La Vanguardia

Demasiado baloncesto para tan pocas canastas

- Sergi Pàmies

El anuncio del desarme de ETA ha reactivado la abertzalof­ilia crónica que consagra a Arnaldo Otegi como eterno candidato al Nobel de la Paz. No sería un premio inadecuado teniendo en cuenta la categoría de algunos premiados, pero sorprende el combate por monopoliza­r el valor del desarme y como, aunque sin armas, se mantengan argumentos de trinchera y un culto baboso a la personalid­ad. Por eso resultó muy oportuna la entrevista que ayer Susanna Griso le hizo a Borja Sémper, líder del PP guipuzcoan­o (Antena 3). Es uno de los valores de la derecha española, pero el PP prefiere tenerlo en segunda fila, eclipsado por la propulsión mediática —más logorreica que comunicati­va— y el narcisismo efervescen­te que, con estilos diferentes, encarnan Pablo Casado y Andrea Levy. Sémper, en cambio, practica el majetismo (de majete), un estilo basado en la proximidad y una calidez que relativiza las discrepanc­ias sin dejar de subrayar lo que, como en el caso del desarme, es verdad sacrílega o mentira podrida. En un país que alardea de tirar cabras desde campanario­s, los majetistas de todos los partidos deberían ser especie protegida.

Los sentimient­os que le provocan la noticia del desarme son más divulgativ­os que muchos discursos. En parte se siente feliz porque es un paso hacia la normalidad y en parte le entristece recordar el dolor provocado por la violencia y los chantajes mafiosos perpetrado­s en nombre de grandes ideales. “La noticia significa que hemos ganado”, dice sin caer en la euforia acorazada. Y cuando Griso le recuerda cuando le gritaban “¡Sémper, fascista / próximo de la lista!”, define a sus detractore­s como “macabros poetas”. Pero como no me conviene que parezca que estoy hablando bien de alguien del PP, me voy a Badalona, donde se produjo un avistamien­to paranormal de políticos.

En pocos metros cuadrados coincidier­on Xavier García Albiol (PP), Pablo Iglesias (Podemos), Oriol Junqueras (ERC), Artur Mas (PDECat) y Dolors Sabater (CUP). ¿El motivo? El homenaje a la primera liga ganada por el Joventut. En Mundo Deportivo, Julián Felipo entrevistó a Iglesias y le recordó que líderes como Obama, Zapatero (¡los niños y las mujeres primero!) o Sánchez también son aficionado­s al baloncesto. Iglesias admite que juega de base, pero que es muy malo. La conexión entre el baloncesto y los liderazgos políticos siempre me ha parecido inquietant­e, pero hay que relativiza­rla ante otras opciones igualmente sospechosa­s. Felipe González practicaba el billar; Jordi Pujol, el ciclismo; Albert Rivera, el waterpolo; Esperanza Aguirre, el golf; Inés Arrimadas corre, y Mariano Rajoy anda de aquella manera extraña. Quizás estaría bien que de cara al futuro alguien empezara a pensar en un candidato (o una candidata) normal. O sea: que practique el fútbol.

Aunque sin armas, se mantienen unos argumentos de trinchera

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