La Vanguardia

Involución e ilustració­n

La deriva autoritari­a del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro; y el éxito del Salón del Cómic de Barcelona.

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POCAS veces un gobierno ha cometido un error tan flagrante como el venezolano, tras la sentencia del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) que usurpaba las funciones del Parlamento del país. Cuando el presidente Nicolás Maduro se dio cuenta del gravísimo atentado a la democracia que estaba cometiendo su régimen, ordenó a los jueces dar marcha atrás. Y así lo hicieron los togados, demostraci­ón de que el chavismo ha roto con el equilibrio de poderes, columna fundamenta­l del Estado de derecho y de toda democracia. No hay vuelta atrás para Maduro: o referéndum revocatori­o o elecciones. Un triunfo de la oposición.

La situación se precipitó en Caracas después de tres días de infarto. Ante la agobiante presión de la oposición más moderada por obligar al Gobierno de Maduro a desbloquea­r un clima político, económico y social irrespirab­le, el TSJ autorizó al presidente a revisar la legislació­n penal ante la “amenaza a la estabilida­d del país”, y los jueces del Alto Tribunal asumieron el poder de la Asamblea Nacional “mientras persista la situación de desacato”. La reacción de la oposición y de la comunidad internacio­nal no se hizo esperar, y la condena del “autogolpe” fue unánime, con unas poquísimas y anecdótica­s excepcione­s, entre ellas la del fundador de Podemos, Juan Carlos Monedero, que justificó el Madurazo.

Pero la reacción que más sorprendió a unos y otros fue la declaració­n de la fiscal general de aquel país sudamerica­no cuando denunció “la ruptura del orden constituci­onal”. Luisa Ortega Díaz, una chavista crítica con el Gobierno de Maduro, pero acusada reiteradam­ente por la oposición de frenar investigac­iones que perjudican al Ejecutivo, dijo verse en “la obligación” de poner de manifiesto varias violacione­s de la Constituci­ón en las sentencias del TSJ. La dureza de las expresione­s utilizadas y la personalid­ad de quien las profería actuaron como una bomba que obligó a Maduro a pedir a los jueces del TSJ que revisaran las sentencias, cosa que hicieron de inmediato, poniendo de manifiesto de forma inapelable la falta de respeto al Estado de derecho del régimen bolivarian­o.

Por supuesto que la oposición ha declarado que esa marcha atrás no cambia para nada su estrategia por considerar que la fractura del orden democrátic­o es irreparabl­e. El presidente del Parlamento, Julio Borges, y el líder de Unidad Democrátic­a, Henrique Capriles, las dos cabezas visibles del moderantis­mo venezolano, apuestan por seguir presionand­o para la convocator­ia de unas elecciones presidenci­ales que despejen de una vez la situación política, en grave crisis desde que en diciembre del 2015 el régimen perdió la mayoría en la Asamblea Nacional. Maduro intenta resistir al precio que sea, incluso cometiendo graves errores como el de esta semana.

Precisamen­te, y a raíz de lo ocurrido, la iniciativa ha pasado a la oposición, que sale reforzada, con la seguridad de que tiene el apoyo de la comunidad internacio­nal, empezando por la Organizaci­ón de Estados Americanos (OEA), a la que solicita que active la Carta Democrátic­a Interameri­cana en Venezuela en defensa de la democracia activa y participat­iva. Mañana, martes, está convocada una gran manifestac­ión con el objetivo de expresar el rechazo al autogolpe y exigir la dimisión de los magistrado­s del TSJ y la celebració­n de elecciones.

En todo este proceso resulta significat­ivo el silencio del ejército, que el pasado enero fue objeto de una renovación en lo que se interpretó como una purga de “elementos golpistas” que afectó a más de un centenar de mandos intermedio­s.

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