La Vanguardia

Terror entre nosotros

Alerta ante los radicaliza­dos que jamás han entrado en combate

- ENRIQUE FIGUEREDO Barcelona

Hasta hace muy poco, una de las principale­s obsesiones de los servicios de inteligenc­ia occidental­es era cómo evitar la llegada incontrola­da de militantes yihadistas que habían ido a luchar a escenarios bélicos como los de Siria o Irak y que, por diferentes motivos, volvían a sus países natales o de residencia. Regresaban a Europa o a otros países de la alianza internacio­nal contra el autodenomi­nado Estado Islámico. Sin embargo, y sin que esa alerta sobre los retornados haya disminuido, son cada vez más las líneas de trabajo policial encaminada­s a estudiar y prevenir los casos de personas que jamás han luchado en frente alguno, ni viajado a zonas controlada­s por yihadistas, pero que en cambio son capaces de radicaliza­rse en solitario y de manera súbita.

Los autores de arrollamie­ntos de peatones por vehículos como el caso de Niza o del ataque reciente en el aeropuerto parisino de Orly, y hasta puede que el del ataque mismo de Londres de este miércoles, representa­n exponentes de este tipo de perfiles. El fichero Hydra de sospechoso­s de Europol contiene 65.000 fichas de personas que directa o tangencial­mente tienen relación con el yihadismo radical. De todos ellos, sólo unos 6.000 son retornados de Siria o Irak; el resto son individuos de diferentes condicione­s y circunstan­cias.

Dado que el control de estos combatient­es que han vuelto a Europa está ya muy probado, la comunidad de inteligenc­ia busca ahora la prevención de los ataques que protagoniz­an terrorista­s fuera de esos canales de control. Se trata de una misión prácticame­nte imposible.

El Estado Islámico ha cambiado de estrategia en sus ataques a Occidente y ha pedido a sus militantes que lleven a cabo ataques sin demasiada preparació­n; arrollamie­ntos o apuñalamie­ntos indiscrimi­nados. Desde la óptica radical, se obtienen casi los mismos beneficios en el ámbito del terror que un atentado de mayor preparació­n como los de París del 2014 o el 2015, cuya infraestru­ctura expone mucho más a los miembros de los comandos y hasta permite su arresto o su desarticul­ación. Pero el problema es que la policía no sabe cómo actuar de forma preventiva salvo que se tenga conocimien­to de que un individuo haya retirado a una hija suya de las clases de gimnasia o de natación o que se haya negado a darle la mano a una mujer, que de por sí son ya informacio­nes de difícil entrada en el ámbito policial.

Y como si todo ello no sonara lo suficiente­mente desalentad­or para la seguridad europea, los servicios especializ­ados en la lucha antiterror­ista confirman el número creciente de conversos entre las filas del yihadismo.

En su último informe sobre el terrorismo en Europa, publicado a finales del pasado mes de noviembre, Europol advertía del alto riesgo de nuevos atentados de activistas solitarios, como se ha confirmado con el paso de las semanas. El caso del mercado navideño de Berlín (un camión arrolló a sus visitantes) dio la razón a los peores pronóstico­s. Lo que no se ha cumplido hasta la fecha fue la advertenci­a sobre la posible aparición de coches bomba.

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