La bata de trabajo
Sor Lucía: “La única religión válida es la del amor que se convierte en servicio; lo demás no sirve”
Aconsejo ver el insólito vídeo de la conversación entre sor Lucía y el actor porno Nacho Vidal. Dura apenas cinco minutos, pero son minutos de oro. El vídeo se enmarca en la campaña “Invulnerables” de la fundación Rosa Oriol, cuyo objetivo justamente es convertir en invulnerables a todos los niños que viven en permanente vulnerabilidad.
Y para ello, sor Lucía ha planteado una actuación integral que pasa por todo, por conseguir que puedan tener clases de inglés, que jueguen a fútbol con los otros niños, que vayan a colonias de verano, que tengan gafas cuando las necesiten, y, en definitiva, que se igualen sus oportunidades con el resto de niños. Es un proyecto innovador, ambicioso y eficaz para los niños con riesgo de exclusión social, que crea redes con agentes públicos y privados para conseguir romper el círculo vicioso de la pobreza. Hoy por hoy estas redes ya están actuando en ocho zonas del territorio catalán, y su efectividad es tan notable que augura un crecimiento exponencial.
¿Qué tiene que ver todo ello con Nacho Vidal? Probablemente poco, más allá de la voluntad de romper esquemas y dar a conocer el proyecto a través de charlas sorprendentes. Y no hay duda de que la conversación entre una monja y un actor porno contiene todos los acentos de la palabra sorpresa. Pero la sorpresa huye de cualquier morbosidad y deviene profunda con la primera frase de sor Lucía dirigida a Nacho: “Tú con tu cara, y yo con mi hábito, vamos desnudos”. El resto, por su profundidad, es previsible conociendo a esta sor argentina que vive su trascendencia espiritual con una entrega total al prójimo, despojada de todo atributo que no sea el amor a su fe y la dedicación vital a los desfavorecidos. Cuando Nacho le pregunta por qué lleva el hábito si podría hacer lo mismo sin el atuendo, ella le responde que es su bata de trabajo y que le recuerda su compromiso de 24 horas con la gente. “Me identifica”, asegura. Dotada de una inteligencia vibrante y de una lengua valiente, esos cinco minutos nos dejan frases que son auténticas sentencias de convivencia y respeto. Por ejemplo, al hablar de la hija transexual del actor, y de su lucha por ser aceptada, sor Lucía le responde: “Durante mucho tiempo la Iglesia se ha dedicado a apedrear a aquellos que no vivían de acuerdo con la norma”, para añadir que “hemos tenido suficiente religión para odiarnos, para crear normas y estructuras, pero poca para amarnos”. Con un remate final: “La única religión válida es la del amor que se convierte en servicio. Lo demás no sirve”.
De golpe, qué sencillo todo: una fe que remueve conciencias; una religión como un servicio al ser humano; y un Dios que ama. Lo demás no sirve, asegura sor Lucía, y es cierto. No sirve la fe que crea fanáticos, ni la religión que alza muros de incomprensión, ni los dioses que odian. O Dios es el Dios de sor Lucía, o es el diablo.