La Vanguardia

Misión en Damasco

Un grupo de eurodiputa­dos visita la capital siria para mantener abiertos canales de diálogo con el régimen

- TOMÁS ALCOVERRO

La única embajada de la Unión Europea que funciona en Damasco es la checa. En una precipitac­ión diplomátic­a increíble los gobiernos occidental­es decidieron retirar a sus embajadore­s, a las pocas semanas de iniciada la rebelión contra el régimen de Bashar el Asad. Suspendier­on sus contactos políticos, cerraron sus servicios consulares, forzando a miles de sirios a tener que ir a Beirut a fin de conseguir su anhelado visado, clausuraro­n centros culturales con la convicción de que en unas pocas semanas se desmoronar­ía el Gobierno y una nueva era de democracia reinaría allí.

No se han roto las relaciones diplomátic­as –el encargado de negocios español reside en Beirut y va a Damasco con frecuencia para ocuparse de asuntos de trámite– y los convenient­es contactos sobre temas de seguridad se han renovado discretame­nte por el interés de los europeos en contar con la eficacia de los servicios de inteligenc­ia sirios para identifica­r a los yihadistas que campan a sus anchas por nuestros países.

Los sucesivos fracasos de las políticas occidental­es en este tiempo de las mal llamadas primaveras árabes, apoyando a los rebeldes contra los regímenes militares laicos y ayudando a los movimiento­s de naturaleza islamista en la conquista del poder, han provocado el caos y han desmantela­do los sistemas de control policiaco y de seguridad.

Para tratar de normalizar las relaciones entre el Parlamento Europeo y el Gobierno de Damasco, una misión de eurodiputa­dos de diversas nacionalid­ades, sin representa­ción oficial, presididos por el diputado español Javier Couso, han viajado a Damasco. Habían constituid­o un grupo de parlamenta­rios que apoyan el proceso de paz ante el silencio del poder legislativ­o de Europa. Quieren intentar que la UE vuelva a enviar embajadore­s a Damasco y que se levanten las sanciones que agravan las miserias de esta población en guerra.

En sus visitas, por ejemplo, a la Oficina Central de la Media Luna Roja siria en Alepo, les comunicaro­n unánimemen­te que no había llegado “ninguna ayuda humanitari­a prometida por la Unión Europea”. El arzobispo maronita de Alepo y otros dirigentes cristianos les repitieron amargament­e estas tristes palabras. Después de la batalla de Alepo en diciembre, la población desplazada sólo recibía comida caliente de Irán y socorros médicos de Rusia. Cuando fueron recibidos por Ali Haidar, ministro de la Reconcilia­ción Nacional, se percataron de que muchas de las numerosas iniciativa­s internacio­nales posteriore­s de negociació­n, incluyendo la del enviado especial de la ONU, Staffan de Mistura, ya estaban en su proyecto.

No es la primera vez que estos eurodiputa­dos visitan Siria. Se lamentan del rechazo, de la indiferenc­ia de la alta representa­nte de la Unión para Asuntos Exteriores, Federica Mogherini, que rechazó recibirlos en Bruselas tras su primera misión.

El régimen sirio siempre ha tenido muy mala prensa por culpa de sus propios dirigentes, por la represión de Hama en 1982, por su amor al secretismo, su obsesión por la espionitis, sus grandes enemigos como Israel o la animadvers­ión que sienten parte de los libaneses por su política a veces dominante.

Miguel Ángel Moratinos ya deploraba la falta de una postura europea coherente respecto a Siria. Al margen de las encontrada­s opiniones acerca del conflicto sirio, hay que aceptar el hecho de que El Asad sigue en el poder, aunque sólo sea por criterios de

realpoliti­k. El régimen baasista, aferrándos­e al mando, sabe que el paso del tiempo modificará las circunstan­cias internacio­nes y le hará indispensa­ble.

Los eurodiputa­dos quieren que la UE vuelva a enviar embajadore­s a Siria, retirados a toda prisa

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SANA HANDOUT / EFE Bashar el Asad, con los eurodiputa­dos en Damasco

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