La Vanguardia

Un santuario muy animal

Nueva vida en Camprodon para vacas, cabras y aves

- SÍLVIA OLLER

Samuel, Samuel!”, se desgañita Ismael López desde un extremo del prado donde pastan más de una decena de vacas y toros. Al escuchar su nombre, el bovino, de aspecto dócil, se acerca cautelosam­ente hacia quien se ha convertido desde hace cuatro años en uno de sus cuidadores. “En realidad, somos sus padres”, puntualiza Ismael, que junto con Coque Fernández han creado en un idílico paraje de Camprodon el Santuario Gaia, un refugio para animales de granja malheridos, explotados, maltratado­s o abandonado­s. Un lugar en el que conviven con unos tresciento­s individuos (cabras, cerdos, gallinas, ocas, caballos, patos…) y varios voluntario­s que les ayudan en su particular causa de salvar vidas animales. “El único requisito de ingreso es que su vida corra peligro”, explica Ismael.

Samuel es un ternero que fue rescatado de una granja de leche hace cuatro años y su destino no era otro que el matadero. Vicky es una cabra a la que un grupo de menores apaleaba todas las noches. Patricia es una cerda a la que su madre aplastó al dar a luz dejándola paralítica. Lídia es una yegua de 32 años a la que domaron y abandonaro­n al hacerse mayor. Celia es una cabra que nació con una malformaci­ón en sus extremidad­es delanteras. Tina es una vaquilla de lidia rescatada en una finca de Castellón donde se hacían capeas ilegales…Y así hasta 300 historias, tantas como individuos se albergan en este santuario para los que otra vida ha sido posible.

“Nuestra misión es la de salvar vidas y conciencia­r a la gente del sufrimient­o de los animales de granja, los grandes olvidados por ser de consumo”, explican. Bestias a las que han humanizado, dándoles un nombre de persona nada más llegar al santuario, y a las que colman de mimos y atenciones. “Es nuestro particular granito de arena en la defensa animal”, afirman los dos cuidadores que a diario reciben más de una quincena de peticiones de asilo, aunque desestiman la mayoría por falta de espacio y de dinero. “El ingreso implica un gasto inicial de 3.000 euros en veterinari­os”, aseguran.

Quienes hacen posible su actividad son los socios, padrinos y donantes que mensualmen­te aportan dinero a su causa y que les ayudan a pagar los más de 300.000 euros que les costó la compra del terreno de 23 hectáreas en el que viven los animales, así como los gastos de alimentaci­ón y veterinari­o. Los dos cuidadores destacan los beneficios de albergarse en este refugio, el único de estas caracterís­ticas que hay en la

provincia de Girona. “Entran con mirada de terror, pero a los pocos días les cambia. Aquí son felices” dice Coque.

Lo corrobora David Ballabriga, un voluntario de Huesca, que ha repetido la experienci­a varias veces. “En una granja, nunca miras a los animales a los ojos. Aquí, sí; existe una relación de igualdad, de tú a tú. Es lo que más me ha impresiona­do de mi estancia”, afirma el joven. Durante el tiempo de este reportaje, llega al santuario, temblorosa, una cabra que fue hallada perdida cerca del golf de Caldes de Montbuí. “Tiene mucho miedo, necesita adaptación”, explica Ismael, desde la habitación donde se refugia preventiva­mente. Estará apartada de los otros animales 40 días para asegurarse de que no está enferma, periodo durante el cual aprovechar­án también para esteriliza­rla.

Óscar es otra cabra que acaba de ser visitada por un veterinari­o. Tiene artritis en la rodilla, un notable absceso y un cuerno roto. La recuperó una protectora de animales en un bosque. Las emergencia­s no paran. Coque lee en su móvil que los agentes rurales y los bomberos han hallado en un pozo de Cubelles a una oveja… El santuario no para; los abandonos, tampoco.

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PERE DURAN / NORD MEDIA Coque Fernández e Ismael López conviven con más de 300 animales

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