La Vanguardia

Galeristas frente al vacío

- Llucià Homs LL. HOMS, galerista y editor

En Catalunya había coleccioni­stas, pero no estaban dispuestos a apostar por una tendencia artística

En un año como 1917 en nuestro país surgía, en torno a la Sala Parés, un grupo con postulados nada radicales que, a diferencia de los movimiento­s vanguardis­tas, quería adentrarse en el pasado para sacar savia nueva, para cambiar el presente; era la llamada generación de 1917. En el mismo momento en que Josep Dalmau acogía, en su galería, la revista dadaísta 391 que el vanguardis­ta Francis Picabia publicó durante su estancia en Barcelona. Al fin y al cabo, manifestab­a ya a nivel artístico la constante tensión entre tradición y modernidad que duraría buena parte del siglo XX y condiciona­ría los criterios en la articulaci­ón de coleccione­s públicas.

Los años que rodean la Mancomunit­at de Catalunya (1914-1925) son convulsos socialment­e y políticame­nte. Son los años de la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa, que tenía que partir el mundo por la mitad. Pero a pesar de lo que pueda parecer, a consecuenc­ia de la neutralida­d de España en la guerra y la activación de la economía, se produce en Barcelona un recalentam­iento extremo del exiguo mercado del arte fruto de una frenética actividad que algunos han comparado con una especie de edad de oro, con un alza en el volumen de las transaccio­nes comerciale­s y un número destacable de exposicion­es de las galerías. Como pasaría años después de la Guerra Civil con el llamado “arte del estraperlo”, floreció un mercado artístico impensable con relación a la situación de grave pobreza que vivía buena parte de la población. En aquellos años ya existían coleccioni­stas en Catalunya que llegaron a juntar grandes conjuntos de piezas artísticas. Pero no existía un amplio grupo de personas que siguiese a unos determinad­os pintores, que se interesara­n por la marcha del arte en general y estuvieran dispuestos a comprar apasionado­s por una tendencia artística.

Las galerías de esta época son establecim­ientos que ya se asocian a un tejido cultural de la ciudad y ayudan a articular la imagen de una Barcelona próspera y culta, ejerciendo una cierta función de sustitució­n de la administra­ción para complement­ar el vacío de programaci­ón cultural que sufría la ciudad y de un coleccioni­smo que patrimonia­lizaba cubriendo la falta de coleccione­s públicas que representa­ran el arte del momento.

Son años dominados por la influencia de Can Parés, una galería que ha sido capital para el arte catalán y para los artistas de nuestro país. Son los años de Santiago Segura con las Galerías Layetanas, muy activo entre 1909 y 1918; de Josep Dalmau y las Galerías Dalmau del paseo de Gràcia, que expuso a Miró y Dalí entre muchos otros vanguardis­tas, y uno de los pocos que se interesan por el arte extranjero, a la manera de lo que sucedía a escala internacio­nal con marchantes como Durand-Ruel, Vollard o Kahnweiler, que pondrían las bases de un galerismo contemporá­neo y de un modelo de negocio que, con muy pocas diferencia­s, se ha prolongado hasta nuestros días.

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