Médicos y pacientes deben buscar cómo reducir conflictos, dice Rozman
La UB dedica una exposición a las obras del profesor emérito
Cuando Ciril Rozman empezó a trabajar en el manual Medicina interna Domarus-Farreras en 1954, se acababa de descubrir la doble hélice de ADN y no se sabía todavía cómo funcionan los genes. Sesenta y tres años más tarde, se ha publicado la decimoctava edición del manual, ahora llamado Farreras-Rozman y convertido en un clásico de la medicina en castellano, tanto en España como en Latinoamérica.
Con la perspectiva que dan estas más de seis décadas, Rozman ha sido testigo de un “progreso impresionante de la medicina objetiva”. Pero advierte sobre dos daños colaterales de este progreso: “Se perdió la visión integral del paciente” y “la relación entre médicos y pacientes se volvió más conflictiva”, declaró el pasado martes el médico mientras acompañaba a La
Vanguardia en una visita a la exposición Recorrido por
la obra de Ciril Rozman, que se puede ver en la facultad de Medicina de la Universitat de Barcelona.
Según el profesor emérito de la UB, que a sus 87 años sigue yendo cada mañana al hospital Clínic y visitando pacientes dos días por semana en su consulta privada, “hasta la década de los setenta, la relación entre médico y paciente era paternalista. El médico ordenaba y el paciente obedecía. Después maduró hacia una relación de igual a igual entre personas adultas”. Aunque esta evolución tiene aspectos positivos, también ha creado nuevas tensiones, valora Rozman. “Puede haber demandas judiciales, cosa que hace años era impensable, lo cual ha llevado a practicar una medicina más defensiva, con exploraciones complementarias que en muchos casos no son necesarias, pero que el médico solicita para protegerse”. En esta relación, “las dos partes deben mejorar”.
Rozman, que se especializó en el tratamiento de las leucemias y otras enfermedades de la sangre, se ha guiado siempre por la visión integral del paciente propia de la medicina interna. “Un enfermo no es una suma de órganos sino una integridad”, afirma. “He visto muchos casos en los que la causa de una enfermedad está muy lejos de sus síntomas”.
Su dedicación durante más de seis décadas al manual Medicina interna Farreras-Rozman le ha ayudado y obligado a mantenerse al día en todas las áreas de la medicina. Ha sido un estímulo, más que una carga, porque “a mí me gusta aprender, sigo aprendiendo cada día”.
La exposición muestra ejemplares de cada una de las ediciones del tratado de medicina interna, incluidas la obra original en alemán que publicó Alexander von Domarus en 1923, la primera edición en español que tradujo el veterinario Pedro Farreras en 1929 y las ediciones en dos volúmenes publicadas a partir de 1967. Una vez termine la exposición, la colección se podrá ver en el vestíbulo de la biblioteca de la facultad de Medicina.
La obra seguirá editándose en el futuro con el mismo título, aunque ya no la dirigirá Ciril Rozman. La decimonovena edición, en la que ya se ha empezado a trabajar, estará dirigida por el internista Francesc Cardellach, decano de la facultad de Medicina de la UB y discípulo de Rozman.
El especialista reivindica la visión integral del paciente propia de la medicina interna