Nostalgias parlamentarias
LOS diputados del PDECat abandonaron el Congreso el jueves para protestar por la inhabilitación de su portavoz, Francesc Homs, y no estarán durante una semana a modo de rechazo por la sentencia. Sin menospreciar el gesto, no parece que la Cámara les eche en falta. El PDECat no cuenta para la mayoría parlamentaria, y su papel contrasta con el que representó en el pasado. Coincidiendo con la deriva independentista, la dirección de CDC decidió enterrar en el fondo del congelador el “peix al cove” y borrar del móvil a “la puta i la Ramoneta”. A Rajoy, este diario le preguntó si echaba de menos cuando CDC le garantizaba la gobernabilidad, y respondió a la gallega: “¿Echan de menos los catalanes aquella época?”.
El PDECat, hijo saturniano de CDC, entró en su congreso fundacional como partido centrista y soberanista para salir como una fuerza republicana, escorada e independentista. Su coordinadora, Marta Pascal, intenta situarla en el ámbito liberal, donde estuvo en el pasado, antes de que la realidad permita nuevas correcciones. En su partido se mira con cierta envidia el PNV de Urkullu, el mismo que evitó la foto con Mas cuando fue a hacer un mitin al lado de Ibarretxe. El PNV, sin renunciar a nada, está más fuerte que nunca. No se ha apartado un centímetro de la centralidad, no está por aventuras rupturistas e intenta sacar provecho de la deriva catalana. Y le dará los votos que necesita a Rajoy para aprobar el presupuesto, y el capazo se lo llenarán de pescado sin que la sociedad vasca piense que es ninguna traición. Su autonomía es casi tan privilegiada como su pragmatismo.
El Gobierno piensa que es más fiable ERC que el PDEcat. Seguramente porque los mensajes que llegan de las dos fuerzas que forman Junts pel Sí difieren. Mientras, Rajoy espera sin prisas que un día la política catalana se vuelva a construir con la razón más que con las emociones. El único problema es si estas acaban por invadirlo todo.