“El móvil es un arma peligrosa”
El juez de menores Emilio Calatayud advierte del peligro de no vigilar el uso del teléfono de los hijos
Mañana juega el Granada contra el Barça [hoy para el lector] y yo ya sé que se habrán disparado las apuestas y más jóvenes estarán en camino de convertirse en ludópatas”, advirtió preocupado el mediático juez de menores de Granada Emilio Calatayud, famoso por firmar sentencias basadas en la reparación del delito. “El móvil es una droga que los padres dan tranquilamente a los hijos sin darse cuenta de que es un arma peligrosa no sólo por su poder de adicción sino como medio para cometer un montón de delitos”, dijo en la conferencia que impartió ayer en el CCCB de Barcelona. Acoso, injurias, amenazas, intercambio de contenido sexual... “Dejamos solos a los adolescentes”.
Explica algunos casos de su juzgado. Dos chicas con intento de suicidio porque sus padres les retiraron el móvil o el de los chicos que pegan a sus padres por limitarles su acceso. Calatayud se lamentó de la actitud condescendiente de los padres y el mal entendido respeto a la intimidad del menor. “¿Contraseña? Pues claro que hay que tenerla”.
Ha visto horas de fotos y vídeos en redes sociales. La masturbación de una niña de 12 años enviada a un colega como prueba de amor y él la colgó; el chantaje de un chico de 16 a una niña de 12 a la que obligó a acostarse en dos ocasiones con penetración o colgaba una foto comprometedora, y la colgó; la falsa violación de una chica que provocó el acoso en las redes a los supuestos adolescentes violadores durante un año, hasta que se celebró el juicio y se vio que no había sido tal. “Un médico me consultó en una ocasión si atentaba a la intimidad de su paciente de 16 años, con una enfermedad venérea, que informara a sus padres sobre su estado”. El juez le recomendó que hablara también con los progenitores de la novia, de 14.
Criticó duramente a las escuelas. “No saben leer pero aprueban por ley”. El juez es famoso por sus sentencias en las que obliga a los muchachos a estudiar o formarse en alguna profesión. “Al preso que se porta mal no se le expulsa de la cárcel”, indicó Calatayud. “¿Por qué las escuelas no incorporan a los centros a educadores sociales, psicólogos y otros profesionales que ayuden a los alumnos descarriados?”
También fue crítica con la escuela Montserrat Juvanteny, presidenta de la entidad que organizó el encuentro en el CCCB. “De la escuela no debería irse ni el agresor ni la víctima en los casos de acoso escolar”, manifestó. En su opinión, se hace dejación del problema por no saber cómo gestionarlo con los alumnos y con las familias. Pero al estudiante dañado, si se va, le damos el mensaje de que es el culpable o que no se puede lidiar con algunas situaciones. Si el que se va es el agresor, dejamos de atender sus necesidades y trasladamos el problema a otro centro”. Juvanteny preside la Fundació Concepció Juvanteny, con 30 años en el cuidado de niños en riesgo de exclusión social. Promueve, entre otros, el proyecto Secreto entre los menores tutelados por la Administración para facilitar que niños y jóvenes venzan el miedo y expliquen en sesiones grupales los abusos sexuales padecidos. Esta entidad era la encargada de supervisar a los niños abusados por el pederasta de
Castelldans, tutelados por la Generalitat, un caso recogido por Carles Porta en el libro Le llamaban padre.
“El abuso es una agresión al alma que no se puede perdonar”, afirmó Juvanteny. “Se debe exigir al adulto que pida disculpas y estas son muy reparadoras para la víctima por más tiempo que haya pasado”, continuó, “pero no se puede exigir el olvido”. Asimismo consideró que un niño sólo puede denunciar “cuando está preparado”, por lo que reclamó que el delito no prescriba.
La fundación Juvanteny promueve que los niños tutelados venzan el miedo a hablar de abusos