en el 2004 o Japón en el 2011 para favorecer la actuación inmediata y acelerar la recuperación de la zona.
Y es precisamente cuando habla del gran tsunami del 2011 cuando la voz suave de este ingeniero se quiebra. No puede olvidar el dolor y el sufrimiento que asolaron su país. La angustia y la desolación. Tampoco, la corriente mundial de solidaridad, especialmente de España, país al que ha viajado en cinco ocasiones. Y, sobre todo, el afán de superación de la tragedia por parte de sus ciudadanos. Los japoneses han entendido la necesidad de invertir para prevenir, asegura.
Cree que lo pasado en Japón, país preparado para afrontar terremotos, evidenció la necesidad de mejorar las estructuras defensivas costeras. El tsunami superó un rompeolas recién construido en el puerto de Kamaishi, los diques que protegían el aeropuerto Internacional de Sendai y el muro de la central nuclear de Fukushima. Este ingeniero considera que es necesario un terremoto como mínimo de 7 grados en la escala de Richter para que provoque un tsunami de envergadura.
Ante la amenaza de los maremotos, la medida más efectiva es la evacuación correcta y ordenada. A su juicio, una vez dada la alarma, los ciudadanos disponen de media hora para dirigirse hacia un terreno elevado, entendiendo como tal entre 15 y 20 metros, que es la altura mínima de seguridad. Mientras tanto, él seguirá investigando sobre diques que aguanten las embestidas de la naturaleza.