“Mis fotografías deben revelar mis experiencias, no la realidad”
Christopher Anderson lleva más de una década formando parte de la familia Magnum, la agencia por excelencia de los fotógrafos. Nacido en Canadá, criado en Texas y tras veinte años viviendo en Nueva York, decidió trasladarse a Barcelona el pasado julio. Su esposa es francesa y catalana, y pensaron que esta ciudad es ideal para una vida familiar y además le permite viajar fácilmente por razones de trabajo a cualquier parte del mundo. Capitolio, sobre la Venezuela de Chávez; Son, una reflexión con la llegada de su primer hijo como protagonista; Stump, un retrato de la naturaleza del poder a partir de las elecciones norteamericanas del 2012; y un extenso trabajo en revistas
como Newsweek o National Geographic son algunos de sus trabajos más celebrados. Una de sus últimas tareas ha sido formar parte del jurado de la primera edición de los premios FCBarcelona Photo Awards, cuyos ganadores se darán a conocer en los próximos días.
¿Qué significa formar parte de la agencia Magnum?
Es un sueño para cualquier fotógrafo, pero para mí lo más interesante es que representa una manera de trabajar con integridad, independencia y libertad. Y también es un honor tener como colegas a fotógrafos contemporáneos que han tenido gran influencia en mí.
¿Existe un sello Anderson?
Tengo cuatro libros publicados y cada uno de ellos tiene un estilo diferente, pero lo que los conecta a todos es la emoción. Cuando alguien
ve una fotografía mía quiero que sienta algo intenso y físico en su interior que lo transporte a otro lugar. Y sobre todo, que no se pregunte cómo se ha hecho la fotografía. Si lo hace, la fotografía falla.
Usted habla de la subjetividad de la fotografía. ¿Cómo se logra?
La fotografía puede y debe ser subjetiva. Nada es objetivo, todo es una elección. Lo que elijo incluir y lo que elijo excluir. Lo más interesante en cualquier fotografía es el punto de vista de quien la hace, ver a través de los ojos de otra persona.
Pero la realidad es la realidad.
Sí, pero es mi realidad. Usted y yo podemos ver lo mismo, pero tener diferentes opiniones que no tienen por qué ser excluyentes. Lo único que hay que hacer es ser honesto y auténtico, al cien por cien. Para que mis fotografías tengan éxito,
tengo que ser subjetivo, y por eso me he distanciado del fotoperiodismo.
¿No se siente fotoperiodista?
No me gusta esta palabra. Un fotógrafo reportero va a un evento y su trabajo es ser lo más objetivo posible. Yo no funciono de esta manera sino más bien como un editorialista. Me siento más identificado con los articulistas que escriben en las páginas de opinión. En la última edición del The New York Times, por ejemplo, publico un retrato de Donald Trump que hice la semana pasada. No es periodismo, es mi opinión sobre Trump y sobre mi experiencia de ese momento.
Empezó trabajando en blanco y negro y ahora se ha pasado al color. ¿Qué ocurrió? He tenido como dos vidas profesionales como fotógrafo: en la primera todo era en blanco y negro, pero ahora estoy en una época casi completamente en color. Cuando estuve trabajando en zonas de conflicto, el blanco y negro me permitía alejarme de la actualidad y ser más atemporal y universal. Ahora me siento más vitalista y por lo tanto más colorista, pero no renuncio al blanco y negro. Por ejemplo, ese retrato de Trump es en blanco y negro porque quería evitar hacer una caricatura, con su peinado y su color de piel anaranjado.
Su trabajo sobre unos refugiados haitianos ganó en 1999 la medalla de oro Robert Capa. ¿Qué significó para usted? Lo entendí todo. Entendí qué es lo que quería y lo que necesitaba hacer. Vi claro en ese momento lo que la fotografía representa para mí. Las imágenes tienen que revelar algo sobre tu experiencia. Su función no es decir a los demás lo que está ocurriendo sino transmitirles lo que tú has sentido estando allí.
¿Cuál es la fotografía que no ha hecho usted que más le ha impactado o influenciado? La primera imagen que me marcó y que me hizo descubrir que detrás de cada fotografía hay una persona que la hace fue una secuencia muy famosa de Cartier Bresson con un hombre saltando sobre el agua. Pero hoy día la imagen que amo más es una del fotógrafo africano Malick Sidibe, titulada Nuit de Noel, sobre una pareja que bailan juntos. Cuando la miro, siento que conozco a la gente que aparece en ella, sé qué experiencia están viviendo, y me transmite alegría. Es un resumen perfecto de lo que debe ser una fotografía.
Hoy cualquier persona es un fotógrafo con su teléfono móvil. ¿Lo ve como algo positivo? No hay una respuesta sencilla. Mi primera reacción ante esa democratización de la fotografía es buena. Como profesional reconozco que es positivo porque ahora todo el mundo tiene más conocimientos sobre fotografía. Pero al mismo tiempo nos dificulta el trabajo a los profesionales, porque al estar inundados de imágenes es mucho más difícil que una fotografía pueda sobresalir entre tantas y logre atrapar a la gente.
CON VISIÓN SUBJETIVA “Me identifico más con los articulistas de las páginas de opinión que con los periodistas”