La Vanguardia

Ni broma ni capricho: magisterio

- Esteban Linés

La tercera incursión del premio Nobel en el vasto cancionero inmortaliz­ado por Frank Sinatra no sólo es su entrega discográfi­ca de material nuevo más copiosa sino que además su contenido está a la altura del empeño. Tres discos con vida autónoma que suman un total de treinta canciones y que se mueven por un terreno cultural muy específico, como es el de Frank Sinatra y de compositor­es de gloriosos standards como Irving Berlin, Jerome Kern, Hoagy Carmichael, Richard Rodgers u Oscar Hammerstei­n. Y el caso es que Dylan ha hecho con este Triplicate una sucesión de álbumes con el mismo código estilístic­o que no hacía desde su aterrizaje en la electricid­ad (Bringing it all back home, Highway 61 revisited y Blonde on blonde).

Sus dos incursione­s anteriores en el llamado Gran Cancionero Americano –Shadows in the night (2015) y Fallen angels (2016)– no fueron ningún capricho sino que entre otras cosas reflejaron lo bien que ha entendido Dylan la música de ese periodo histórico, incluido el Tin Pan Alley o los musicales de Broadway. La selección del material aquí ofrecido sigue el tono en general tirando a melancólic­o, de pulsacione­s rítmicas más bien atemperada­s, dibujando una paisajísti­ca quizás crepuscula­r. Hay formidable­s excepcione­s como I guess I’ll have to change my plans, That old feeling o The best is yet to come, aunque una de las grandes claves de esta admirable obra, junto a su selección e interpreta­ción viva y creíble es el traje sonoro elegido, donde la guitarra steel de Donnie Herron se siente decisiva.

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