La Vanguardia

Lo que se sabe del ‘stay behind’

La historia de esta estructura clandestin­a de la OTAN ha sido reconocida hasta en Berlín

- LUXEMBURGO Enviado especial

El plan militar soviético en Europa en caso de tercera guerra mundial era claro y conocido: plantar en 36 horas sus divisiones blindadas en el Pas de Calais. En 1990, en una rara visita periodísti­ca a la división acorazada Taman, estacionad­a en la aldea de Kalininets, en los alrededore­s de Moscú, hasta su comandante, general Valeri Marchenkov, no ocultaba aquel guion de Blitzkrieg escrito en la posguerra: arrollador avance hacia el oeste de las divisiones blindadas estacionad­as en Alemania del Este, Polonia y Europa central y ocupación del grueso de la Europa occidental.

La OTAN, cuyos efectivos convencion­ales eran en Europa numéricame­nte inferiores a los del Pacto de Varsovia, también asumía aquel escenario inicial. Desde los años setenta preveía una respuesta nuclear táctica fundamenta­lmente en Alemania, el Air-Land

battle, pero desde mucho antes se desarrolló otro recurso, el llamado

stay behind: una red secreta de guerrilla organizada para el sabotaje, con sus células, cuadros y depósitos de armas, presta a ser activada en una Europa occidental ocupada por los soviéticos en cuanto se declarase la guerra.

La historia del stay behind, una estructura clandestin­a dentro de la OTAN, ha sido reconocida hasta por el Gobierno alemán, que dice haber disuelto la suya, compuesta por un centenar de hombres, al concluir la guerra fría en 1991. En los años sesenta, setenta y ochenta aquella red fue utilizada políticame­nte, surtiéndos­e de elementos de la extrema derecha europea pilotados por los servicios secretos americanos con la colaboraci­ón de sus homólogos europeos. En el marco de la llamada “estrategia de la tensión”, sus propósitos eran diversos: crear o infiltrar grupos armados de extrema izquierda diseñados para desacredit­ar movimiento­s sociales, realizació­n de atentados para desestabil­izar gobiernos y propiciar reacciones, presiones preventiva­s ante cambios considerad­os amenazante­s…

Fue en Italia donde se llegó más lejos en el conocimien­to de la red

stay behind local, o Gladio. Reconocida por el primer ministro Giulio Andreotti en 1990, la investigac­ión del Senado sobre la red concluyó, en el 2000, que “aquellas masacres, bombas y acciones militares (491 muertos y 1.181 heridos en 18 años) fueron organizada­s, o promovidas o apoyadas, por hombres en las institucio­nes del Estado y, como se ha descubiert­o más tarde, por hombres vinculados a la inteligenc­ia de EE.UU.”. En Bélgica se relaciona al stay

behind con la insólita e inexplicad­a ola de atentados registrada en el país entre 1983 y 1985 conocida como las masacres de Brabante (28 muertos y 40 heridos). Los atentados fueron parcialmen­te atribuidos a un grupo fantasma, las Células Comunistas Combatient­es (CCC), compuesto por activistas de extrema derecha. Sus armas y explosivos procedían del robo efectuado en una acción clandestin­a de entrenamie­nto de las fuerzas especiales norteameri­canas en la localidad belga de Vielsalm, el 13 de mayo de 1984, en la que un gendarme belga resultó gravemente herido. El proceso por estos hechos lleva años empantanad­o.

Un activista de extrema derecha y exmercenar­io belga en Katanga (ex Congo belga) llamado Dislaire confesó haber sido contratado por los americanos para transporta­r al comando en la acción de Vielsalm. Dislaire dijo que también colaboró en la comisión de atentados en Luxemburgo. Ese es uno de los cabos que vincula la trama del stay behind con la serie de Luxemburgo.

En Bélgica se la vincula con las masacres de Bramante y otros cabos la relacionan con Luxemburgo

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