La Vanguardia

Los nuestros y los otros

El Bradford City hace lo posible por ser un elemento integrador entre su hinchada blanca y la amplia comunidad islámica de la ciudad inglesa

- Rafael Ramos

Para llegar al estadio de Valley Parade desde la estación de tren de Bradford se atraviesa uno de los barrios más deprimidos de todo el país, con amplia mayoría de población musulmana (sobre todo de origen paquistaní). El paisaje de la Cornwall Road y la Lupton Street son centros culturales islámicos, madrasas, gurdwaras (templos sij), librerías donde el Corán es el principal y único bestseller, tiendas de velos, túnicas y ropa tradiciona­l, niños que juegan a la pelota en las calles. Pero no le dan patadas sino batazos. Cricket y no fútbol.

Según la hora que sea, los gritos de los hinchas del Bradford City que avanzan hacia su templo los sábados a los dos y media de la tarde se mezclan con los cánticos del muecín a través de la megafonía de las numerosas mezquitas. Los vecinos desaparece­n de las calles para dejar paso a las hordas de hooligans borrachos, a quienes desprecia. Las miradas a través de los visillos son de disgusto, recelo y sospecha. Los corrillos de hombres se trasladan a tomar el té al interior de locales en cuyos televisore­s se sigue el servicio asiático de la BBC, y si hay parabólica alguno de los canales de Pakistán. Son mundos paralelos que se tocan lo menos posible.

El club (quinto de la tercera división, con buenas posibilida­des de participar en los playoffs de ascenso) intenta que el fútbol sea un factor de integració­n, pero no es fácil. Nada más comprarlo hace unos años, sus propietari­os alemanes preguntaro­n por qué casi el cien por cien de la gente que acudía a Valley Parade era blanca. Y recibieron veinte respuestas, todas distintas: lo que le gusta a la comunidad asiática es el cricket, su poder adquisitiv­o no da para lujos, el deseo de no mezclarse, la repulsa que le genera el alcohol y el lenguaje obsceno, los numerosos antecedent­es de incidentes raciales en la ciudad, la existencia de un núcleo duro de hinchas del City que pertenecen a grupos neofascist­as como la Liga para la Defensa de Inglaterra o el Partido Nacional Británico...

Los seguidores del Bradford -entre los que hay su cuota de racistas y xenófobos, fanáticos del Brexit con el solo propósito de reducir la inmigració­n- han de aguantar la ironía de que en los estadios más hostiles, como el del Sheffield United, les increpen con gritos como no sois más que una

sucursal del Estado Islámico ,o sois un puñado de pakis, sin que esos insultos merezcan tan siquiera una investigac­ión por parte de la Federación Inglesa de Fútbol, tan puritana y políticame­nte correcta en otros menesteres.

Los intentos de acercamien­to entre el club y la comunidad musulmana existen, pero con resultados todavía poco espectacul­ares porque los problemas tienen raíces muy profundas. El propietari­o Edin Rahic es un ateo cuyos padres emigraron a Alemania antes de la guerra civil yugoslava, desde un enclave musulmán en Serbia. Piensa que aunque el cricket sea el deporte rey entre los ingleses de origen pakistaní, hindú y bangladesh­í, también hay interés por el fútbol, pero no se vuelca hacia el equipo local sino hacia el Arsenal, el Chelsea o el Manchester United.

Rahic y su socio Stefan Rupp regalan un centenar de entradas para cada partido a las escuelas y centros religiosos musulmanes, ayudan económicam­ente a las peñas y equipos de fútbol de la comunidad asiática, y les permiten visitar las instalacio­nes y elegir de vez en cuando el jugador del partido. Pero aun así sería una revolución (y a la policía no le agradaría un pelo) si en las tribunas de Valley Parade empezasen a aparecer grupos de hombres barbudos con túnicas, o de mujeres cubiertas con el velo. Las tensiones están a flor de piel, y no hace falta un detonante muy potente para provocar una explosión.

Fundado en 1903, el único trofeo en las vitrinas del City es la Copa de 1911, que ganó al Newcastle United en un partido de desempate, con un gol de su capitán Jimmy Spiers. La mayoría de su periplo ha sido en las divisiones inferiores del fútbol inglés, aunque tuvo una breve presencia en la Premier League en la temporada 19992000. Tras el descenso al año siguiente ha padecido un cúmulo de crisis financiera­s que lo llevaron al borde de la desaparici­ón, hasta su compra por los alemanes. Hace cuatro años, eliminaron a tres equipos de primera (Wigan, Arsenal y Aston Villa) para alcanzar la final de la Copa de la Liga, en la que fueron goleados 5-0 por el Swansea. Sus colores son el ámbar y el clarete, los mismos que los del Motherwell escocés, un regimiento que tiene su cuartel cerca del estadio, y la escuela de Hogwarts, a la que va Harry Potter. En su caso son los colores de la división y de la discordia.

“No sois más que una simple sucursal del Estado Islámico”, insultan los fans rivales a los del Bradford

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CHRISTOPHE­R FURLONG / GETTY Una de las mezquitas de la ciudad inglesa de Bradford
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