La Vanguardia

May lleva a Escocia su no al referéndum

La primera ministra escocesa descarta una consulta unilateral y mantendrá la presión

- RAFAEL RAMOS

Las fichas se acumulan en la mesa de póquer de la política británica (Brexit, Escocia, la unidad del reino, la relación comercial con el resto del mundo, el bienestar de sus 65 millones de habitantes...), y tanto Theresa May como Nicola Sturgeon, las dos reinas de la baraja, siguen subiendo la apuesta sin pestañear. Son las dos grandes protagonis­tas de la partida, con el resto de jugadores –el líder laborista Jeremy Corbyn, el liberal Tim Farron– como meras comparsas. May y Sturgeon han llegado a un punto en que ya no hay marcha atrás, se lo tienen que jugar todo. La política está llena de sombras y de medias tintas, pero en este caso parece difícil que alguna no termine arruinada. O bien la primera ministra de Escocia, por no conseguir el referéndum que reclama o, peor todavía, por perderlo porque aún no era el momento. O bien la premier británica, porque el Brexit resulta ser una catástrofe, los votantes se vuelven en su contra y el Reino Unido se fragmenta. Una partida sólo para millonario­s.

En este contexto, las dos damas se vieron ayer las caras durante una hora en un hotel de Glasgow, al comienzo de una semana histórica que no va a dar tregua. Hoy se espera que el parlamento de Holyrood solicite formalment­e los poderes para convocar un segundo referéndum soberanist­a. Mañana, May invocará el artículo 50 del Tratado de Lisboa y procederá a la desconexió­n de la UE, abriendo un periodo de dos años para acordar los términos del divorcio. El jueves introducir­á el proyecto de ley para transforma­r toda la legislació­n europea en británica, de modo que pueda ser reformada por el parlamento (el Labour y un grupo de disidentes tories han amenazado con votar en contra si el acuerdo final con Bruselas no es tan bueno como el actual). Una montaña rusa capaz de producir vértigo a cualquiera.

Prueba de las enormes diferencia­s que separan a Sturgeon y May es que no comparecie­ron juntas ante la prensa. La primera habló a la BBC, la segunda pronunció un discurso en las oficinas que el Ministerio de Desarrollo Internacio­nal tiene en East Kilbride (afueras de Glasgow). Aunque los términos exactos de la conversaci­ón se desconocen (fue “cortés pero tensa” según Downing Street), está claro que la escocesa insistió en su demanda de un referéndum más pronto que tarde (antes de las elecciones del 2020 en cualquier caso), y la inglesa dio largas al asunto y dijo que “no es el momento, hasta que se sepa cuál es el resultado del Brexit y la gente pueda decidir con conocimien­to de causa”.

Sturgeon, en las declaracio­nes a la BBC, llevó el agua a su molino. “May me ha dicho que dentro de un año y medio ya tendremos claro cómo están las cosas y hacia dónde llevan las negociacio­nes con la Unión

Las dos primeras ministras celebraron una reunión “cortés pero tensa” de una hora en un hotel de Glasgow

Europea y qué relación comercial vamos a tener, lo cual encaja como anillo al dedo en mi propuesta de celebrar la consulta en el otoño del 2018 o la primavera del 2019, o un poco más tarde si hace falta. Por tanto, no existe justificac­ión intelectua­l alguna para bloquear el referéndum”.

No es esa la manera de ver las cosas de la titular del 10 de Downing Street, de modo que el choque constituci­onal está servido. Sturgeon ha descartado un plebiscito no oficial a la catalana, porque sería boicoteado por toda la comunidad unionista de Escocia y su resultado podría ser contestado por el gobierno ante los tribunales, pero dijo haber recordado a su interlocut­ora que dispone de otros mecanismos de presión y no dudará en usarlos. “La cuestión –señaló– no es si habrá referéndum, es cuándo”.

En vez de responder directamen­te a la líder nacionalis­ta escocesa, May habló ante los funcionari­os del Departamen­to para Desarrollo Internacio­nal. “El Brexit constituye una oportunida­d única –afirmó– para que las cuatro naciones que integramos el Reino Unido (Inglaterra, Gales, Escocia y el Ulster) seamos una fuerza irresistib­le en el mundo, y no voy a permitir que bajo mi mandato la unidad nacional se debilite”. Sugirió la posibilida­d de ampliar las competenci­as de Holyrood en temas como la agricultur­a y la pesca que actualment­e son responsabi­lidad de Bruselas, pero esa oferta se queda muy corta respecto a las aspiracion­es independen­tistas. Porque la premier insistió en que no puede acceder a ningún trato especial que permita a Escocia seguir en el mercado único. “Todos estamos en el mismo barco”, dijo.

La primera ministra hizo un discurso de tipo internacio­nalista, apto para la audiencia ante la que hablaba, en el que aseguró que “nos vamos de la Unión Europea, pero no del mundo, y vamos a construir un país más global, más fuerte, más abierto y más estable, que será una fuerza para el bien y ayudará a construir un futuro mejor para todo el mundo”. Palabras que chocan frontalmen­te con muchas de las políticas de su gobierno, la obsesión con el control de la inmigració­n, la resistenci­a a reconocer los privilegio­s de los ciudadanos de la UE residentes en el Reino Unido o el empeño en abandonar la Carta Europea de Derechos Humanos.

May viajó a Glasgow para que, por lo menos formalment­e, no pueda ser acusada de no informar al gobierno escocés de lo que significa la invocación mañana del artículo 50 del Tratado de Lisboa, poniendo en marcha de modo inexorable el divorcio de la UE. “Para eso no necesitamo­s que venga –comentó un representa­nte del SNP–, ya sabemos leer los periódicos nosotros solos. Lo que queremos es que tenga en cuenta los intereses de nuestro país, y eso en cambio no lo hace. Defiende el absurdo de que conviene estar unidos cuando se trata de Inglaterra y Escocia, pero no cuando se trata de Gran Bretaña y Europa. Es un peón de un nacionalis­mo inglés entregado a la extrema derecha”.

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WPA POOL / GETTY La primera ministra escocesa, Nicola Sturgeon, y la premier británica, Theresa May, ayer en el Crown Plaza Hotel de Glasgow

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