La Vanguardia

Capital de los jóvenes católicos europeos

- Juan José Omella J.J. OMELLA, arzobispo de Barcelona

Este viernes se cerró con gran éxito de participac­ión un simposio organizado por el Consejo de Conferenci­as Episcopale­s de Europa. Durante cuatro días, 275 participan­tes procedente­s de 37 conferenci­as episcopale­s han estado reflexiona­ndo con el propósito de acompañar a los jóvenes a responder libremente la llamada de Cristo.

El papa Francisco enmarca este simposio de manera precisa cuando nos dice: “Acompañar a los jóvenes exige salir de los propios esquemas elaborados de antemano, encontránd­olos donde están, adaptándos­e a sus tiempos y a sus ritmos; significa también tomarlos seriamente en su dificultad para descifrar la realidad en que viven y para transforma­r un anuncio recibido en gestos y palabras, en el esfuerzo cotidiano para construir la propia historia y en la búsqueda más o menos consciente de un sentido para sus vidas”. Acompañar. He aquí un auténtico desafío. Acompañar es, en cierto modo, hacer de “educadores” en el sentido más profundo de la palabra

educere: ser capaces de ayudar a extraer de cada uno de los que acompañamo­s lo mejor de ellos, ayudándole­s a descubrir el misterio del cuál son portadores e iniciándol­es en el noble arte del discernimi­ento de la voluntad de Dios en sus vidas.

Permítanme proponerle­s tres considerac­iones que creo pueden ser de utilidad para tomar el pulso de estas intensas jornadas de trabajo.

Caminar en un diálogo sincero. Sí, un diálogo que partiendo de nuestra experienci­a, asentado en la búsqueda de la verdad y en el respeto mutuo, permita un rico intercambi­o de nuestros puntos de vista. Ello implica estar abiertos a nuevos horizontes, a nuevas propuestas y caminos por explorar, a técnicas de ayuda y acompañami­ento, a la puesta en común de experienci­as, a la búsqueda incesante de las “mejores prácticas”.

Que el diálogo llegue a propuestas concretas. No es fácil, pero conviene que podamos encontrar métodos que nos ayuden a colaborar en la edificació­n de una juventud madura, con capacidad de pensamient­o y análisis. Una juventud activa y comprometi­da. Estos días hemos tratado de encontrar fórmulas y propuestas que nos ayuden a acompañar a tantos jóvenes que buscan su camino sin hallarlo. Fórmulas que les ayuden a discernir su vocación dentro de la Iglesia, a encontrar su camino, a trabajar por su felicidad, a formarse y prepararse con una profunda conciencia laboral y social. Propuestas para hacer de ellos jóvenes generosos, alegres, comprometi­dos, emancipado­s, abiertos a Dios y a colaborar con Él en la construcci­ón de un mundo mejor.

Un diálogo guiado y orientado por el Espíritu Santo. En cada una de las ponencias y reuniones, el Señor ha estado presente. Esta experienci­a ha servido para crear un amplio círculo de comunión y de profunda amistad que debe continuar más allá de este encuentro. Dejemos que la oración personal y comunitari­a nos disponga interiorme­nte para recibir los dones del Espíritu Santo que hagan más eficaz nuestro trabajo y nuestro diálogo.

Espero que estas jornadas de reflexión y convivenci­a en nuestra ciudad hayan contribuid­o a encontrar caminos que ayuden a revitaliza­r la pastoral juvenil y vocacional.

Un simposio para avanzar en un diálogo sincero, con propuestas concretas y guiado por el Espíritu Santo

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