La Vanguardia

“Informar al paciente no es dar datos, es deliberar”

Diego Gracia y Felipe Solsona, profesores de Bioética

- ANA MACPHERSON Barcelona

Los médicos ven poco morir. Están presentes antes, pero cuando llega la hora del notario o del sacerdote, no suelen estar. La muerte da mucho miedo. En un ejercicio con mis alumnos médicos, usábamos la grabación de sus visitas a los pacientes en fase final. Se sentían avergonzad­os al oírse. ¡No dejaban hablar al paciente! ¿Has pasado buena noche? ¿Vino a verte tu familia? ¿Qué tal estás? ¿Te duele algo? Bueno, luego paso... Toda esa retahíla para protegerse. Es muy difícil estar ahí. La muerte genera angustia en todos los que están alrededor, es como un pulpo con un montón de tentáculos”. La reflexión es de Diego Gracia, el maestro español de la Bioética. Médico, psiquiatra, psicólogo, filósofo, investigad­or del CSIC y, sobre todo, profesor.

“Tuvimos un caso en la UCI, un paciente con una grave lesión cerebral. Consultaro­n al comité de bioética sobre cómo minimizar el tratamient­o, porque la familia creía que él no quería seguir en esas circunstan­cias. Retiramos el oxígeno, la hidratació­n, los sueros. ‘Estamos esperando su muerte’, me dijo la familia cuando fui a ver al paciente, ‘y desde que le hemos limitado los tratamient­os no ha venido ningún médico por aquí’”. Lo explica Felipe Solsona, profesor de Bioética y hasta hace poco presidente del comité de ética y jefe de servicio de la UCI del hospital del Mar. Acaba de publicar una guía para El paciente

informado que ha prologado su maestro Diego Gracia. Ambos conversaro­n para La Vanguardia sobre los dilemas que presentan la enfermedad, la cura y los valores del otro. “La angustia es una mochila que vas llenando”, afirma Diego Gracia.

¿Por eso cuesta tanto informar bien al paciente?

D.G.: Hay quien se limita a informar, a dar los datos. Aquí tiene la informació­n y usted verá lo que hace. Hay quien da su opinión y te explica qué haría él. Informar al paciente es otra cosa: se trata de deliberar, de analizar con el paciente esa informació­n. Porque cuando das un juicio como médico, ‘una metástasis, dos meses de vida’, crees que sólo hablas de hechos, pero realmente estás haciendo un juicio de valor, le estás diciendo, sin darte cuenta, que no vale la pena. La deliberaci­ón es consciente, es una articulaci­ón de los datos con sus valores, y el papel del médico es ayudar a articular bien. F.S. : Necesitas saber cuánta informació­n quiere el paciente, no a todo el mundo le afectan igual las noticias sobre su situación. Tienes que reconocer su derecho a conocer su verdad, para tomar decisiones, para lo que quiera, pero has de ir adivinando qué quiere saber. La gente debería hablar de eso en familia. Facilitarí­a las cosas. No está bien algo que hacemos habitualme­nte, que es informar primero a los familiares. Hay que dedicar tiempo a hablar con la persona afectada. Estamos en un mundo muy cambiante. Hace unos años no más del 25 por ciento quería saber.

¿El consentimi­ento informado sólo sirve para proteger a los médicos? F.S.: La mitad de los pacientes reconoce que firmó todas aquellas hojas sin leerlas. Pero hay sentencias contra quien no informó de algunos riesgos que el paciente sí considerab­a importante­s y no su médico, aunque hubiera firmado. El problema es el paternalis­mo y también la minoría de edad del paciente. Es el enfermo quien debería exigir que le expliquen qué se está haciendo con él. D.G.: La figura del consentimi­ento informado nació del Derecho, de las sentencias. Ese es el problema. El consentimi­ento ideal no sería informado, sino deliberado. Tiempo y explicacio­nes teniendo en cuenta los valores. ¿Los familiares saben qué quieren los enfermos? F.S.: Nos vendría muy bien que la gente hiciera su testamento vital. A veces los familiares empiezan con un ‘lo que haga falta’ para pasar al cabo de los días con un ‘acaben de una vez’. No es fácil interpreta­r correctame­nte la voluntad de un enfermo que no puede expresarse. Hicimos un estudio entre representa­ntes y pacientes sobre casos hipotético­s. Acertaron 2 de cada 3: el 33% no tomó la misma decisión que quería su familiar enfermo. D.G.: ¿Sabe quién hace siempre testamento vital? Los testigos de Jehová. Nos han enseñado mucho. Por ejemplo, cómo manejar los gramos de hemoglobin­a. Ahora no pones una transfusió­n ni a un testigo, ni a un médico, salvo que estés al límite. La hepatitis y el sida también han cambiado la cultura. Los ginecólogo­s ahora no transfunde­n sistemátic­amente: a las pacientes se les da a elegir.

La despenaliz­ación de la eutanasia y una nueva ley de muerte digna están ahora en el Parlamento, aunque sólo esta última será discutida. ¿Ya somos una sociedad madura? F.S. Hicimos también un estudio entre médicos y enfermería y les planteábam­os cuatro casos en los que había que tomar decisiones sobre tratamient­o, sobre quitar o no un respirador, sobre sedar. Les pedimos que identifica­ran en cada uno si se trataba de un caso de eutanasia o de suicidio asistido. Sólo el 4% acertó. No sabemos distinguir entre la autonomía del paciente para rechazar un tratamient­o, la eutanasia, la sedación paliativa o el suicidio asistido. D.G.: Las palabras confunden. Tenemos que conocer mucho mejor los recursos de control de síntomas en situacione­s complicada­s. Todo el que quiere morir es que quiere vivir de otra manera. La eutanasia siempre es una excepción. La despenaliz­ación debería ser así de restrictiv­a y en cambio necesitamo­s dignificar la fase final de la vida, que no lo es hoy por un sesgo de valoración, porque no se aprecia su valor. Los cuidados paliativos los empezó una enfermera británica durante la guerra, con enfermos en un ay continuo y se atrevió a pedir más morfina, que se le negaba a esos pacientes por miedo a que pudieran hacerse adictos. Probó, y lo publicó, que en 600 casos que suministró morfina a demanda no se produjo tal adicción. Queda mucho.

HECHOS O JUICIOS DE VALOR

INTERPRETA­R A OTRO “Cuando le dices, ‘una metástasis, dos meses’, le estás transmitie­ndo que no vale la pena” “La familia empieza a veces con ‘lo que haga falta’ y en unos días pasa al ‘acaben de una vez’”

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KIM MANRESA Felipe Solsona y Diego Gracia conversan sobre problemas éticos de la salud en el hospital del Mar

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