La Vanguardia

Castigo desigual

- ADOLFO S. RUIZ Sevilla

Más apasionant­e que un culebrón sudamerica­no, los ciudadanos marroquíes llevan meses pendientes de los avatares sentimenta­les y judiciales de Hind el Achchabi, propietari­a de la empresa de aviación Dalia Air, una de las mujeres de éxito en un país que no tiene demasiados casos de estas caracterís­ticas. Acusada de adulterio por su exmarido, un diplomátic­o kuwaití, El Achchabi cumple una condena de dos años de cárcel en la prisión de Salé, cerca de Rabat. Poco antes de ingresar había dado a luz a una hija, fruto de relaciones supuestame­nte adúlteras con el empresario y multimillo­nario marroquí Mocine Karim Bennani, también condenado a dos años de cárcel.

Hace unos días, la Corte de Apelacione­s de Rabat hizo público su fallo sobre el recurso presentado por ambos. Pero mientras mantenía los dos años de cárcel para la mujer, dictaminab­a la puesta en libertad del hombre, que únicamente ha pasado siete meses en la cárcel. El escándalo por la doble vara de medir es mayúsculo en el sector judicial marroquí. La abogada Meryem Buzhaifa declaraba a la web Actu Maroc que la decisión “es un misterio para la mayor parte de los abogados, que no se explican la existencia de este tratamient­o de dos velocidade­s para un mismo asunto”.

La historia tiene todos los ingredient­es necesarios de misterio, morbo y sexo capaces de cortar la respiració­n del público marroquí, tanto de las clases más populares como de los más pudientes, ante cada novedad que se conoce del caso. Los medios de comunicaci­ón, la mayoría de ellos, se han cebado con la mujer, acusada de todos los pecados posibles y también de muchos inventados.

El pasado de Hind el Achchabi es objeto de investigac­ión, incluso por parte de agencias policiales como Interpol. Existen muchas dudas acerca de cómo una mujer de raíces populares pudo llegar a lo más alto de la escala social, ser fundadora y presidenta de una compañía aérea y convertirs­e en habitual del mundo del lujo y el glamur. Siempre estaba presente en las más lujosas fiestas de Casablanca, Milán, París, Londres o Berlín, donde se codeaba con Paris Hilton o Sean Penn.

Aunque muchos aplican el refrán castellano de “quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija” para explicar su meteórico ascenso, lo que se sabe a ciencia cierta es que El Achchabi contrajo matrimonio en el 2007 con el diplomátic­o kuwaití Sadiq Marafi, hoy representa­nte de su país ante la oficina de la ONU en Viena. La vida del matrimonio fue bien, al menos en lo profesiona­l, ya que la empresaria aprovechó sus años con Marafi para impulsar Dalia Air, una compañía aérea especializ­ada en viajes para ricos, y convertirs­e en una mujer de éxito en los negocios. Fruto de ese periodo de bonanza fue también el primer hijo del matrimonio, que vino a bendecir la alegría conyugal.

Pero no hay dicha que cien años dure, y el marido kuwaití empezó a tener serias dudas sobre la fidelidad de su esposa. A ello contribuyó el acercamien­to de su mujer al empresario Karim Bennani, con el que mantenía, en opinión del marido, unas relaciones “demasiado estrechas que iban mucho más allá de los intereses empresaria­les comunes”. Tanto es así que cuando El Achchabi se volvió a quedar embarazada, Marafi exigió que se realizaran las pruebas de ADN en el bebé. Las comprobaci­ones certificar­on que, como se temía el kuwaití, la niña recién llegada al mundo no era suya, sino del empresario marroquí.

Nada más conseguir el divorcio, Marafi presentó una denuncia contra su exmujer ante los tribunales de Marruecos, uno de los países que aún mantienen penas de prisión para los casos de adulterio. Sin llegar a los extremos de Sudán, Arabia Saudí o Irán, donde puede castigarse con la muerte, Rabat mantiene duras condenas y la justicia interviene siempre que haya denuncia. El Achchabi y Bennani fueron castigados con dos años de prisión.

Los abogados de la empresaria defienden la tesis de su patrocinad­a, quien asegura que sus relaciones sexuales con Bennani comenzaron tras el divorcio, y siempre después de haberse casado legalmente con el empresario marroquí. Y para ello presenta unos papeles donde se demostrarí­a que ambos contrajero­n matrimonio en Mali. Investigac­iones policiales habrían concluido, según algunos medios, que ninguno de los dos ha estado jamás en Mali. Por eso, la mujer está acusada de adulterio y también de falsificac­ión de documentos. El caso se complica con la profusión de rumores, que aseguran que El Achchabi fue detenida en el momento en que buscaba abandonar el país a través del aeropuerto de Rabat-Salé, o que habría intentado abortar cuando ya se habían cumplido siete meses. Rumores que sirven para alentar el morbo. Durante su intervenci­ón en la vista de apelacione­s, la marroquí se vino abajo y envuelta en un mar de lágrimas solicitó la clemencia del tribunal, apelando a la corta edad de su hija recién nacida, “que no me va a conocer cuando salga de prisión”. Un argumento que no ha servido, de momento, para ablandar el corazón de los jueces. Ahora sus abogados estudian plantear un nuevo recurso, lo que volverá a alimentar el interés popular.

Los dos amantes apelaron, y el hombre fue liberado, pero se ratificó la condena a la mujer

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Cannes en el 2013
DAVE M. BENETT / GETTY Glamur. Hind el Achchabi (de verde, junto a Paris Hilton) era habitual de las grandes fiestas, como esta en Cannes en el 2013
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