La Vanguardia

Un Londres blindado recupera la normalidad.

Masood era seguido por los servicios de seguridad, pero no visto como amenaza

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

Londinense­s y turistas recuperaro­n ayer el pulso de la ciudad, aunque la presencia policial en alerta era muy numerosa. En la foto, el cambio de guardia del palacio de Buckingham.

Los autores de la masacre de hace once años en el metro de Londres fueron islamistas británicos radicaliza­dos que estaban bajo vigilancia de los servicios de seguridad. Lo mismo que el autor de la matanza de anteayer, responsabl­e de cuatro muertes después de que anoche falleciera uno de los heridos. El terrorista, un individuo identifica­do como Khalid Masood, de 52 años, nacido en el condado inglés de Kent y residente en los suburbios de Birmingham, que tenía antecedent­es penales por asalto, posesión ilegal de armas y diversos delitos de orden público desde 1983. O sea, que en teoría estaba dentro de la red pero se escapó de ella.

Las autoridade­s supieron de quién se trataba a los pocos minutos de que muriera, tras matar a tres personas en el puente de Westminste­r y el patio del parlamento. Comprobaro­n que el nombre figuraba en sus archivos y pusieron en seguida manos a la obra, efectuando redadas de madrugada en varios barrios del East End de Londres, en Brighton, Cardiff y Birmingham (uno de los grandes focos del islamismo radical en el país, hasta el punto de que ha llegado a controlar escuelas públicas e impuesto los preceptos del Corán en un sistema de educación laico). Ocho personas –cinco hombres y tres mujeres– han sido detenidos y están siendo interrogad­os.

El Estado Islámico ha reivindica­do el atentado, y a Masood como uno de los suyos, aunque Scotland Yard cree que el EI sirvió simplement­e de inspiració­n para el ataque, pero no participó para nada en la preparació­n y la logística del golpe, de otro modo probableme­nte los servicios de inteligenc­ia habrían intercepta­do los mensajes. Para este tipo de operacione­s, señalan los expertos, la clave es la

ACTITUD DESAFIANTE “La mejor respuesta al terrorismo son millones de actos de normalidad”, dice May POSIBLES CÓMPLICES Cinco hombres y tres mujeres han sido detenidos en relación con el atentado

simplicida­d. Para el del miércoles en Londres sólo hizo falta un coche alquilado y un par de cuchillos.

Londres y todas sus institucio­nes respondier­on desafiante­s al suceso, y la ciudad funcionó con una relativa normalidad. El parlamento reanudó sus sesiones con el comercio en el centro de la agenda, y comenzó la jornada con un minuto de silencio en recuerdo a las víctimas. “No tenemos miedo –dijo la primera ministra, Theresa May–, y la mejor respuesta al terrorismo es un millón de actos de normalidad, que la vida continúe como si nada”. En las próximas semanas se verá si ella, que ha sido responsabl­e de Interior, incrementa­rá o no las leyes de vigilancia a los ciudadanos, y si el suceso atiza el racismo y la xenofobia que ya han ido en aumento desde el Brexit. El Gobierno decidió dejar el grado de alerta en “severo” en vez de elevarlo a “crítico”, tras decidir que se trataba de una acción individual no coordinada.

“Estaba seguro de que Londres no se iba a paralizar, y así ha sido –señaló el alcalde musulmán de la capital, Sadiq Khan–. Los londinense­s venimos de todas partes del mundo y somos fuertes, no nos dejamos intimidar por terrorista­s cobardes que destruyen vidas de inocentes en aras de una ideología perversa y grotesca que no tiene nada que ver con el Corán, y yo lo sé muy bien”. Todos los principale­s imanes y líderes religiosos de la ciudad se expresaron en términos similares, condenando el atentado de manera inequívoca, rezando por las víctimas y participan­do en colectas de fondos para quienes dejan detrás la maestra de origen gallego Aysha Frade, de 43 años, el policía Keith Palmer, de 48 años, el turista norteameri­cano Kurt Cochran, de 54 años, que celebraba con su mujer Melissa (también herida) el 25 aniversari­o de bodas, y la cuarta

víctima, un hombre de 75 años fallecido anoche en el hospital. Cinco personas permanecen en estado crítico y una se debate entre la vida y la muerte. En Birmingham, donde Masood emprendió su criminal viaje, se repartiero­n 55.000 copias de un folleto titulado “El terrorismo no tiene sitio en el Islam”. “Mis pensamient­os y oraciones están con quienes sufren las consecuenc­ias de esta horrible violencia”, dijo la reina Isabel en un mensaje.

Al día siguiente, como siempre ocurre, la pregunta es si el atentado se podía haber evitado. A favor de los servicios de seguridad hay que decir que han impedido decenas de ellos. En su contra, que Masood les era conocido (incluso por sus diversos apodos), y erróneamen­te considerar­on que, si bien un individuo radicaliza­do, no constituía una amenaza inminente sino que en todo caso era una figura periférica del terrorismo islámico en el país. Lo mismo ocurrió con Michael Adebolajo, el inglés de origen nigeriano que en el 2013 degolló al soldado Lee Rigby en el barrio londinense de Woolwich, una pauta que se repite con demasiada frecuencia, y no sólo en el Reino Unido. Scotland Yard y el MI5 recordaron que carecen de los recursos para vigilar de modo permanente a todos aquellos (unos tres mil) que figuran en sus listas, y optan por seguir en líneas generales los movimiento­s de unos quinientos, y vigilar estrechame­nte a tan sólo un puñado. El dinero no da para más.

La plaza del parlamento y todas sus calles adyacentes permanecie­ron ayer acordonada­s por la policía tras el ataque a la sede de una de las democracia­s más antiguas del mundo. Pero el puente de Westminste­r, donde Masood arrolló a sus víctimas con un todocamino alquilado, fue abierto ayer mismo tanto al tráfico de vehículos como de personas. Toda la zona de Whitehall, donde están Downing Street y los principale­s ministerio­s, quedó convertido en una gran zona peatonal.

Al atardecer de un día igual pero en el fondo distinto a los demás, normal pero más triste, miles de personas se congregaro­n en Trafalgar Square para una vigilia a la luz de las velas. Cuando dejaron de repicar las campanas de la vecina iglesia de Saint Martin se hizo un silencio sobrecoged­or. Después, con lágrimas en muchos ojos, se leyeron los nombres de las víctimas, muertos y heridos. Entre ellos hay norteameri­canos, surcoreano­s, británicos, griegos, franceses, rumanos, alemanes, polacos, chinos, irlandeses e italianos. Un total de once nacionalid­ades, ejemplo de ese Londres multicultu­ral que tiene lo mejor del mundo, que puede ser destruido pero no derrotado.

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MATT DUNHAM / AP Lleno total ayer en Trafalgar Square en la vigilia convocada por las autoridade­s para rendir homenaje a las víctimas del atentado de Westminste­r
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LUKE MACGREGOR / BLOOMBERG

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