La banalización del voto
LAS elecciones del 15 de junio de 1977 fueron las primeras libres celebradas en España desde la Segunda República. Para muchos ciudadanos que vivieron su primera madurez bajo el régimen franquista, el 15-J fue una fecha anhelada y mítica: su primera oportunidad para votar y contribuir a trazar el rumbo del país. Han pasado cuarenta años, una docena de legislativas, decenas de autonómicas y miles de municipales. La cita con las urnas se ha convertido en rutina. Aun así, y aceptando que ciertos comicios despiertan más interés que otros, los días electorales siguen siendo una fiesta democrática y la ocasión para ejercer responsablemente el derecho al voto.
Esta percepción de las elecciones convive con otra más frívola, en la que el voto tiene carácter juguetón y disolvente. Internet y el libre acceso a las redes han propiciado esta deriva, que puede arrojar resultados absurdos. Algunos foros de internet alojan votaciones cuyo objetivo último ya no es el acercarnos al bien común, sino la diversión, la chanza y la astracanada. Forocoches, de cuyas acciones dábamos cuenta en la edición del viernes, es una de dichas ágoras electrónicas, entre cuyos servicios, sustentados por cientos de miles de votos, se cuentan la elección de la periodista más sexy del país o del reciente ganador del concurso televisivo Got talent, cuyo premio, por votación popular, no fue para el mejor aspirante sino para el más risible.
Los ciudadanos son libres de participar en tales foros y subvertir el afán de una convocatoria propia o ajena. Pero a nadie se le escapa que tales iniciativas encierran una banalización del voto. Ni que eso sucede gracias a las facilidades, el anonimato y, en suma, la irresponsabilidad que garantizan al usuario los foros en red. Ni, yendo más allá, que según se extiende este uso electoral de las redes digitales disminuye el sentido e incluso la fiabilidad de las decisiones que promueve.
Si añadimos a lo dicho que otros procesos electorales más serios, también con su faceta electrónica, pueden verse afectados por posibles pirateos y demás problemas de seguridad –para evitar dicho riesgo, las últimas elecciones holandesas fueron recontadas a mano–, veremos que las votaciones on line están lejos de ofrecer plenas garantías. Lo cual es un problema. Y más en tiempos de bajas participaciones y progresiva vinculación de la juventud al mundo digital. Es pues necesario reforzar los sistemas de seguridad y, al tiempo, trabajar para mantener la dignidad y el rigor que deben acompañar al acto de votar. De lo contrario, votaciones y elecciones, que son dos mecanismos básicos de la democracia, pueden sufrir una erosión preocupante.